lunes, 5 de abril de 2010


Atormentado
de sentido

PREMIO
IBEROAMERICANO
CUCALAMBÉ 2006

Publicado por la Editorial
Sanlope
(Las T
unas, 2007)



En la imagen, Ronel, durante el III encuentro Décima al fio, en Guáimaro, Camagüey, en el 2007. Detrás aparece Carlos Esquivel, de Las Tunas, Premio Iberoamericano Cucalambé del 2005, con el libro Toque de queda. Foto: Tamara Gispert.


Ronel González Sánchez
(Cacocum, Holguín, 1971) se desempeña como especialista en investigaciones culturales del Centro Provincial del Libro, y es escritor de programas culturales de la emisora Radio Angulo. Es uno de los autores más prolíficos y significativos de su generación, con una larga nómina, iniciada muy tempranamente, de libros publicados —
Desterrado de asombros (Letras Cubanas, 1997), Zona franca (Ediciones La Luz, 1998), La furiosa eternidad (2000), El Arca de no sé (Edi
torial Oriente, 2001), Consumación de la utopía (Ediciones Unión, 2005), entre otros— y galardones recibidos, entre ellos el Premio Nacional Cucalambé 1995 por su libro El mundo tiene la razón (escrito en coautoría con José Luis Serrano), que significó un hito en la décima escrita de los 90, y este Premio Iberoamericano Cucalambé 2006, por su poemario Atormentado de sentido. Para una hermenéutica de la metadécima. A su creación poética se suma su quehacer como antologador y estudioso de la décima. De su cosecha es Árbol de la esperanza, antología de décimas hispanoamericanas, publicada por la Editorial Arte y Literatura —una importante selección cuyo prólogo Ronel escribió totalmente en espinelas, aunque dispuestas al modo de la prosa—, y La noche octosilábica; panorama de la décima escrita en Holguín, en cuya introducción argumenta sobre la necesidad del volumen: “Estudiar la décima como complejo cultural, entendido como la relación existente entre la décima y el conjunto de elementos culturales con los que interactúa en sus manifestaciones oral y escrita”. Entre sus materiales teóricos figuran Alegoría y transfiguración; la décima en Orígenes y Selva interior, estudio crítico de la poesía en Holguín (1862-1930). Acercamientos a su obra poética desde el exterior pueden verse en los sitios Arco y espuela, de Guillermo Aldaya, y Laberinto del Torogoz y Arte poética, ambos de André Cruchaga.





JURADO


Roberto Manzano

Alex Pauside
s
Enrique Saínz





EQUIPO DE REALIZACIÓN


Edición: Alberto Garrido Rodríguez
Diseño: Orlando Acebo Hidalgo
Ilustración de cubierta: Dayamí Pupo Ávila
Composición: Yoisel Ricardo Peña
Corrección: Niurka Dovales Cruz
Impresión: Andrés Sao Téllez





PRÓLOGO


EL SENTIDO DE ATORMENTARSE


Por Roberto Manzano
Premio Nico
lás Guillén 2005

Muestra hoy un panorama interesante la poesía cubana. Como no hay una tendencia poética que sea dueña absoluta del campo, se ven con mayor nitidez todas las posibilidades artísticas.

De todos modos, es inherente a las tendencias querer tomar el poder cultural y ejercer su tiranía más abarcadora. El campo poético se está reorganizando hoy para la lucha, ante los vacíos de poder estético.

Los poetas más belicosos de los ochenta, que no traían giros formales profundos (prefirieron seguir fraseando sus renglones como los coloquialistas), sino un nuevo sentido estimativo de la realidad social, se vertebraron profusamente para la lidia.

Pero los noventa, en la misma medida en que la década avanzaba, fueron apareciendo y acumulando una actitud de baja pertenencia grupal, apenas enlazados por alguna que otra opción estilística.

Ya hoy tienen acumulada una obra significativa muchos de ellos, y han descubierto sus propias fuerzas, y han calibrado la necesidad de librar las batallas estéticas pertinentes. Intuyen que si no las dan, quedarán sumergidos en el campo.

Como no hay crítica de poesía en Cuba, todo puede suceder, y sucede. Y los poetas saben que uno tiene dos deberes en cuanto artista: primero, crear, crear, crear; luego, gestionar lo creado, para que se incorpore realmente al mundo que vivimos.

Si hubiera crítica verdadera, de la buena, el riesgo sería menor, pues habría un ojo agudo y honrado juzgando los empeños, acomodando las miradas, preparando los deslindes, alzando las jerarquías.

Pero la que hay, la escasa que hay, está bajo sospecha: es saludo de amigos, de compañeros de generación, de cofrades estéticos, de anotadores emergentes de los nuevos postulados.

Y aquellos que muchos consideran críticos de poesía, que se pueden contar con los dedos, no lo son en buen castellano, sino investigadores atentos de lo ya sancionado, que tienen sus parcelas de gusto y sus nóminas inamovibles.

Y ya los poetas han aprendido mucho, no sólo de literatura, de lo que es obligatorio saber hasta lo infinito, sino de la vida literaria, que es saber de vida o muerte, pues si no se tienen los ojos abiertos puede perderse íntegramente una vocación.

Siempre fue la propia creación material ineludible de escritura, pero hoy, dadas estas circunstancias dramáticas del entorno social de la expresión, la literatura se mira el ombligo con suma frecuencia. Ya no basta intuir y cantar, sino que hay que saber para empujar la intuición hacia delante.

Y ciertos teóricos literarios, o de la cultura en sentido general, parecen proveer el pensamiento que muchos poetas no son capaces de generar en la modelación de su propio mundo, con lo que la carreta ha adelantado a los bueyes.

Los poetas legítimos pueden apoyarse en ese humus, por supuesto, y es muy productivo hacerlo, pero las demandas pujantes de su mundo interior les dictan profusamente las coordenadas de su ideología estética.

Ha de decirse otra peculiaridad de nuestro entorno poético, y es cómo se han teñido axiológicamente determinados instrumentos, castrando la mirada y creando espejismos que impiden valorar con justicia.

En toda buena aula de poesía (que es necesario que también las haya, es obvio) se sabe que existen el verso pautado, el verso libre, el fraseo, la prosa poética, la línea textual donde ya reina lo reconstructivo y lo llamado experimental…

Y algunos confunden esto con un vector de progreso artístico. Es como si de una modalidad a otra se fuese siendo más poeta, más moderno, más genuinamente explorador.

Hay conciencias estéticas, sobre todo en aquellas en que la farándula desempeña un papel importante, y en las que ese simulacro del arte que es ese tipo de vida constituye un espacio altamente legitimador, en las que una décima o un soneto pueden ser vistos como entes retrasados y abominables.

Sin embargo, hemos de decirlo con rapidez, porque tiene que ver con el libro que hoy prologamos, ahora mismo en Cuba una de las áreas poéticas de mayor exploración estética es precisamente la del verso pautado, y específicamente la del soneto y la décima.

Claro está, no es la única, pero es una de las más audaces. Los supuestos poetas de vanguardia no se enteran, ni tampoco los supuestos críticos. Y los poetas que ejercen con tanta creatividad y sabiduría esas rupturas dentro de la tradición se ven obligados a ser declarativos.

A veces los textos, por esta impronta de la vida literaria sobre la escritura, se despliegan estilísticamente como manifiestos, que constituyen una forma genérica de lo literario que necesita un mayor acercamiento teórico.

Y en lugar de crear ya, de inmediato, con la nueva actitud un producto cuajado espiritualmente que sirva para preguntar con hondura en el destino humano tanto desde el punto individual como colectivo, se insiste en una declaración que intenta dialogar con los otros estéticos.

Son batallas que hay que dar, y algunos libros cumplen esa función. Aunque las batallas definitivas sólo las vencen los libros en que lo artístico tendencioso está en el mismo hueso, como una médula ardiente e invasora.

El libro que tiene el lector en sus manos está escrito con la pasión del que se encuentra consciente de su nueva estimativa del arte y del mundo. Dialoga ferozmente con todos, pero sobre todo con los artistas, con la gestualidad del que quiere instalar una luz entre los ciegos.

Sabe que funda un camino, y que amalgama sendas, y que ausculta frentes. Y desplaza los léxicos, reajusta los sentidos, acoge los más lejanos utensilios textuales, salta sobre muchas vallas, acopia facetas como el ojo múltiple de la mosca.

A veces es demasiado vertiginosa su elocución, o la plasticidad se deforma y aneblina bajo el edificio reciamente intelectivo. Pero nunca falta la fluidez del pensamiento, la energía del que convoca un nuevo púlpito, el juego sorprendente de las palabras.

El dominio de la décima es absoluto: las formas están convertidas en segunda naturaleza, que es lo que se llama maestría. Y todos los planos del lenguaje, dentro de esa estructura proteica, se enderezan hacia nuevos ángulos de exploración artística.

Ronel González es ya conocido entre nosotros por una abundante producción, de calidad creciente y renovadora. Con este libro añade una nueva cota a esa producción, y ofrece un servicio artístico indudable a la tradición, al entrar a ella con absoluto desembarazo.

¿Quién dijo que la décima está reñida con la complejidad de la psiquis contemporánea? He aquí una propuesta de representación de nuestros oscuros entresijos, de nuestros volteos interiores, de nuestras proyecciones más oscuras, regurgitadas por la sacudida de un mundo en crisis.

La actitud estética presente en este libro ya tiene cultores de mérito, y está alcanzando a lo largo del país notables resultados. Él se inscribe con todo derecho como una de sus piezas más representativas. Bien sé que tú, amigo lector, lo apreciarás en su justa medida.


Roberto Manzano
El Canal, diciembre de 2006.












ATORMENTADO DE SENTIDO

Para una hermenéutica
de la metadécima



A Michel Foucault,
Roland Barthes,
Jacques Derrida,
Harold Bloom
y Umberto Eco.





¿AHORA DIRÁN QUE SOY NEOMODERNISTA?


Signado por la hybris, un concepto que subvierte la fysis, su contrario, en los límites urdo el obituario —el vocablo lo apoyo en el precepto de que el invicto inhuma al héroe inepto y el poietés sumerge al precedente en vagaroso ámbito— consciente, como eviscerador metalingüístico, de que en el autoexamen, lo apriorístico resulta un boomerang, generalmente. Me autoprologo, y canto, a pesar nuestro —implico al que pedí que valorase las pluriisotopías de mi frase poética y rehusó, porque un maestro turiferario, realizó el secuestro de su invaluable exégesis— Me excluyo, como infiel referencia, del barullo que actúa sobre el filólogo arqueológico, dueño de un arsenal metodológico para enquistarme en un aserto suyo (1).

En este punto ya el lector bosteza. El proemio lo aburre (no hay prefacio que no derive en fraude.) Soy reacio a preludios cifrados con destreza (o sin ella). Me mueve la certeza de que no en todo afán versolibrista encarna la poiesis. “Fetichista de la rima y el metro”, con cinismo me niego a disfrazar el “vanguardismo”, con la teatralidad postmodernista.

Si la causalidad aristotélica —sólo un ejemplo— socavó Lezama, para que lo incondicional fuera una rama de lo desconocido, pantagruélica resulta la exclusión de una modélica estrofa que también refleja a Dios en instantes canónicos. (Atroz de mi parte nombrar al Padre en vano, se trata de un desvío copernicano —la idea es de Roberto (2)— que mi voz no define y, por tanto, al pairo queda…)

Si pergeño este prólogo es un signo de que la metadécima reúne en la univocidad del cuerpo inmune la intimidad, lo externo, el fidedigno retrato, el intertexto, lo maligno de un lenguaje que en él se refocila. La décima ya no es la retahíla paisajística, sopla desde dentro de la cláusula el rhythmus del encuentro con una resistencia que aniquila.


Ronel González Sánchez
En San Pedro de Cacocum, noviembre, 2006.


1.- Curbelo, Jesús David: “Meditaciones después del toque de queda” en Carlos Esquivel: Toque de queda. Las Tunas, Editorial Sanlope, 2006, p. 12.

2.- Roberto Manzano.




El arte tiene que revelarnos ideas,
esencias espirituales sin forma.
La cuestión suprema sobre una obra de arte
es desde qué profundidad de vida emerge.

James Joyce: Ulises.





NUEVA ESTACIÓN


desde las entrañas de la tierra, a través de paredes
desconchadas, la voz del pífano.
epifanía. pulso de un reino que se acaba
justo en la gran caída. reino de argonautas, de uno
sostenido por la poesía escrita sobre puertas, sobre la piel,
como una honda sajadura. viene la voz que esquiva los objetos
raídos: multitud de volúmenes para burlar el hambre
ancestral, hambre ontológica, hambre mimética,
elemental de la ceniza, cicatriz, tránsito del abandono
al abandono, tejido de oposiciones, raíz de la totalidad
que en vano sugiere interpretar alquimias, momentos
de la fecundación. la voz del pífano que nunca entenderá
el cáliz del demiurgo, propone herirse, doblegarse
para asir el milagro, pero vano es el gesto, vano el artificio
porque todo yace en la raíz de un árbol
originario, un árbol demolido por la sucesión
de instantes cósmicos que arrostran el Enigma.




NUEVA ESTACIÓN


La muerte es siempre la muerte pero cada cual muere a su modo.
Para J. T. Malone, la suya comenzó
de una manera tan banal que, un día,
confundió el final de su vida
con el inicio de una nueva estación.

Carson McCullers: El reloj sin manecillas.


La muerte siempre es la muerte,
pero uno muere a su modo
porque morir, sobre todo,
pudiera ser una suerte.
La crudeza de lo inerte
no es sólo una mala rima.

¿Alguien, en verdad, se anima
a entrar en el Paraíso,
cuando la paz del occiso
a su cama se aproxima?




TESTIMONIOS DEL CÓMPLICE


Que no, mi madre no pudo
dilacerar con pastillas
las macilentas mejillas
del inocente desnudo.
Lo sé porque en su saludo
no trepidó el parricidio.
Lo sé, porque a veces lidio
con su aberrada oratoria,
y puedo ver, tras su euforia,
el rostro del homicidio.

Que no. Mi madre desprecia
lo rahez. Mi madre nombra,
con perspicacia, la sombra
mensurable de la amnesia.
Aunque en su memoria arrecia
el egotismo, lo abyecto
es un embozado aspecto
de su fatum que vislumbra,
a través de la penumbra,
un omnímodo trayecto.

Que no, cualquiera está al borde
célebre de la violencia,
y puede sentir la urgencia
de silenciar el acorde
que una vida monocorde
tañe con muy poca suerte.
Cualquiera puede ofrecerte
la piedad del asesino,
y señalarte un camino
que te conduzca a la muerte.

Que no. No me digan nada.
Perfectamente uno puede
matar, pero nadie agrede
a una sombra condenada.
Preparar una coartada
seguro que no pensó
mi madre. Perdonen. Yo
no lo juro, pero digo
mi verdad. Soy un testigo
que siempre dirá que no.




ONE FLEW OVER THE CUCKOO’S NEST


Este poema está basado libremente
(y prácticamente traducido del verso libre)
en “Sobre el nido del cuco”
de Raúl Hernández Novás (1948-1993).


En estas tardes medrosas,
sin nadie frente a mi puerta,
oigo la música incierta
de los relojes. Las cosas
me parecen misteriosas
alucinaciones y
peligros que están en mí
desde siempre. En este lapso
de obligatorio relapso
yo ta también pienso en Ti. (sic.)

Ya no hay nadie en mi experiencia.
Todo fue vano extravío.
Un teléfono vacío
acentúa la inocencia
de creer que fue la ausencia
la senda, en cuyo remate
buscó mi cuerpo el rescate
de otras islas. Sólo hay miedo
sobre mí, pero no puedo
dejar que el miedo me mate.
¿Qué inoportuna gaviota
de aquellos mares del Sur
me convirtió en el augur
del odio y la bancarrota?
Dios mío, ¿por qué una gota
patibularia me mira
y sonríe? ¿Por qué gira
este barco de los locos
que no gobierno, que pocos
gobiernan en la mentira?

Mac, Mac, ¿dónde te has metido?
Estoy solo en esta nave
without candies. Estoy grave.
No soy un niño perdido
en el parque, ni el sonido
del hado. Mac: ¿qué invectiva
urdes contra mí, con viva
devoción por el insulto?
¿Por qué siempre estás oculto
cuando el dolor me derriba?

“...Y te acepté grises flores
de sueño y te dije: ¿sabes
quién ha guardado las llaves
del regreso?” (Mis mejores
palabras fueron rencores
a intramuros de tu aliento
lúgubre, y el desaliento
crispó sus dedos de frío
en el tablado vacío
de tu jardín soñoliento).

Y me encerraste a morir
entre los muros. Distante
de tu rostro alucinante.
(Y no le quise decir
a mi madre que vivir
en esta casa desierta
es condenar una puerta
para impedir mi salida).
Pero tú estabas sin vida
y yo gritaba: ¡despierta!

Hoy suena el timbre y no viene
nadie por la nieve triste
de la oscuridad. No existe
el árbol. La noche tiene
encrucijadas: detiene
a los amigos, obstruye
viejos rumbos, se diluye
sin Ti. —¡Hello, darkness: tierno
subterfugio del Averno!—
My old friend.:” Todo concluye.

Todo concluye. Saludo,
a pesar de la tiniebla,
al desamor que nos puebla
without candies. Me desnudo.
El teléfono está mudo
entre nosotros. La hora
avanza y mi cuerpo aflora
en su destierro pacífico,
como un vasto frigorífico
de silencio que me ignora.

Miro, en sueños, una escala
como Jacob frente al muro
de la noche. No está oscuro
el cielo. La luz resbala
por la pared. Mueve un ala
un ave, sobre la roca
de Bethel, y un ángel toca
con su espada de exterminio
a la puerta sin dominio
del Reino que nos convoca.

Aquí estoy, siempre al acecho
de tus pasos que no llegan.
Sólo mis palabras niegan
el pasado. ¿Qué derecho
tienes a olvidar el trecho
que avancé en el laberinto
de la verdad? ¿Por instinto
sabes que el rencor nos mata?
¿Vas a romper la piñata
del cielo, y será distinto?




MONÓLOGO DE LA VÍCTIMA
ANTES
DE CONVERTIRSE EN LÁPIDA


Hay días que anochece tan de prisa, en las paredes de este cuarto a oscuras, que no puedo evitar las sajaduras de la luz infernal en la ceniza andrófoba que cubre la repisa desde siempre. Hay segundos en mi estancia (anteriores a toda nigromancia) que llaman a la puerta, y no parece humana voz, sino Algo que me ofrece devolverme al amparo de la infancia. Porque todo regreso es miserable, cuando ya se ha perdido la certeza de lo vivido, muevo la cabeza y no dejo pasar la insoportable aparición al tálamo infranqueable de mi cuarto. Porque la infancia es cosa parecida a la muerte. Si te roza te sumerge en un líquido inocente, y yo no quiero entrar en la aparente habitación, donde su voz me acosa. Fingir una segunda decadencia ya no tiene sentido. Sus umbrales no existen y mis pasos ancestrales, por el Jardín, están llenos de ausencia como yo. No hay regreso a la inocencia. No hay viaje a la semilla. No hay historia. Avanzas a través de la ilusoria calígine y no sabes que es un juego. Quieres huir, pero el desasosiego puede más que tu díscola memoria.




PRIMER SOLILOQUIO DEL ASESINO


Esencialmente poético
descuido los menesteres
que ofrecen otros placeres
distantes del mundo ascético.
Misoneísta y hermético
soy, simplemente, un enlace
temporal con lo que nace
sobre la cuartilla en blanco;
mas, no siempre lo que arranco
al Misterio, me complace.

Yo vine al mundo adventicio
como un nefando arabesco
ante el espejo burlesco
que puso Dios al inicio.
Comprender el sacrificio
de mi madre, es aleatorio.
Jamás entendí el velorio
que fue mi origen difuso,
ni por qué móvil confuso
nacer fue un acto ilusorio.




PANEGÍRICO DEL ASESINO


Hijo: yo no soy culpable.
A veces la muerte cansa
y la vida no te alcanza
para comprender qué amable
puede ser cortar el cable
terrenal que nos mantiene.
Siempre la Piedad conviene
(cuando no es Dios quien la enjuicia)
pero sólo la Justicia
decide de dónde viene.

No permitas que te asalte
la filicida sospecha.
Para ti no habrá una flecha
eleática. No falte
en tu mano el gerifalte
de la duda, mas deroga
tu devoción por la soga
y no me pidas que otorgue
también tu rostro a la morgue
porque complacerte ahoga.

Recuerda que él fue un tropiezo
luctuoso, una sepultura
errante, una prematura
hiperestesia, un exceso.
Haber sostenido el peso
de su erial desde la infancia,
soportar su necromancia,
su exánime pie mortuorio,
¿No convirtió en un velorio
mi vida, por ignorancia?

Hijo: ten piedad. No es burdo
transformar al Homo Faber
en la eversión de un cadáver
fiduciario de lo absurdo.
Justificaciones urdo
como el que sostiene un báculo
a través del infernáculo
donde un salto es el envite,
pero, por favor, permite
que yo elimine el obstáculo.

Expulsados del parterre
original, proferimos
insultos a Dios y abrimos
viejos frascos. Quien no cierre
los ojos, morirá. Yerre
o no la paz del arsénico,
con disimulo ecuménico
perpetrará su aquelarre
como un tósigo que barre
para siempre de lo edénico.




RUIDO DE PASOS
DE UN GRAN CRIMINAL


Me es imposible decir cómo aquella idea
me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó
noche y día. Yo no perseguía ningún propósito [...]
Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó.

Edgar Allan Poe: El corazón acusador.


La existencia es una farsa
agnóstica. Pura niebla.

Todo lo que no es tiniebla
pido, a Luzbel, que lo esparza.

La metafórica zarza
se apaga. No hay cornucopia.

Una víctima es la copia
fruitiva de un viejo pacto.

El crimen: último acto
que escenifica la inopia.




SCIENCIA PERFECTA


Consciente o no del delirio
en que el moribundo pide
a su karma que lo olvide,
la piedad es un martirio.
No todo el que pone un cirio
en el funeral aprecia
la dimensión de tan necia
costumbre del que agoniza,
porque entenderlo precisa
haber entrado en su amnesia.

Observado con cautela
y, sin temor al equívoco,
tratamos de que lo unívoco
del concepto no nos duela.
La piedad se nos revela
como algo que transustancia
la compasión, como un ansia
por aliviar el asedio
del dolor; pero el remedio
aumenta nuestra ignorancia.

Tergiversamos la esencia
de la virtud, por la fobia
a sentir que nos agobia
ejercer nuestra clemencia.
Preferimos la abstinencia
al diálogo necrológico.
Aceptar que lo más lógico
es sentir lástima, insulta
porque la lástima oculta
un sentido paradójico.

La autocompasión, la agnosia
de la piedad, lo falsario;
salen del devocionario
que con la Piedad se asocia.
Su didascalia disocia,
si la voz del monasterio
quiere imponer un dicterio
desde el facistol beatífico,
y resulta terrorífico
no interpretar el Misterio.

La piedad. La demagogia
del predicador. La laude.
El palimpsesto de un fraude
que descubre la anagogia.
Condenamos al que elogia
la pureza, con sarcasmo.
Por no evadir tal marasmo
y lograr que nos estimen
podemos negar un crimen
que urdimos con entusiasmo.

Afligido por la hora
final, el semidifunto
quiere olvidar el asunto
con rapidez. La demora
cambia todo lo que ignora
y acentúa su gravamen.
No resistir otro examen,
no entender su soledad,
no tolerar la piedad,
serán parte del dictamen.

¿Cuál es el hombre que puede
disminuir la tortura
de la víctima? ¿Quién jura
ser compasivo y procede,
(sobre un cadáver que hiede)
sin miedo, a ponerle coto
al simulado alboroto
de los que van a su encuentro,
si todos saben que dentro
la piedad se les ha roto?




RÉQUIEM


¡Callado abuelo! También tú viviste
y amaste. Por eso moras junto a tus
hijos como inmortal. Y a veces, la vida
parece venir de ti, como del Éter silencioso.

Hölderlin: “Retrato de abuelo”.


Ahora que la falacia
paga sus culpas prolijas
y, a través de las rendijas,
se nos filtra la desgracia.
Ahora que vamos hacia
la destrucción, me pregunto
con desgano, ¿hasta qué punto,
ostensiblemente insólito,
merecías ser acólito
del horror, como un difunto?

Morirás, pero no todo
habrá acabado. Incorpóreo
volverás a un tiempo ecuóreo
como el amnios. Serás lodo
teorético. Grosso modo:
reo de la lasitud
entrarás a un ataúd
insenescente, inconsútil,
pero jamás será inútil
prolongar tu juventud.

Callado abuelo que moras
en el silencioso Éter,
donde ya ningún catéter
te desgarra, tú que ignoras
cómo acortaron las horas
letales, el desvarío,
perdona este desafío
del alcohol, que no me ayuda
a sacarte de la muda
catacumba del Vacío.




LA LIBERTAD DEL SUICIDA


Considerado exactamente,
el concepto de la libertad es negativo.

Schopenhauer


hoy he visto un ahorcado junto al río pensé en paul celan sobre el puente del sena / me repetí nerval / pavese / asunción silva / cerré los ojos y ante mí desfilaron la neblina del praga / la podredumbre del magestic / el balcón de los ángeles / porque en la aduana nadie lee suicidios y otras muertes ni escucha
cry for a shadow / el hermetismo de la realidad es la conexión entre esos esperpentos / cierro los ojos y me arrastro hacia otros desperdicios pero en la aduana no importa si uno escribe versos o leopoldo lugones es quien los dicta / hoy he visto un ahorcado junto al río y te juro que era más bello que el ahorcado del café bonaparte.


¿Qué diablos de libertad
poseo, Cruel Esperpento,
si ando según sopla el viento,
si no estoy, si la verdad
es como una enfermedad
fingida, si en los retablos
de la burla, los venablos
que los indignos me lanzan
con furia, siempre me alcanzan
y me destruyen, qué diablos?
¿Ha de ser cortado el hombre
de raíz, sin otra causa
que la de ser una pausa
civilizatoria, un nombre
por definir? No te asombre,
Luzbel, si por ti derogo
las esperanzas que ahogo
para zanjar el conflicto.
Soy, simplemente, un convicto
y, como Job, te interrogo.

¿Qué esperas de mí, Maligno?
Príncipe de las Tinieblas:
¿Por qué mis entrañas pueblas
con un licor tan indigno?
No me encuentro. No hallo el signo
de mi Kabbalah proscrita.
Tanta ingenuidad irrita.
Mi parte pública miente.
Lo que hubo en mí diferente
ya nadie lo necesita.

Terminé. Cerró mi plazo.
Juro que intenté ser bueno
y concluí siendo ajeno
al mundo. He sido un fracaso,
pero levanto mi vaso
por los vencidos. Las puertas
no importa que estén abiertas
o clausuradas. Yo brindo
porque sí, porque me rindo.

Basta de palabras muertas.


Pavese, Lowri, Esenin, Maiakovski, Musset, Celan,
Tsvetáieva, Casey, Osamu, Kawabata, Trigo, Storni, María Luisa Milanés, Kawabata, Fadéiev, Levi, Borowski, Storni, Casey, London, Plath, de Larra, Sexton, von Kleist, Lugones, Kerouac, Zweig, Mishima, Benjamín, Burroughs, Klauss Mann, Akutagawa, Martí, Wolf, Sexton, Asunción Silva, Plath, Nerval, Dazai, Arenas, Novás, Escobar, y tantos…





MÉDULAS QUE HAN
GLORIOSAMENTE ARDIDO


Descender
en travesía invisible
a la infinita celeridad? / al orden?
una vez elidida la pobreza / el incesante
gotear
sobre los aposentos / donde un desgarrador
tomo de apuntes confirmó
el sobresalto / entrañarse en la intemperie
como el que paga un precio
por anteriores existencias / entrañarse
orfeo / heráclito / dante / sin transfiguraciones.




ELOGIO DE LA SOBRIEDAD


Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por donde he venido
me espanto de que un hombre tan perdido
a comprender su error haya llegado.

Lope de Vega


Visto a través de un cristal
azogado, el universo
nos muestra sólo el reverso
de su amplitud sideral.
Fundadas en lo virtual
las cosas, en consecuencia,
se abandonan a una ausencia
de lógica, como indemnes
embarcaciones solemnes
de capciosa resistencia.

Es fácil ser un beodo
desnudo frente al espejo
y tener sólo un reflejo
distorsionado del Todo.
Estar más cerca del lodo
no es comprender lo que nace,
ni dejar que el tiempo pase
ahuyentará la tiniebla:
mientras más lodo nos puebla
más el lodo nos complace.

Profanar tumbas atrae
porque va contra las normas
pero, al final, te transformas
en tierra que lenta cae
sobre un ataúd. Distrae
descubrir el cenotafio
que abriga el recuerdo zafio
de algún recodo anodino
y hacer que el ángel del vino
se convierta en epitafio.

Pero al que entiende la críptica
palabra y la Voz oculta
puede escuchar, le resulta
familiar la frase elíptica.
Sin nociones de la glíptica
que domina el alarife
transfigura el arrecife
(como quien modela el barro)
y aparta el burdo guijarro
para que pase el esquife.

Sin temor al despotismo
de pesadillas futuras
el sobrio, ante las figuras
de la niebla, no es el mismo.
Entender el mecanismo
interior que lo seduce
sin palabras, reproduce
una sensación antigua
respecto a la forma ambigua
que en silencio lo conduce.

Sin proponérselo abroga
el ente lo ingobernable
y establece un inefable
nexo con lo que deroga,
la desalienante droga
(porque lo Real inconsútil
aniquila con su fútil
castración del intelecto)
es el complejo dialecto
que habla un políglota inútil.

¿Estar ebrio es una vía
para alcanzar la pureza
absoluta o la certeza
de un tipo de rebeldía?
¿Estar sobrio es la manía
de desconocer el precio
existencial? ¿Es tan necio
concebir como una suerte
el alivio de la muerte
para el servil adefesio?




DE CODOS EN EL PUENTE


Después de buscar lo eterno con denodada paciencia no me permitió la ciencia diseccionar el infierno. Me sedujo el desgobierno de algún efluvio inexacto y, antes de sellar un pacto de sangre con la lujuria, cayó sobre mí la furia mística del mundo abstracto.


Prófugo de la abstinencia
consustancial al difunto
me transformo en un presunto
mártir de la decadencia.
Dominado por la urgencia
de vivir, sin la censura
que mi verdad conjetura
como un placer irrestricto
de nuevo soy un adicto
feraz de la desmesura.

Ven. Hagamos contra todos
este juego infernal. Reza
y reparte la cerveza
del viento. De todos modos
se nos rodarán los codos
sobre la barra. Responde:
¿Para qué vivir? ¿Adónde
nos llevará la resaca
después, si el mal no se aplaca
y el bien, al final, se esconde?

Yo, que fui alcoholes diversos
y perversiones baratas,
corrigiendo las erratas
neblinosas de mis versos;
hoy cuento efluvios dispersos,
mas no cesa el inventario;
porque el tiempo es lapidario
como el concepto que un tonto
por definirlo tan pronto
me convirtió en su contrario.

¿Para qué quiero sufrir
la horripilante odisea
del sobrio, y que todo sea
poco menos que morir?
¿Para qué voy a escandir
las sílabas de un idioma
que se convierte en axioma
de lo virtual? ¿Para qué
voy a pedirle a Dios fe
si Dios no es más que una broma?

Mientras todo pasa estoy
en este país de aceras
temblorosas y maneras
repugnantes de ser. Voy
siempre calle arriba. Estoy
convencido de que veo
mejor la ciudad y creo
que, aunque rodeado de estatuas,
mis pies no van por las fatuas
avenidas del Deseo.

No me importa si el camino
conduce o no al baptisterio
de la Razón, si el misterio
es un buen o es un mal vino.
No me importa si el destino
es sólo un concepto enólico.
Vivo en un ámbito eólico
que la pesadumbre irradia
porque para mí la Arcadia
no es más que un cuento diabólico.

Apuro jarras de azogue
en el centro de una feria
tropical y la miseria
insinúa que me ahogue,
que me infernalice y bogue
como el tedio provincial,
y ante una pared de cal
linde del extraño baile
regurgito como un fraile
dentro de una catedral.




MÉDULAS QUE HAN
GLORIOSAMENTE ARDIDO


A Maray,
que me contó su historia en la barra de El Cauto.


Uno se ha muerto de atroces
infortunios sicodélicos
y obsedido de hipertélicos
orfismos escucha voces.
Uno ha olvidado los roces
eróticos, sin fastidio.
El providencial ofidio
de la belleza lo pasma
porque sólo lo entusiasma
su literaturicidio.

Sostenido por la herética
manía de asir un premio
entra en el absurdo gremio
de la incertidumbre. Ascética
como la estirpe poética
su voluntad lo traiciona.
Quiere evadir su persona
terrenal ante un obstáculo,
pero cuando pierde el báculo
hasta Lilith lo abandona.

Uno va mudo, académico
de vestuario decadente,
víctima de la serpiente
que le ofreció un fruto anémico.
Viudo de un corpus sistémico
para comprender su obra
organiza una maniobra
etílica contra el odio
y Eros lo aproxima al podio
demencial de la zozobra.

A su lado el Azar cruza.
Tiene muslos exotéricos
y obnubila los histéricos
sitios de una piel confusa.
¿Cómo inventarse una excusa
para llegar al Edén?
¿Cómo saber en qué tren
sensual viaja la inocencia,
si no puede la abstinencia
separar el mal del bien?

Desmesuradas tabernas
para tan poco entusiasmo.
Lo gnosivo es un pleonasmo
hermético entre las piernas.
Teleológicas cavernas
para volver a uno mismo.
¿Miserias del altruismo
o triunfos del alter ego?
¿Antropocinismo ciego?
¿Autofagia? ¿Ultraerotismo?

¿Quién puede explicar la niebla
prosaica que nos impulsa
hacia una mirada insulsa
que nos sacude y nos puebla?
Si es tan atroz la tiniebla
¿por qué una sombra fortuita
que de repente nos grita:
“Detén tu pleamar caótica”
puede, con vehemencia erótica,
poblar un alma marchita?


Septiembre 6-12 y 2002.




¿QUÉ HAGO YO AQUÍ?


En mí yo no vivo ya...

San Juan de la Cruz


En mi babel confiada a los extraños
de una provincia que el alcohol subvierte
como un peregrino ante la muerte
cargo mi maldición de treinta años.
Asciendo por los frágiles peldaños
de la literatura sin luz propia
porque yo sé que aunque mi mano copia
el fatum de una estirpe que no mengua
ante las catedrales de la Lengua
no soy más que el refugio de la inopia.

Por desafiar lo inverosímil creo
no ser un personaje protagónico
que ambiciona el laurel decimonónico
o un sitio en el estrado. No deseo
esas jurisdicciones que al ateo
deslumbran. Acercarme a la imposible
comunión con lo oscuro incognoscible
es mi obsesión ahora. En el posludio
de las aberraciones, me repudio
y busco mi otredad en lo invisible.

Cuando pienso que añado al simulacro
escritural un sólido arquetipo,
vuelvo a las sombras como vuelve Edipo
a la caducidad de su ambulacro.
¿Adónde me conduce el fuego sacro
de las palabras que medito? ¿Cuáles
conformarán los ámbitos causales
del porvenir? Sin herramientas hurgo
en las premoniciones de un demiurgo
que abjura de sus aguas maternales.





AL PARTIR


Buscando el puerto en noche procelosa,
puedo morir en la difícil vía
mas siempre voy contigo, ¡oh, Cuba hermosa!,
y apoyado al timón espero el día.

José Jacinto Milanés


Tengo el alma, ¡señor!, adolorida
Por unas penas que no tienen nombres,
Y no me culpes, no, porque te pida
Otra patria, otro siglo y otros hombres.

Juan Clemente Zenea


Enfermo de sucesivas
deslealtades, me apresuro
a formular un conjuro
que ignore las agresivas
miserias de los escribas
cuyo egoísmo genético
les confiere un tono herético
a sus escritos sin alma
perpetrados en la calma
sepulcral de lo mimético.

Sombrío y desarraigado
como un ente que se inicia
en una empresa ficticia
vuelvo la vista al pasado.
Desoccidentalizado
ante las aguas, sereno
como un náufrago, cerceno
nexos con la decadencia
que ha sido mi pertenencia
a un clan demasiado ajeno.

Cuba secreta, confuso
ante el discreto pabilo
de la pobreza, vigilo
a los que se marchan. Cruzo
las fronteras de lo abstruso
y no te encuentro. Mi mal
es duro porque, al final,
siempre regreso a mi cueva
y pido a Dios que no llueva
bajo el cielo nacional.

Partir. Entrar en el arca
mítica. Quemar las naves.
Partir. Olvidar las llaves
y el nombre de la comarca.
No saber si a Dinamarca
o a Nueva York va el camino.
Partir. Abjurar del vino
amargo que nos auxilia
a soportar la familia,
las dos patrias y el destino.

Escindido del boato
insular, en la imperfecta
autarquía de mi secta
he perdido mi retrato.
Agnóstico por un rato
y escéptico por costumbre
me niego a la servidumbre
como un animal utópico
hipertrofiado en el trópico
falaz de la incertidumbre.


A Michael Hernández
y Luis Felipe Rojas.





CARTA DE UN BEODO
A PIERRE KIRILOVICH BEZUJOV


Diles todo esto, alma mía, para que lloren en este
valle de lágrimas y así te los puedas llevar hacia Dios,
porque del espíritu de Dios será lo que les digas
si lo dices ardiendo en caridad.

San Agustín


Yo también quise una prueba
de Dios, y lo reté a duelo
con preguntas, pero el cielo
no me dio la vida nueva.
Yo me dije: nadie lleva
prefijado el desafío
pero, Dios, ¿por qué este frío
espiritual, esta débil
mirada de niño flébil
e inútil frente al Vacío?

Yo quise ignorar la broma
fantasmal de lo primario,
ponerme un escapulario
y dirigir hacia Roma
la vista. Yo estuve en coma
en la sala del prejuicio.
Me deslumbró el artificio.
Reverencié una pintura
y busqué a Dios en la holgura
lúbrica del precipicio.

Pretendí ver a Jesús
en los siniestros iconos
de los templos, donde Cronos
me apartaba de la Luz.
Per
o el tiempo lleva sus
criaturas por un trayecto
inefable y lo incorrecto
es pensar que hay una ruta
donde la muerte absoluta
habla un idioma perfecto.

Dios marchaba, sin embargo,
conmigo, y yo estaba ciego;
invocándolo en el fuego
de San Francisco, en el largo
silencio de mi letargo
como una oración de esperma
derritiéndose en la yerma
dimensión del vaticinio
y la voz del raciocinio
era una ciudad enferma.

Yo no estaba solo, Pierre.
Él nunca nos abandona.
Soportar una corona
de espinas para caer
y levantarse, es nacer
con el Padre, y los que eligen
su puerta, al invierno exigen
que concluya, que sea breve
la caída de la nieve
incorrupta del Origen.


20-21 de marzo de 1998

Para Elizabeth Rivas y Alberto Garrido.





APROPIARSE DE TODO


descentrar el vacío ontológico
que condena a los entes a ser entes
y no su anulación / mediante el macrotexto
edificante / el espasmo global / la sacudida
suma y tamiz del diáfano corpúsculo
intocado / no azar / no concurrencia
de clásicos arrimos / operar en la fábula
con los atuendos de la fábula / sin la frivolidad
que espejea aparente genealogía del cosmos
avistar una ínsula que tache
teleológicos ritmos a través del fragmento
para ascender a un epos libidinal
ubérrimo / son escalas tendidas
desde la piedra al vasto
telar de lo absoluto donde la reescritura
de la verdad poética
designa a cal y canto la redención
posible.




AUTODEFENSA DE CAYO MECENAS


A mis amigos romanos Sexto Propercio,
Virgilio y Horacio.


En su oscura pagoda deslumbrante
el maestro deplora manuscritos
lerdos, a posteriori de otros mitos
cifrados en la piedra por un Dante,
un Homero o un ciego vigilante
entre feraces libros. El maestro,
cuando concibe, no prevé el secuestro
que con vestuario de aprendiz se oculta.
A pesar de su continencia adulta
no aprende a desconfiar del menos diestro.

Como una idea intemporal lo absorbe
no tiene tiempo para la riposta.
Si otros agreden, él no los denosta
con fatuidades, les opone un orbe
de bonhomía, una pasión que estorbe
a los que ven fortuna en lo macabro.
Urdir traiciones contra il miglor fabro
que te sostiene, es un taimado vicio.
Lograr que se sostenga el edificio
sobre un puñal, atrae el descalabro.

Experto en subterfugios, el copista
mutila el ave para hallar la esfera,
rastrea lo profundo y considera
que sólo con nombrarlo lo conquista.
Vengarse del maestro, ser la arista
menos visible de la envidia, al precio
que tenga que pagar. Fingir un necio
alegato optimista contra males
recubiertos con íntimos cristales
para no ser el blanco del desprecio.

¿Por qué muerdes la mano que te empuja
hacia el sagrado resplandor? ¿Qué sorna
ancestral te posee y te trastorna
cuando escuchas al prójimo que estruja
vocablos en tu ecléctica burbuja?
Travestido de irónico aquelarre
intentas maldecir a quien desbarre
de tus chanzas e irónicas leyendas
y aún pides que tus pálidas contiendas
contra la humanidad, alguien las narre.

Ignorar a los otros. Ser un dios
sin altazores. Clavetear la ciencia
con alfileres y negar la esencia
que pergeña el maestro. Ser atroz
e inocente diablejo. Total. Dos
partes de cualquier cosa, es necesario.
Sostener la mirada del templario
y que venga el aplauso, la clausura,
el vino, el privilegio, la impostura.
Ser la especie más rara del herbario.

Apropiarse de todo lo apropiable
y acusar de plagiario al que te observa
diseccionar tus frases en conserva.
Traicionar. Traicionar lo intraicionable.
No eres un fraude. No. Tú eres amable.
El déspota es el otro que te ignora
cuando hurtas su espada bienhechora.
¡Si habrá que tolerarte encubrimientos
de veleidades y ofensivos vientos
que habitan en tu caja de Pandora!

Qué perniciosa y natural costumbre
de advertir en los otros tus carencias.
Qué magna procesión de incongruencias.
Qué bufonesco ardid bordea la lumbre.
Augusto: el que se inmola por la herrumbre,
su propia escoria inicua lo estrangula.
No te ensañes, por Dios, recapitula.
Acércate desnudo al que te nombra.
Un árbol retorcido no da sombra.
La fe sin obras no te salva, anula.




HISTORIA DE CRUZADOS


Poeta, tú no cantes la guerra; tú no rindas ese tributo rojo
al Moloch, sé inactual; sé inactual
y lejano como un dios de otros tiempos,
como la luz de un astro, que a través de los siglos llega
a la humanidad.

Amado Nervo


Yo no puedo escribir sobre la guerra
porque sólo conservo en la memoria
falsas reproducciones de una historia
que a veces mi optimismo desentierra.
Concebir esta página me aterra
como pensar que pude haber caído.
Las guerras no rebasan el olvido
y cualquiera es un héroe o un cobarde.
A mí no me llamaron. Ya era tarde.
Los últimos soldados se habían ido.

Eufóricos y osados ante el ruedo
a todos nos cegó la misma farsa
y avanzamos, detrás de la comparsa,
como en un carnaval de sangre y miedo.
Sólo cuando la Muerte mostró un dedo
dejaron de caer los gladiadores
entre perdonavidas y traidores
y se tornó la guerra paradigma.
Sólo cuando la Muerte fue un estigma
terminó el ajedrez de los mayores.

Para la guerra siempre hay un motivo.
El rapto de Briseida es un estorbo
universal, una ración de morbo
interminable en el siniestro archivo
de césares y brutos. Estar vivo
es un error de cálculo execrable.
La guerra no es un virus incurable,
pero a todos los hombres nos contagia:
unos querrán que empiece la hemorragia,
otros, que no castiguen al culpable.

Ninguna vida salvaguarda un verso.
A nadie un verso la razón despierta.
Tanta grafomanía desconcierta.
Ninguna causa vale tanto esfuerzo.
Podrá cambiar la guerra el universo,
pero no sanará ciertas heridas.
Aunque de difidentes y homicidas
estén llenos impúdicos acrósticos,
persistirá el horror de los agnósticos
y crecerá el placer de los suicidas.

Agresores y aliados: neandertales
que año tras año van a las cruzadas
con la cifra infinita de sus nadas
a cuestas, como dones teologales:
los fanatismos también son fatales
como esperar en desolada orilla.
¿Tendremos que ofrecer la otra mejilla
y recibir, con júbilo enfermizo,
el vacuo resplandor del Paraíso,
la perfección que muere de rodillas?

Si al menos tú pudieras, Padre oscuro,
explicarme qué férula ilusoria
despierta en ciertos hombres la mortuoria
idea de enviar hacia lo impuro
de un supuesto principio al que más duro
pueda blandir la espada y al convicto,
si al menos tú escucharas lo interdicto
por el futuro mártir que simula
obedecer al que lo manipula
seguro impedirías el conflicto.

La guerra, para mí, fue un comentario
y el temor de mi padre al documento
que no firmé. La guerra fue un invento
para que no durmiera el vecindario.
Repasar sin aliento algún rosario
a nadie exoneró del crucifijo.
Alguien también lloró y alguien maldijo
a los que regresaron sin medallas
y a los que dirigieron las batallas
de donde no volvió, jamás, el hijo.


Para Carlos Esquivel Guerra.






DIATRIBA CONTRA LA DÉCIMA


¿Quién comprenderá que fuimos autorreferencias grávidas,
urdiendo estrofas impávidas para probar que existimos?
¿Quién negará que accedimos a una yoidad discursiva,
que a la ínsula intuitiva y errática del comienzo
le opusimos, in extenso, una era intelectiva?




LO PEOR PARA UN POETA
ES METERSE EN CASA DE LA PUREZA,
LA PERFECCIÓN, LA ETERNIDAD
Y
EL INFINITO. TAMBIEN EL ARTE
SE AHOGA ENTRE SUPERLATIVOS


Vivir atormentado de sentido…
Fito Páez: “Al lado del camino”


¿Estoy en el universo
de paso? ¿Soy lo que ignoro?
¿Qué me empuja a este desdoro
ideológico? Converso
o heresiarca voy, disperso,
hacia el Vacío (¿Pascal?)
¿A quién le robo este mal
razonamiento, esta facha
de filósofo que tacha
cualquier verbo emocional?

Desconozco las fronteras
de la contención, me ufano
por revelar, de antemano,
intelectivas esferas
y me quedo en la rivera
de un monólogo imperfecto.
No vislumbro el idiolecto
que quiero fundar. Tal vez
no lo halle nunca, y después
perdure un virtual efecto.

Dominante dominado
por una trama de citas
sin notas, retomo escritas
frases por mí, en el pasado.
Soy todos los que han quedado
vivos en páginas muertas.
Soy sus odios, sus inciertas
interrogaciones mudas
y abandonaré esas dudas
clavadas en otras puertas.




EL ABUSO DE LA LITERATURA


Para poder vislumbrar lo esencial
no debe ejercerse ningún oficio.
Hay que permanecer tumbado todo el día,
y gemir...

Cioran


Reo de la incompletez,
busca el poeta una esencia
que anule la insuficiencia
peculiar de su avidez.
Subsumido en la embriaguez
hipertélica, redacta
a tenor de la inexacta
realidad, el argumento
que produzca un nacimiento
sobre la cuartilla intacta.

Virtual y perecedero
el intertexto infinito
desnaturaliza el rito
de intentar lo verdadero.
Toda escritura es un mero
acto de fagocitosis.
Incorporar una dosis
de subversión al poema
es como elidir de un tema
literario, la psicosis.

El inquietante diseño
del río que se disuelve,
la palabra que no vuelve,
la desmateria del sueño.
El eidos de lo pequeño
extrabarroco, el precario
y alucinado inventario
de olvidadas escrituras,
¿resistirán las futuras
aguas de lo fragmentario?

Fundar una resistencia
sobre las ruinas del orbe,
desalentar lo que absorbe
el azar, como conciencia,
y escindir de su inmanencia
cognitiva lo imposible,
para que el inmarcesible
paraninfo escritural
más que exceso de lo Real
sea carne de lo invisible.




DIATRIBA CONTRA LA DÉCIMA.
ENSAYO DE
REINTERPRETACIÓN



INTRODUCCIÓN


En medio del aquelarre amorfo y asinartético, legitimar lo poético desde la métrica, barre toda lógica a quien narre el discurrir de una estanza. Lo clásico se remansa y, en la abulia aristotélica, medra una apetencia bélica, según lo estólido avanza.

Fracasan las catedrales octosilábicas. Dura bien poco la arquitectura milimétrica. Fatales, los aedas inmortales, atraídos por la sima del metro que los anima, persisten en el ludibrio de buscar el equilibrio en el tedio de la rima. (1)



DESARROLLO


Salvo trópicos (2) ubérrimos y hechizadas cantidades (3), argucias y veleidades pueblan los cauces misérrimos de la estrofa. Los acérrimos juglares y los escribas, de ascendencias emotivas y de linaje sonoro, multiplicaron el coro ahogado de preceptivas.

La sublimación del estro emancipatorio, el sacro devenir del simulacro fundacional, un siniestro replanteo de lo nuestro como discurso hegemónico. Un plañir decimonónico entronizó el indianismo, y el seudonacionalismo derivó hacia un ismo crónico.

Neovanguardias reprimidas por telurismos endémicos, subvirtieron los polémicos esteticismos suicidas. Y paradojas vencidas, por sediciosas tendencias, diagnosticaron urgencias contra una época fatua que desestima a la estatua y sacraliza apariencias. (4)

A pesar de intelectivos diálogos con la neblina, hay una estirpe que arruina los deslindes radioactivos de la poiesis. Altivos coristas de burdo apego a la emoción, desde el ciego ejercicio de la inopia, alientan la vulgar copia gregaria de su alter ego.



CONSIDERACIONES FINALES


Se impone olvidar el pánico absurdo del hermetismo y borrar el aticismo de los clásicos. Satánico, comienza un lapso inorgánico de negación. Preterida, la estrofa comprometida con el destino insular, de una vez debe integrar la sucesión sumergida. (5)

La realidad debe ser tornada espíritu. El dolmen ha de sentir que lo colmen nuestros responsos. Volver a lo cerrado, acceder enardecidos, no obstante.

Enfrentar el verso errante a la incertidumbre tétrica, y devolver a la métrica su plenitud irradiante.



1.- El hecho de la que la mayoría de los cultores de la décima espinela en Cuba se mantuvieran apegados a la tradición del canto a naturaleza cubana y a la exaltación del campesino, como sujeto marginado o transformador del entorno rural, conspiró contra la recepción de corrientes, tendencias, etc. provenientes de las vanguardias artísticas del siglo XX.

2.- Trópico (1930) de Eugenio Florit.

3.- La obra en décimas de José Lezama Lima constituye un cuerpo sin precedentes en la historia de la décima cubana, por su ruptura ideoestética y formal respecto a autores y obras anteriores. Sus décimas se apartan de la saga del siboneyismo en nuestras letras, y del neopopularismo que tendría en Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) a su máximo exponente. Al diseminar la décima por toda su obra, el autor de Paradiso dignificó la décima, debido a que la ubicó a la altura del resto de su creación, por lo que la estrofa, que ha sido vista como “la hija menor de la poesía”, con Lezama alcanzó los “cotos de mayor realeza” a los que aspiraba. Hay que significar, no obstante, que el hecho de que la décima aparezca integrada a la totalidad de la obra del poeta, y no formando un cuerpo único, influyó en la incompletez de la imagen del Lezama decimista que quedó para la historia de la estrofa nacional.

4.- Uno de los momentos de mayor autenticidad para la décima escrita en nuestro país fue el protagonizado por el Grupo Orígenes, sin embargo, el hecho de que las estrofas escritas por los autores integrantes del mismo aparezcan repartidas a través de sus obras no permitió tener una visión más exacta del fenómeno.

5.- A pesar de que los rasgos de la décima escrita en Cuba por las promociones más jóvenes de poetas en las últimas décadas del siglo XX y los años iniciales de la centuria XXI son: la ruptura respecto a la tradición del canto a la naturaleza cubana, la intelectualización del discurso, el profuso empleo de encabalgamientos, la manifiesta voluntad de renovación en cuanto al par dialéctico contendido / forma, la preocupación por eliminar virtuales fronteras entre el verso libre y el rimado, la búsqueda de intensidades líricas elevadas y el subrayado interés por reflejar las circunstancias socio-históricas del país, con una visión totalmente desprejuiciada, es imprescindible la relectura del fenómeno decimístico insular por parte de poetas y estudiosos, para dar un vuelco sustancial a la estrofa del Cucalambé y Naborí y garantizar su supervivencia.



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MATERIA COGNOSCENTE


Los paradigmas han muerto.
Ardieron los incunables.
Ya no hay templos profanables.
Edipo es un nombre incierto.
Los ladrones del desierto
van tras el mismo fantasma
que los exaspera. Pasma
la ontológica presencia
del que vislumbra en la ciencia
un canon que no entusiasma.

Eclécticos y agotados
como lo informe, asistimos
a una época que vimos
mantenernos alejados
de las esencias. Aliados
eternos de la retórica,
sobre la columna dórica
de la tradición ustible,
supimos que era posible
quebrar la visión histórica.

Alguien se proclama hereje
desde un consciente hibridismo
que acentúa el espejismo
de los demás. Alguien teje
sus miserias, y refleje
o no el horror de la turba
triunfará, porque una curva
excita más que una recta,
y ante “lo nuevo” una secta
de mediocres se masturba.

Novedad: yo te conmino
a que te resemantices.
Connotados aprendices
estereotipan lo indino.
Postmodernos de anodino
rostro, mezclan ilusorias
existencias aleatorias
en aras de que la gnosis,
preserve de la psicosis
sus torpes combinatorias.

Incertidumbre teórica.
Disolución del lenguaje.
Estafa = homenaje.
Melopea metafórica.
Neofilósofos de eufórica
vanilocuencia sin ismo,
pecan de irracionalismo
y se atrincheran en Job,
para disfrazar lo snob
de anticonvencionalismo.

Nobles o cínicos, góticos
émulos del alambique
conceptual, contra el que indique
otra ley, somos despóticos.
Hermeneutas y semióticos
propician que el mundo sea
una proverbial marea
de materia cognoscente
que cambia, al cruzar el puente
entre la forma y la idea.

Esporádico y fortuito,
traza el hombre en las paredes
de su caverna, las redes
gnoseológicas del mito:
un animal infinito
que prolonga el aislamiento
del cazador, un momento
de agonía interminable,
en la burda y reciclable
memoria del desaliento.

El hombre es el correlato
del mundo tardomoderno:
quiere negar el infierno,
pero su infierno es innato.
Su existencia es sólo un dato
legitimable, una fecha
aproximada, en la estrecha
rueda civilizatoria,
algo que siembra en la historia
el germen de la sospecha.

Ya el hombre no es la medida
de todas las cosas. Drástica
es su manía sarcástica
de resistir, pero olvida
su alienación contenida
en el devenir despótico
de la sociedad. Caótico,
quisiera huir de sí mismo,
pero su antropocentrismo
lo volvió necio, y exótico.

Es volitivo y simpático
no padecer la belleza.
Si un filántropo progresa,
será mendaz y tanático.
Un siglo melodramático
queda atrás. Otra centuria
exige una nueva furia
a base de nuevos códigos,
¿pero cuáles hijos pródigos
cambiarán la noche espuria?

Fastos de eterno retorno
tras la epistemología
de la sociedad (Cabría
preguntarse si el trastorno
es sólo un pan que en el horno
se quema, o es un patético
vanguardismo) ¿Es tan herético
comprender que no resulta
disparar la catapulta
desde un porvenir hermético?

Hay que desnudar la saga
occidental, es preciso
desterrar el enfermizo
discurso, y la tenaz plaga
mimética que nos traga.
Hay que entrar en el posludio
de una era en que el repudio
a orfismos identitarios
nos convierte en adversarios
del teleológico estudio.

Modernólatras de feria,
urden un abracadabra
que convierte a la palabra
en ardid de la miseria,
sistematizan la histeria
performática: atributo
de un epos irresoluto,
que funda su propia mística
en la conciencia agonística
temporal, que acrece el luto.

Una edad se autoproclama
ulterior y adscribe axiomas
leotrópicos, que son bromas
del astroso panorama.
Todo reposa en la trama
epocal donde, inseguro,
viaja el hombre hacia lo oscuro,
y, émulo de Nostradamus,
persiste en el gaudeamus
autófago del futuro.


Para José Luis Serrano.




SOBRE CASA DE MUERTOS


Frente a la absoluta unidad, la absolutez: condición cínica del texto. Agua en tensión. Verticalidad vs horizontalidad, en el emplazamiento pitagórico, borra lo autobiográfico. Duelo demiúrgico: el escriba y su ofrenda comparten el descenso. Raíz mitopoética que (re)mitologiza un tiempo ahistórico. Ámbito del origen: neotransmutacionismo del escriba. Descenso: interacción de la palabra con el reino anulante de la imagen. Lo simbólico como provocación. Lo mitológico como alegoría. Dionisíaco / apolíneo. Frente a la absoluta unidad, lo (des) armónico. La negación de lo inmutable.




GÉNESIS


En el principio fue el ente velado,
lo incognoscible:
onticidad invisible que autoniega lo aparente.
Lo poético inmanente por desocultar,
la forma traslaticia
como norma profanable.
En el comienzo fue el Lenguaje,
y el intenso devenir,
que lo transforma.




CONCEPTOS POR TRANSCODIFICAR


La creación. Lo disperso
desnudo. Símbolos. Letras.
En el vórtice penetras.
Nómada del universo.
Tu discurso es el reverso
embozado de un paisaje
indescifrable. Andamiaje
sensitivo que traducen
los signos, que te conducen
a un recóndito lenguaje.




TAUMATURGIA


Erguido como el adánico
mártir de un reino perdido,
busca el demiurgo un sentido
perdurable a lo satánico.
Extraer del hondo pánico
al Misterio, un epistema
novedoso, es el problema
de su angustia cognitiva,
por nombrar una exclusiva
realidad en el poema.




ANAGNÓRISIS


Noche dual: extrañeza
del solitario. Distancia
que el hombre y su circunstancia
ontologizan. No cesa
la creación, pero en esa
dicotomía hilarante,
se reconoce mediante
ecos de una ausencia oscura,
y un ritmo interior que abjura
de la sombra dialogante.

La noche de lo absoluto
se alimenta de sí misma,
se babeliza, se abisma
en el cuerpo irresoluto
del poema: pleura y fruto
de una materia fugaz.
Lo absoluto es un disfraz
de conceptos incapaces
para contener las frases
que nadie ha escrito jamás.




HERMETISMO SUPRASENSORIAL


En la sombría dinámica
que la razón prostituye
la palabra se diluye
como una empresa mecánica.
Lo real que se destruye
es un fragmento impreciso
del lago, donde Narciso
reta a Heráclito. En las sombras
yace el paisaje que nombras,
y el fragmento escurridizo.




CONFINAMIENTOS


Poeta gran dios semantiza lo híbrido. Según Pasternak, la literatura... ir en busca del grial a toda costa. Existir no amputa mascaradas / dómine. En el subterráneo accionar del intelecto, escarban frases muertas: acecinar proyecto de transgresión. Creación = pantomima. En realidad dónde radica inicio creacional? Lo dispersivo que precede al big bang de la metaescritura? La mustia operación de confinar. Contrasospecha. Amputar la vehemencia como garantía. Lo autoparódico grotesco, servido en catacumbas? La aberración paradigmática?




DECONSTRUCCIÓN


Deconstruir un paisaje
literario, hacer el juego
a la intolerancia, y luego
incorporar un lenguaje
hostil, presupone el viaje
que la razón estructura.

PLACER-HORROR-DESMESURA
se unifican, y contagian
a los entes que presagian
la muerte de la escritura.




DEMIURGO


Sensorialmente incapaz
para detener el curso
de la historia en su discurso,
el poeta es un jamás
corporeizado, mordaz
ser dialógico, en perenne
profanación de lo indemne
vertido en un orbe incierto.
Voz que clama en el desierto
la traición de lo solemne.




TODA PERFECCIÓN ES SOLITARIA


¿Y la sustancia poética
qué límites del desprecio
retórico hiende? Un gesto
del demiurgo es la extrañeza
ante un oficio que resta
claridades. Frente al cosmos
lo perecedero es sólo
tautología. La imagen
escindida borra el hambre
fugaz, de quien busca el Todo.

¿Qué sucesión de intemperies
atravesar, qué palabras
de reciedumbre inasible
conjuran la delirante
resistencia inmaterial?
¿Qué enceguecidos desórdenes
denostan el aire efímero,
donde lo perfecto anuncia
sus imposibles mansiones
de luz discreta y audible?

¿Tornar al barro, al instante
de la arcilla inteligible,
para disolver preguntas
en extremo incomprendidas;
superar las antinomias
que la conciencia del fatum,
por desnuda cercanía
con el árbol primigenio,
fundó en la noche del ímpetu,
afirma lo intrascendente?




UN PROMONTORIO OSCURO


Ante la página, una línea: X. El término. Un promontorio oscuro. La esquizofrenia del hablante. Textos de ascendencia impersonal. Las fieles paranoias. Muertas? Deslizamientos. (De)construir historias por lo pronto sólo merece un fin: burlar la línea ante la página. Tumefacción. Tumefacción. El cuarto círculo. Aproximarse a los contornos. El erial. En los bordes alguien redacta epítomes. Reafirma el comienzo como parodia de estilo sin estilo. Una línea: X? Negado el Eros, corte transversal a la invención.




LÁPIDA


(Décima boomerang)


POR UNA SUERTE DE BENEVOLENCIA APARENCIAL, ALGUNOS LEGITIMAN VOLUMEN TRAS VOLUMEN, OTROS RIMAN O ANARQUIZAN PALABRAS, SIN URGENCIA. ENTRE AMBOS GESTOS MEDIA LA OBEDIENCIA AL ORDEN, DESPUÉS JUZGUE LA BORRASCA DE LA TEXTOLOGÍA, LO QUE NAZCA: INÚTILES PARODIAS O INCONSCIENTES ESCOLIOS, QUE AL FINAL, SÓLO INSURGENTES VERSOS, ABDICARÁN DE LA HOJARASCA.




FUNDAR SOBRE LA ARENA MOVEDIZA


Superar la ingravidez discursiva y las esencias que soportan existencias vacuas, negar la aridez escindida en el doblez de lo fértil, en la poda consustancial a una moda letal del insularismo, que devuelve al arcadismo la libertad del rapsoda. Vencida por los apólogos de la futurología, siempre falla la teoría ambigua de los astrólogos. Proliferan escatólogos, en aberraciones diestros, y predominan siniestros personajillos con prótesis mentales, que urden hipótesis burdas, sobre los ancestros. Atribulados sofistas, de un presente nada heroico, en su limbo paranoico tergiversan las conquistas teleológicas, y autistas, devotos del egotismo, niegan el antagonismo: ente versus sociedad, como si la realidad encubriese el fatalismo. Zahoríes de renombre, profetas del espejismo sociológico, ante el mismo dilema: entender al hombre. Una sociedad sin nombre medra, umbrátil y abisal, y grafólogos del mal, de naturaleza ecléctica, sostienen que la dialéctica no es un dolo existencial.




LA INGRÁVIDA ESTRUCTURA


Libre de las estructuras (Lévi-Strauss) irreverente, alguien busca un referente detrás de las ataduras del poema y sus molduras. Alguien ignora mediante qué código desafiante, nace el Otro de Rimbaud; si al fin se desvaneció un yo de aspecto inquietante, un nosotros obsoleto, legitimado en la forma que lo histórico deforma. Libre del ente incompleto, hipostasiado en el reto de escribir, niega la décima esa ucronía tan pésima que es la muerte del sujeto.




DELIGTH


El placer que lo imperfecto
causa, es un dictum innato
de los sentidos, un grato
antidualismo, un trayecto
desde el dolor como efecto
de la “terribilidad
poética”, hilaridad
que un yo de estirpe inefable
vuelve desretorizable,
amén de su “yoicidad”.




SOBRE CASA DE MUERTOS


Justo a orillas del Gran Viaje
abolidas entelequias
asisten a las exequias
horrísonas del lenguaje.
Todo no es dolor ni oleaje
ontogénico. Hay un cisma,
mirado a través del prisma
de la realidad poemática,
y una soledad traumática
que empieza por un sofisma.




LOS VIEJOS MITOS


Los viejos mitos se hunden.
Enunciados por la lírica
entran en la zona empírica
del metatexto (confunden
los epistemas). Redunden
o no en contra de una era
que disuelve la barrera
entre el azar y la historia,
ya no puede la memoria
salvarlos de la frontera.




LA ANGUSTIA DE
LAS
INTERTEXTUALIDADES


Ante la página escrita
el arquitecto celebra
haber rozado una hebra
de la sustancia infinita.
Pero el goce que suscita
el fragmento, es aparente.
Una cámara inconsciente
de ecos (Barthes) destruye
la ilusión de algo que fluye
sin tiempo reminiscente.

¿Cómo opera la verdad
que subyace en la penumbra
precreativa? ¿Cómo alumbra
los cotos de realidad
poemática? ¿Qué ansiedad
simbólica transubstancia?
Si presupone una errancia
y un reflejo de lo abstracto,
en la intelección del acto
misterioso ¿quién la escancia?

¿Ser una imagen, la punta
gnoseológica del juicio
original? ¿Ser un vicio
lingüístico, una pregunta?
¿Ser la reducción presunta
del arquetipo, un desvelo
fluctuante? ¿Ser el modelo
de una epistemología
inconfirmable y sombría?
¿Ser el cálculo y el vuelo
subitáneo del idioma,
o asumir como una broma
el arcádico desvelo
renovador? ¿Qué consuelo,
al lírico padecer,
puede el aeda ofrecer,
si una época estrambótica
enuncia como semiótica
la monstruosidad del ser?

Ceñido a la perspectiva
del corpus metatextual,
lo invisible irracional
adquiere una forma viva. (1)
La sustancia intelectiva
cristaliza en el proceso
inquietante del regreso
en metafísicas naos,
a la subversión del caos
entendido como exceso.

El caos, un referente
incómodo, en la precaria
realidad originaria
que transcodifica el ente.
Lo autotélico insurgente,
anula la inconsistencia
de una platónica herencia
sustentada en lo emotivo,
y funda un orbe nocivo
del ser como resistencia.

El texto: erial, obituario,
efecto, duda, sospecha,
error sensorial, estrecha
catacresis, cinerario
recipiente imaginario
donde Tántalo agoniza,
desorden que corporiza
el orden, metamorfosis,
aberración de la gnosis,
elogio de la ceniza.

Detrás de la arquitectura
del poema, un visionario
sujeto, trama el rosario
simbólico: la impostura.
¿Se opone la noche oscura
de San Juan, a la moderna
estética sempiterna
de Machado? A quién le importa,
si el texto sólo reporta
una frustración eterna.

Basta ya de simbolismo.
Decir es una falacia
travestida, una desgracia,
un claro filoneísmo
epocal, un atomismo
en tensión. Ni permanece
lo fugitivo, ni ofrece
la emoción otro trayecto.
Sometido a su intelecto
el poietés desfallece.

Condenado a la blancura
del cartapacio, a la frase
artesanal, lo que nace
integra la desmesura.
Lo intraducible conjura
lo traducido. La fuente
origina el recipiente
entronizado en la praxis
de una intrépida sintaxis
que lo invisible desmiente.

Harto de filosofemas,
el poeta manipula
su inconsciente, y disimula
para que parezcan temas
novedosos, los sistemas
tautológicos que invoca;
mientras empuja la roca
de la tradición nefasta,
que casi siempre lo aplasta
sin trascender lo que toca.


Para Alberto Figueiras.


1.- Un texto citado para ejemplificar el fenómeno de la intertextualidad en la décima, en este caso proveniente del cine, es “Alucinaciones de otro paciente Inglés”, poema basado en la novela de Michael Ondaatje y en el inolvidable filme de Anthony Minghella.

LA JOVEN EN LA CUEVA DE LOS NADADORES (CON VOZ ESTENTÓREA): Estoy aquí, donde la luz no llega. Me acompaña el silencio de la gruta y un libro indescifrable que refuta la soledad. El tiempo se disgrega entre las piedras que el olvido riega y no puedo escaparme del Vacío. ¿Por qué no viene nadie? ¿Por qué río si las últimas fuerzas me abandonan? Las palabras que escribo me traicionan. Afuera hace calor y tengo frío.

EL OTRO PACIENTE: Hana: léeme un poco, hasta que muera. La sombra está cubriendo el monasterio y yo no puedo más con el imperio de la infelicidad que me lacera. Ella está en la caverna, yo en la espera de una luz que me guíe hasta los rudos petroglifos insomnes como agudos recuerdos. Ella duerme en la colina, sin lámparas de auxilio ni morfina para avivar sus antebrazos mudos.

HANA: Aumentaré la dosis que me pides, contra mi voluntad. Después de todo yo no soy más que el último recodo, y nada impedirá que tú me olvides. He alargado tu vida con ardides, pero la vida no es ninguna treta que puedo prolongar bajo la escueta mirada de la niebla que me apura. Adiós! Vete con ella hacia la oscura inmensidad. Yo fui tu marioneta.




ATORMENTADO DE SENTIDO


descender / discurrir
en lo solar / en el desierto / entre las sombras
transitivas que acedan las palabras / el ámbito
de y contra lo brumoso
perceptible en legiones de espejismos / para sostener
el candelabro/ la rosa de wells/ el graal.

hacia la encina de cibeles
hacia el anillo gnóstico
hacia la vastedad del nacimiento

desciendes / antípoda /
alma - halcón de la noche
porque es hora de arriesgar el laberinto
y bajar
quijano
a las fraguas de la contradicción
y de la duda
a la imposible gruta de montesinos
como un demente alabardero de dios.




DISCURSO PERIFÉRICO


Contra la mímesis,
contra la aparente audacia periférica,
el centro desligado de viles estructuras.


Lyotard: lo postmoderno es ilusorio.

¿Problema? ¿Transgresión?

A-B-U-R-R-I-M-I-E-N-T-O

La creación no suple el aislamiento de los contemporáneos / El velorio de la modernidad es más notorio / en su espectro ideológico / Un retrato / desde lo transhistórico / es inmundo.

¿Es necesario hallar, en lo profundo,
los nuevos paradigmas del relato?




ESPACIO INTERIOR


Vivo un espacio interior
y un tiempo que apenas fluye.
¿Seré esa conciencia que huye
hacia un mundo superior?

Alberto Figueiras


Toda pregunta es un mito
que rebasa la memoria,
su encarnación en la historia,
su noción del infinito.
De preguntar está ahíto
el hombre y, sin dudas, halla
respuestas,; pero que vaya
a comprenderlas es falso,
porque siempre hay un cadalso
al final de la batalla.

Su batalla: el desconcierto
de imprimir sobre la roca
la anulación que le toca
por herencia. Estar despierto
como el mar ante lo abierto
y desmesuradamente
contradictorio, es urgente;
pero lo abierto refuta
que no hay verdad absoluta
más allá de lo existente.

La realidad no es frugal
porque esté en la superficie,
ni porque con ella inicie
el cerco de lo fatal.
La irrealidad de lo Real
nos impone el desafío
del heraclitano río
larval como el Alma Mater,
para no entrar en el cráter
que nos conduce al Vacío.

No hay pasado ni futuro,
y saber de dónde viene
la humanidad, ya no tiene
importancia. Es inseguro
formular otro conjuro
como deshacerlo. El reto
está en violar el decreto
absurdo del porvenir,
no en el acto de asumir
la vida como un secreto.

No hay secretos. Todo ha sido
reinvencionado. Por obra
de lo Innombrable, recobra
lo no nombrado sentido.
Renombrar lo que ha perdido
vocación de permanencia
no es humano, en apariencia,
sino un destino diverso
y único del universo
para proteger su esencia.

Pero renombrar lo escrito
por la tradición vehemente
significativamente
implica anular el mito,
elidir el monolito
verbal y fosilizado.
Lo que puede ser nombrado
con palabras y abolir
la sospecha de existir
deberá ser renombrado.

¿Cuál es la esencia del Todo?
¿Acaso es otra pregunta
hundida en alguna punta
de la realidad? ¿No hay modo
para evadir el recodo
intelectivo? ¿Escapar
de tal hábito es errar,
por temor a que un naufragio
se convierta en el presagio
de que no existe el Azar?

¿Qué es lo profundo? ¿La audacia
aparente o el dominio
ulterior del raciocinio?
¿Qué es lo profundo? ¿La Gracia
concedida o la falacia
del hombre contemporáneo?
¿El asombro momentáneo
que nos produce un requiebro?
¿El corazón? ¿El cerebro?
¿La eternidad? ¿Lo instantáneo?




ATORMENTADO DE SENTIDO


A pesar de sí mismo y los fracasos
que corrompen su espíritu nihilista,
con la paciencia de un miniaturista,
alguien busca el sentido de sus pasos.
Los símbolos que ha visto son escasos
y no lo asiste su clarividencia
para diseccionar la resistencia
de los significantes ontológicos,
ni puede comprender los paradójicos
axiomas que proscriben su existencia.

Traducir, entender, fijar la esencia.
Reinvencionar un universo exhausto.
Venderle el alma al diablo como Fausto.
Transgredir lealtades con violencia.
El hombre se resiste a la inocencia
porque su vanidad lo ha vuelto crítico.
Azorado ante un reino tan mefítico
que lo reduce a un pálido argumento,
ni las falacias del conocimiento
le pueden aliviar su dolor mítico.

La luz suprasensible que bordea
el alma de las obras del vidente,
la santa indiferencia del creyente,
el icono contrito que gotea.
La conexión superflua de la oblea
con textos donde exigen que desuelles
al prójimo, la ciencia de los reyes
para ordenar quién muere en el combate,
el parafernalismo del orate
que, al suplicar monedas, dicta leyes.

La predisposición de la creatura
a integrar las heréticas legiones
de la contemplación, le otorga dones
administrados por la dictadura
de un ser incognoscible. La fisura
entre el Uno y su copia, es un exceso.
¿Quién es el heresiarca: el más poseso,
el sibarita o el bifronte abad?
Esclavizado por la inmensidad
de Dios, el hombre es un monarca… preso.

¿Para qué desgastarse en palimpsestos
que no devolverán una milésima
fracción de plenitud? ¿Por qué esta pésima
manía de volver sobre los restos
de la felicidad? ¿Pueden los gestos
desempañar la imagen promisoria
que anebló la tristeza? Perentoria
respuesta busca el hombre a lo capcioso,
a pesar de sí mismo y del astroso
dislate incomprensible que es su historia.

Desconocerse en una larga fila
de imágenes: angustia del ignaro.
Morir, sin entender el desamparo
que es la posteridad, nos aniquila.
¿Y es que hay algo anterior, que no asimila
un ámbito del post, de lo no ha sido,
aunque ya fue sin dudas? Desprendido
de un suceder que no sucede, el ente
no aspira a ser del iceberg la demente
visión, sino el cristal que yace hundido.

Señores: no es que arrecie lo inconexo
de la modernidad, ni que las rosas
ya no tengan sentido, es que las cosas,
por inactividad, pierden el sexo,
y entenderlas requiere hallar un nexo
con su origen oscuro. De algún modo
las cosas retroceden, van del lodo
genésico al Aliento que edifica,
y se destruyen frente al mar que abdica
para anular lo idéntico. Eso es todo.

Como el pretexto que en la alquimia el sabio
arguye, convencido del misterio
que lo perpetuará, prudente y serio,
un fantasma consulta su astrolabio.
Honda es la noche que desvela al sabio
y al necio aturde con visiones mudas.
Serio y sobresaltado como Judas,
que nunca probará su aperitivo,
en algún aposento intelectivo
alguien siempre es vencido por las dudas.

Por todos los aedas libre Homero
hexámetros de díscola sintaxis,
y alguien le rectifique que la praxis
en soledad no es rito valedero.
¿A quién preposterarle el desafuero
semántico? ¿A quién mostrar un hilo
para que Egeo duerma más tranquilo,
cuando a la embarcación la empuje el austro?
¿A quién llevar, con devoción, al claustro
las aniquilaciones del estilo?

Agotados discursos sin idioma
—los ineptos definen y reducen—.
Sólo hondos espíritus traducen
el cansancio aparente que retoma
su verbal mármol de una edad en coma.
Sólo entelequias ven lo pitagórico
como una plenitud de lo teórico
y no como cancela del lenguaje.
Hay un sentido oculto, hasta en el viaje
interior, del instante metafórico.

Si ya todo está escrito, si se abstrae
la página al cifrar “lo novedoso”,
¿para qué insistes, hacedor morboso,
en tu grafomanía que no extrae
la aguja del pajar? ¿Para qué atrae
tu adúltero lenguaje el panegírico
de los contemporáneos? Ente empírico
que lo imaginarás todo de nuevo,
si tu horror al Vacío es tan longevo,
¿por qué persisten en llamarte lírico?

En las postrimerías del lenguaje,
discurrir en estrofas es patético
porque aireado el oficio cinegético
de la creación poética, el trucaje
que fantasmagoriza el andamiaje
versal, por tremendismos se deforma.
La métrica aventura no es la norma
para enjuiciar escribas con justeza.
Sustentar un efluvio en la destreza
del artesano, no es vencer la forma.

Hilar tiempo es posible desde ruecas
interiores, que fijan el discurso
a la extrañeza, aislado del transcurso
escarnecido por palabras huecas.
Para el gremio asentado en bibliotecas
lo eternizable es un delirio crónico.
Sólo por espejismos lo canónico
es exterior, pero las estructuras
sinuosas, laberínticas, oscuras,
confunden al intérprete daltónico.

Las teogonías de Egipto, las doctrinas
de la esoteria, el peripatetismo
filtrado por Eleusis, van al mismo
tronco del árbol de Megara, en ruinas.
Los dogmas, las herejes disciplinas,
el panteísmo de la emanación,
¿a quién van a curar de la razón,
esa metempsicosis de la fe?
¿Para qué tanta histeria y para qué
atarse al banco de la erudición?

La perfección, el óntico dominio,
crea su proverbial imaginario,
y el celador escoge del bestiario
un ser dual e induce su exterminio.
Escoger, encarnar el patrocinio
de una especie, una cifra, un inmanente
acto de traspolar lo resistente
a la nomenclatura de unas frases:
hoy sabemos que sólo son disfraces
de un corrosivo arúspice impotente.

En La estructura ausente, Umberto Eco
describe el esqueleto de la obra
como signos en íntima zozobra:
una estructura es, por su eclipse, un hueco;
y añade, a pies juntillas, que el enteco
universo es un corpus excesivo.
¿Lo ausente contradice el sensitivo
fragmento de raíz sobreabundante?
¿Hay algo cierto que no sea flagrante
summa, derivación, logos, motivo?

Por una posesión irrealizable
los signos tergiversan las ganancias
de alguna dimensión que nuestras ansias
alcanzar no han podido. Lo inmutable
hace tiempo dejó de ser confiable.
Pergeñar signos ya no nos preocupa.
Saber cómo el demiurgo los agrupa
o les da nombre no es asunto nuestro.
La creación es algo más siniestro
que leer el Zohar con una lupa.

Los textos revelados, la palabra
del Profeta, los folios alcoránicos,
las tablas de Qumrán y los satánicos
versos: todo responde a una macabra
genealogía que se descalabra
cuando lo subyacente, la estructura
profunda —según Chomski— se fractura.
Toda esa dispersiva concurrencia
mental, ¿podrá inducir a la obediencia
sin renegar de la Literatura?

¿Abjuramos de qué? ¿De quiénes? ¿Cuáles
renunciamientos nos harán ubicuos?
¿Renunciar y no huir de los perspicuos
senderos que los tristes inmortales
descaminaron antes? Sustanciales
peligros sólo un verbo los evoca.
Entre lo desandado y lo que toca
la intelección, una delgada hebra.
Renunciar no es ceder, pero celebra
si a veces te confunden con la roca.

Retórica, estilística, hermenéutica:
esdrújulas semánticas oscuras.
Idiotizada por las escrituras,
engendra la creación su terapéutica.
Subsume el esplendor de la mayéutica,
al hierógrafo, en vanos tecnicismos.
El texto es un desborde de guarismos
y el intérprete un reo de la alquimia.
¿Para qué pretender una obra eximia
si la saludarán con eufemismos?

El poeta de hoy siembra fronteras
que transmutan la hybris en pastiche
y el crítico en la rima ve un fetiche
donde ya no susurran las esferas.
¡Nuevas estrofas para nuevas eras!
—proclaman adversarios de lo retro—.
La estanza, ciertamente, no es un cetro
que el poema total a erigir vaya,
pero, aunque inventen otra ciencia gaya,
a nadie extrañará que vuelva el metro.

Preguntas. Apotegmas. Signos. Temas.
Escritura. Traición. Poder. Psicosis.
Fértil, por obra y gracia de la gnosis,
el hombre colecciona epifonemas.
No resuelven sus íntimos problemas
las palabras, desastres fugitivos.
De tránsito en el bodrio de los vivos,
la realidad le dicta que proteste,
y morirá por ella, aunque le cueste,
abjurar de sus hábitos gnosivos.


Para Dayamí Pupo Ávila.




Más allá de las arenas reminiscentes,
que emergen como símbolos para el ojo dispuesto,
son decretados los márgenes de una aventura insólita:
el perturbador deseo de acceder a los límites.

Todo poema nombra la realidad evanescente
que se aproxima a la resemantización de las fronteras,
un ideal transmutativo del todo irracional
o suerte de genealogía del error
que se apropia febrilmente de nuestras obsesiones.

Pero más allá de los espacios alegóricos,
donde el ente se reafirma como potenciador del hibridismo,
el Poema se asocia a la entidad desde el submundo;
no por razones tanáticas o goce de la destrucción
sino por semejarse al ocio placentario
que lo remite al irrecuperable esplendor de los comienzos.


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