sábado, 2 de mayo de 2009


Examen de fe

PREMIO
IBEROAMERICANO
CUCALAMBÉ 2001

Publicado por la Editorial
Sanlope
(Las Tunas, 2002)



José Luis junto a Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí. La foto fue tomada en las ruinas del Cornito (en las afueras de Las Tunas), antigua residencia de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, poco después de la premiación del concurso Cucalambé de aquel año en el Catauro de la décima, encuentro habitual de escritores en el programa de las Jornadas Cucalambeanas.


José Luis Serrano
(Estancia Lejos, Gibara, Holguín, 1971) es una de las más notables voces de la joven poesía cubana contemporánea. Es ingeniero eléctrico y se desempeña como especialista en la Dirección de Trabajo de su provincia. Ha merecido importantes lauros por su obra poética, como los principales reconocimientos en el concurso Fundación de la Ciudad de Santa Clara, el Premio Nacional Cucalambé por su libro El mundo tiene la razón (escrito en coautoría con Ronel González), que significó un hito en la décima escr
ita de los 90, y este Premio Iberoamericano Cucalambé con su volumen Examen de fe. Pertenece a la agrupación conocida como Escuela de la décima holguinera. José Luis ha publicado los libros Bufón de Dios (Reina del Mar Editores y Ediciones La Luz, 1997); Aneurisma (Premio Nacional Fundación de la Ciudad de Santa Clara 1998; Editorial Capiro, 1999); La resaca de todo lo sufrido (igual premio en el 2002; Editorial Capiro, 2003); Los Inquilinos de la Casa Usher (Ediciones Holguín, 2005); El baile extraño (Cuadernos Dédalo, Asociación Hermanos Saíz, 2005); El yo profundo (Editorial Letras Cubanas, 2005) y El Gran Vidrio: Último Discurso de Zaratustra (Editorial Cuadernos Papiro, 2006). Es coautor de la antología Los Pies del tiempo, Diez poemas cubanos (Editorial Oriente, 1998). Otras muestras de su obra poética, en el blog Álbum nocturno y en la antología on line Arte poética. Rostros y versos, ambos del peta salvadoreño André Cruchaga.


(Agradecemos al autor la gentileza de enviarnos una versión actualizada de su libro, especialmente para esta edición).




JURADO

Francisco de Oraá
Carilda Oliver
Alex Pausid
es




EQUIPO DE REALIZACIÓN

Edición: Antonio Gutiérrez Rodríguez
Cubierta: Alejandro Pupo Escalona
Composición: Samuel Perdomo Fuentes
Corrección: Dania Hernández Acosta




PRÓLOGO

UN PRÓLOGO “SOSTENIBLE”

Por Francisco de Oraá
Premio Na
cional de Literatura 1993

No me esperaba un libro como este: sorpresa fue para mí, junto a otros de lenguaje muy elaborado y distinguido pensamiento. Insólito incluso si lo acercamos a la décima culta, cuánto más si a la décima oral (que con frecuencia no es menos escrita) y su acostumbrada tradición de ingeniosos e ingenuos pensamientos y consecuente lenguaje retórico, dulzón. De entrada nos asaltó su atrevimiento de buscar tutela en una filosofía – con la que sin embargo no se alinea mansamente, unilateralmente – y cuya protección en ciertas actitudes esenciales y títulos ostenta (“Así hablaba Zaratustra”, “La muerte de Dios”, “La voluntad de poder”, etcétera, pero también y sorprendentemente de Eliseo Diego nada menos: “Segundo discurso” y sucesivos, y hasta de Duchamp: “ El gran vidrio”, sean ejemplos) entre dispares referencias cultas y citas intratextuales o no, como la del Eclesiastés y la muy principal y oportuna de Carlos Galindo Lena: “en el subsuelo/ Zaratustra nos impone su canto”. No se alinea porque sufre las contradicciones del desesperado, pero es de suponer que este libro habría sido grato a aquel “don Juan de las ideas”. A esa secuela del evolucionismo (al cual confluyen tanta líneas del pensamiento en el XIX), del que Nietzsche hizo una ética (“el hombre es algo que debe ser superado”, al fin y al cabo finalidad de todo moralista) y un perspectivismo existencial (dado ya en el concepto de selección natural del más apto) incluso historizante – puede entenderse así – (“lo que se puede amar en el hombre es que es un tránsito (...) un punte y no una meta”) opone, para nuestra sorpresa, lo que parece afirmaciones religiosas y de lo contrario, de manera tremenda. ¡Rara raíz en nuestro suelo! Por lo tanto, hay aquí un abierto abanico de contactos con diversas tendencias de pensamiento:

Con la filosofía existencial: de entrada, su elección de la cita de Galindo, rechazo de la vida inauténtica: “No sigas dejándote vivir como un payaso torpe”, y en sus propios versos: “Siempre hay dos alternativas / como mínimo”, “Hay dos opciones”, “escoger es una cruz / que cargarás mientras vivas”, “Nos morimos por costumbre”, “Morir es algo más serio”, “Felices a la manera / de los ebrios y los tontos”.

Con el epicureísmo: “mientras Dios observa mudo”, “Pero Dios no vino”, “despertará Dios con hambre / del espantoso letargo”, “la amnesia / (que es atributo de Dios)”.

Con cierto modo de determinismo: “Un simple golpe de dados / puede abolir el azar”, “Caemos por gravedad”.

Contra la reducción al materialismo propia de la ciencia: “Los sabios quieren hallar / a Cristo con una lupa”.

Y dando una aroma de alta teología (¿budista? ¿hegeliano?): “ ¿Dios ha sido / la concreción de la Nada?” ¡Pensamiento admirable!

Por supuesto, todas estas aproximaciones son tentativas en el prologuista y cuando la poesía las hace carne propia las transforma y desecha, son otra cosa (ya lo dije: expresiones del desesperado) en el poeta. Pero ¿adónde irá a parar este abarrote; a lo más drástico: nihilismo, a lo más suave: escepticismo?

¿Este libro es, tanto como confiesa el autor un deliberado, expreso examen de lo que heredó, lo que le enseñaron, y de lo que siente de la realidad? Está entre “la mística y la inquietante estadística” la ciencia que “son sus mitades”, está entre ambas y en busca de su fe, fijo entre dos temas esenciales: la muerte y el conocimiento. Pero ¿cuáles son esos “pensamientos clandestinos” que dice tener? Esa palabra que resume su personal finalidad. Según la cita de Nietzsche, “si la supiera no la diría”, no la dice.

Y según aquella contradicción es su palabra escrita: atrevida, violenta, tremenda a veces, tosca o sencilla, rondando el coloquio popular y el concepto raso pero necesario en su momento, o con excelentes síntesis verbales (quiero decir: formalmente poéticas) y riqueza de difíciles rimas, perfecta factura de las estrofas, soluciones con gracia y hábiles neologismos, incorporación del léxico científico, humor e ironía o sinceridad (no se sabe cuándo una u otra) y como resumen una espléndida unidad temática.

Haciendo valer la frase de Borges sobre la filosofía, diríamos que este libro es también una suma de las perplejidades del hombre. Para romper una salida, lo que procede (también para el autor) es ascender a la serenidad de la cumbre y dar el salto. Todo salto es, por definición, cualitativo, y hay que elegir: la destrucción o el amor. Pero al desesperado lo traban sus paradojas, sus aporías; es un inválido. Y el filósofo al que advocó el autor había elegido – como es de suponer según su procedencia y porque vio en qué consiste el impulso de la Vida (entendida esta palabra según su antecedente, su maestro) – y valorado la fuerza y al individuo (consecuentemente, porque él era débil y enfermizo, aunque mostró la dureza de su condición en su posición negativa, trágicamente heroico en su soledad frente al mundo, en su enrarecida, irrespirable cumbre). Pues si el hombre (no el individuo ahora) es un puente y no una meta en sí mismo, ¿dónde está su trascendencia? No en lo divino sino en un ente (propone pero no explica en qué consiste el Superhombre) con que la imaginación apuesta a un conjetural futuro: improbable utopía del individualismo, pero considerable como acto poético. ¡Un nihilista que ansiaba la Eternidad! Para finalizar, y como el autor comprueba que “existir es inhumano”, es “repugnante”, el prologuista se atreve a proponer por él, como salida, un salto no hacia abajo sino un paso hacia atrás — hacia el antecedente del filósofo, y aún mucho más atrás — al sentimiento de piedad o compasión (o cualquiera otra forma de de la simpatía, si el amor al prójimo no es acaso posible) para seguir después hacia delante.


Francisco de Oraá
(a finales de julio de 2001)





EXAMEN DE FE


para Carmen Cardoza Castillo,
por su discreta permanencia...



Lo grande del hombre es que es un puente, y no una meta; lo que se puede amar en el hombre es que es un tránsito y un acabamiento.

Federico Nietzsche



No sigas dejándote vivir como un payaso torpe.
Has de saber que en el subsuelo
Zaratustra nos impone su canto.

Carlos Galindo Lena




EL SUPERHOMBRE



N
UEVOS CANSANCIOS Y TERRORES

La relación entre el ser
y el pensar no es importante.
El hombre tiene bastante
con el morir y el nacer.
Nadie puede resolver
un problema que no existe.
No comprender es muy triste
cuando escuchamos la voz
omnipotente de Dios;
pero Dios, ¿en qué consiste?



EL PROFETA

¿Qué vereda se indica,
cuál es la vía santa,
cuando Jesús predica
o cuando Nietzsche canta?

Rubén Darío


1

Hermanos: Que no se asombre
nadie con lo que diré.
¿De qué nos sirvió la fe?
Yo os anuncio al superhombre.
Yahveh tan sólo es un nombre,
un verbo que se deslustra.
Ninguna verdad ilustra
si después vendrá la calma.
Morimos en cuerpo y alma.
Así hablaba Zaratustra.

2

El hombre es sólo un microbio,
un virus, una bacteria.
El hombre es sólo una arteria
de un organismo anaerobio.
El hombre vive en oprobio
sumido. El hombre no importa.
La brújula se desnorta.
El porvenir se deslustra.
Así hablaba Zaratustra.
Pero la vida es muy corta.
Mucho más cuando se aborta
un superhombre a menudo.
El diablo baila desnudo
y su danza reconforta.
Se nos pudre en la retorta
un verbo que se deslustra.
Ninguna verdad ilustra
si después tendremos alma.
Ninguna verdad nos calma.
Así hablaba Zaratustra.



LOS HIPERBÓREOS

Cuando dudéis, absteneos.

Zoroastro


1

Los hiperbóreos ignoran
las verdades evidentes.
A fuerza de ser prudentes
olvidan a Dios. Adoran
sus entelequias y oran
por la cosa en sí. Perdura
en ellos la razón pura.
Piensan luego existen; mas
invocan a Satanás
por miedo a la selva oscura.

2

Fervorosamente anuncian
la llegada de un Mesías
hiperbóreo. Buscan vías
para evadirse y denuncian
a los fieles que pronuncian
la palabra libertad.
Ser hiperbóreo, en verdad,
¿es un fatal sortilegio?,
¿un pequeño privilegio?,
¿una gran necesidad?

3

Nos declaramos ineptos
para comprenderlos. ¿Quién
sabe qué cosa es el bien
o el mal? Algunos adeptos
desconocen los preceptos
de su brutal herejía.
Padre Nuestro, a sangre fría
nos quieren cortar de ti
y empuñan un bisturí
que nombran filantropía.



LLAGADO DE BELLEZA

La tristeza es un estorbo,
pero es mejor la tristeza.
Lo bueno nunca regresa.
La fuerte dosis de morbo
que ponemos en un sorbo
de felicidad, espanta.
¿Quién es feliz? ¿Quién aguanta
ser feliz por un minuto?
Sonríe si estás de luto.
Si eres desgraciado, canta.



BIFURCACIÓN

Para Danilo Góngora,
que me reveló su encrucijada.

En la soledad, el solitario se roe el corazón;
en el mundo, se lo roe la multitud, ¡Escoge!

Nietzsche


En cada cambio hay un pacto
con el demonio. Se alternan
el bien y el mal. Nos gobiernan
fuerzas oscuras. El acto
de vivir es inexacto.
Siempre hay dos alternativas
como mínimo. Recibas
el don o no de la luz,
escoger es una cruz
que cargarás mientras vivas.



EL SUPERHOMBRE

Examino las verdades
que me enseñaron. La mística
y la inquietante estadística
son mis oscuras mitades.
¿Confío en las vaguedades
de que la ciencia se ocupa?
Los santos quieren que escupa
mi dolor sin blasfemar.
Los sabios quieren hallar
a Cristo con una lupa.



HUMANO, DEMASIADO HUMANO


No es un argumento contra la madurez de un
espíritu, encontrar en él algunos gusanos.

Nietzsche


El necio cruza sus manos
y come su misma carne.

Eclesiastés: 4.5


1

¿Contra qué demonios lidio?
¿Contra qué dios? ¿Cuánta furia
alzar contra la lujuria
de los infieles? Envidio
su temeridad. Ofidio
que desciendes del manzano,
¿por qué pones en la mano
impertérrita de Eva
la desconcertante prueba?
Hay en el fruto un gusano.

2

Invadieron mis jardines.
¿De qué sirvieron las cercas
que les opuse? Mis tercas
palabras en los confines
del Edén. Los querubines
omniscientes, pero mudos.
¿De qué sirvieron mis rudos
pensamientos clandestinos?
Dividieron los caminos.
Multiplicaron los nudos.

3

Existir es repugnante.
Es preferible estar muerto.
Sin quererlo me convierto
en aplicado estudiante
del horror. Un diletante
minucioso que disfruta
mientras sordamente amputa
las vísceras de sí mismo.
Náuseas me da el optimismo
de los que cambian de ruta.

4

Escapar, en el argot
de los muertos, significa
permanecer. Petrifica
tus piernas. No escapes, Lot.
Escapar es un complot
entre los vivos. Arredra
saberse vivo. Dios medra
en el alma del profano.
Ah, que tú escapes, hermano.
Prefiero ser una piedra.

5

Es cierto que no he sufrido
lo suficiente. Que nunca
podré mostrarles mi trunca
psicatriz. Que yo no he sido
el burlado, el escogido
para la broma macabra.
Que finjo ser el que labra
su propio destino. Esmegmas
del espíritu. Apotegmas
que permite la palabra.

6

El hombre disfruta el acto
de acariciar la textura
de su dolor, tesitura
del sufrimiento. Lo abstracto
es tangible para el tacto
hipertrofiado de los
torturadores. Hay dos
opciones: La hiperestesia
(bastante usual) o la amnesia
(que es atributo de Dios).

7

Soy el cadáver de un niño
dentro del útero. Arriba
está el Diluvio. La altiva
Resolución. El cariño
de Dios. Las aguas. Me ciño
al implacable mandato
del Altísimo y acato
su furor. Dios nos abarca.
Dios nos expulsa del Arca.
Adiós, cadáver innato.

8

Cierra los ojos. Despierta.
Lo abyecto sea contigo.
El diablo no es tu enemigo.
Ábrele al diablo tu puerta.
La eternidad es incierta.
Sufrir es abstracción pura,
un concepto que no dura
lo que un rostro en el espejo.
Muéstrate menos perplejo.
Cierra los ojos. Abjura.

9

Estás muerto. No me engañas
con la florida opulencia
de tu verbo, en apariencia
docto en verdades extrañas.
¿Con quién demonios te ensañas?
Tu porvenir es incierto.
Naufragarás en un puerto
de aguas pútridas. Tus brujas
no encontrarán las agujas
que te he clavado. Estás muerto.

10

Peldaños. Puertas. El muerto
cruza la implacable línea.
La certidumbre apolínea.
El fáustico desconcierto.
¿Dónde está Dios? ¿En lo abierto?
¿En lo cerrado? ¿En la amada
Crucifixión? ¿En la espada
del vencedor o el vencido?
¿Dónde está Dios? ¿Dios ha sido
la concreción de la Nada?




LA MUERTE DE DIOS



SEGUNDO DISCURSO DE ZARATUSTRA:
AQUÍ UN MOMENTO


Este vivir ¿qué será?

San Juan de la Cruz


luego de la primera muerte, señores, las imágenes

Eliseo Diego


1

Tu amor es como la muerte.
Perdóname la macabra
comparación. Mis palabras
se quedan en una suerte
de apetencia. Conocerte
no resolvió mis problemas.
Entre salmos y anatemas
a esperarte me consagro.
La muerte es como un milagro.
El bálsamo que nos quema.

2

La eternidad nos desarma.
Después de la Gran Caída,
¿qué cosa vendrá?, ¿la vida
comienza de nuevo?, ¿el karma?
El porvenir nos alarma.
La eternidad es el zafio
boceto de un epitafio
escrito sádicamente.
¿El porvenir? ¿El presente?
¿Senectud o cenotafio?

3

¿Volveremos a los altos
lugares?, ¿obedecer?,
¿abjurar?, ¿urdir?, ¿temer?,
¿ir o venir? De amor faltos,
damos febrilmente saltos
alrededor de la hoguera.
Felices a la manera
de los ebrios y los tontos.
Felices, y por lo pronto,
sin saber qué nos espera.



EJECUCIONES

El sacrificio. La pena
de muerte (atroz y sencilla
como sentarse en la silla
eléctrica). La cadena
perpetua (larga y serena,
eslabón tras eslabón).
La cicuta. El paredón.
La guillotina. Eutanasia
nos parece la falacia
de aquella Crucifixión
.



DISCURSO EN LA MONTAÑA

1

Ser omnisciente te priva
del talento imprescindible
para entender lo terrible
que es el hombre. En eso estriba
tu omnipotencia. (El que criba
minucias, el que celebra
la posesión de una hebra
de claridad.) Tu llegada
nunca tuvo que ver nada
con el fervor que nos quiebra.

2

Eres el dueño de cada
corpúsculo de miseria.
¿Eres Dios o eres materia
altamente organizada?
La cruz, el trono, la espada.
¿Quieres también ser el dueño
de los crímenes que sueño,
de las venganzas que urdo?
Eres un dios tan absurdo
porque el Diablo es muy pequeño.

3

Soy tu preferido. Encomias
la filosa exactitud
de mi venganza. ¿En virtud
de qué horribles antinomias
se despertarán las momias
guardadas en el sagrario?
¿Cómo erguirme en el precario
sustentáculo del arte
si me traicionas? En parte
nunca serás mi adversario.



SENCILLA HERMENÉUTICA

Para Jorge Luis Mederos


Página en blanco: Abolengo
de las tinieblas. Escribo.
Escarbo. Escupo. Percibo
la falsedad que sostengo.
Palabras, palabras. ¿Tengo
algo que añadir? ¿Qué gloria?
¿Qué olvido? ¿Qué meritoria
exégesis de lo oscuro?
Página en blanco: Inseguro
depósito de la Historia.


¿Escribir? ¿Hacer memoria
para mitigar el miedo?
¿Poner en la llaga el dedo?
¿Dejar que gire la noria?
¿Víctimas de la victoria?
¿Cómplices de la verdad?
¿Caídos por gravedad?
¿Engañados por serpientes?
¿Criminales? ¿Inocentes?
¿Reos de la libertad?


Sílabas de lealtad
por escribir todavía.
Estrofas de apostasía.
Párrafos de eternidad.
Infrapostmodernidad.
Versos. Reversos. Versículos.
Metatextos y textículos.
Un viento estéril nos barre.
Las brujas. El aquelarre.
Facsímiles y fascículos.


¿Por qué siniestros ventrículos
fluye la literatura?
¿Es que acaso la escritura
nos torna menos ridículos?
¿Artes entre los artículos?
¿Reverberaciones? ¿Ecos?
Es preciso estar muy secos.
Muy colmados por la Nada.
Hombre
s que empuñen la espada.
Superhombres. Hombres huecos.



BUFÓN ANTE EL ESPEJO

la resaca de todo lo sufrido

César Vallejo


Buenas noches. Estoy solo
con mi peor enemigo.
Es decir, estoy conmigo.
Buenas noches. Estoy solo.
Un esquimal en el Polo
refuta las profecías
de Nostradamus. Las frías
paredes de su morada
lo guarecen de la Nada.
Buena
s noches. Buenos días.


Buenas noches. (Se repite
el estribillo cien veces.)
Buenos días. Permaneces
en el luctuoso convite.
La desilusión permite
que lo hermoso nos confunda.
La belleza es nauseabunda.
Ser felices nos humilla.
Se corrompe la semilla
bajo la tierra fecunda.


Octubre, 9: El oncólogo
descubre otro carcinoma.
Febrero, 2: ¿Quién se toma
esta cerveza?, ¿un homólogo
de Hamlet? Este monólogo
absurdamente redunda
en el no ser. Tremebunda
felicidad. Sin escrúpulo
mi voz encarna en el lúpulo.
La cerveza es nauseabunda.


Es nauseabundo y magnífico
comportarse como un émulo
de Satanás, ángel trémulo,
horriblemente pacífico.
El hombre es un jeroglífico
indescifrable, rupestre.
Una procesión ecuestre
de monumentos que hoy tacho
de absurdos. Estoy borracho
frente al espejo, Silvestre.


Ayer compuse la oda.
Hoy escribo el epitafio.
Profanar el cenotafio
cada cien años es moda.
Ser un mártir incomoda.
Los borrachos son más diestros
en morir que los siniestros
gladiadores. Hay un cúmulo
de esqueletos sobre el túmulo,
en honor a los ancestros.


Los ancestros con prudencia
se recogen en sus nichos
ahuyentados como bichos
de execrable transparencia.
Un espejo de paciencia
que nos refleje de un modo
menos burlesco, eso es todo.
Un espejo que no dañe
mi rostro cuando lo empañe
la muerte. Soy un beodo.


Un borracho que transgrede
las fronteras y las normas.
Alguien que sabe mil formas
de morir, pero no puede.
Soy el que su turno cede
cuando el dolor se le aplaca.
Que otros claven una estaca
en el pecho del vampiro.
Soy feliz porque respiro.
Después vendrá la resaca.


Propongo cerrar la puerta.
Cerrar por dentro. Propongo
quemar las naves. El hongo
renace sobre la muerta
putrefacción. La desierta
noche los ojos nos cubre.
Propongo cantar. La ubre
del dolor nos amamanta.
Ser felices nos espanta.
Soy feliz. 9 de Octubre.


¡Abajo la podredumbre
que nos puebla la memoria!
¡Abajo los muertos! ¡Gloria
a los que están en la cumbre!
Nos morimos por costumbre.
Sin esfuerzo, sin trabajo,
nos vamos por un atajo
que no conduce al misterio.
Morir es algo más serio.
¡Abajo la muerte! ¡Abajo!



LA GLORIA DEL
VENCIDO

Grande o pequeño, cada hombre vive como un
salvaje en su guarida, y sale de ella muy poco
para visitar a sus congéneres, acurrucados
igualmente en otras guaridas.

Conde de Lautréamont


1

Alguien nos cuenta los pasos.
Alguien, callado, se agobia
de ser quien es. ¿Egofobia?
¿Otredad versus fracasos?
Alguien levanta los brazos.
Alguien falla la estocada.
Alguien pone la carnada.
Alguien se traga el anzuelo.
Alguien usa un escalpelo.
Alguien empuña una espada.

2

¿Contemplaremos el fuego
prometeico de la cumbre?
¿Alrededor de qué lumbre
danzará la noche luego?
Las férreas reglas del juego
violamos con reiterada
contumacia. Todo o Nada.
Las tinieblas o la luz.
Rostro del infierno: Cruz
luminosa, evaporada.

3

Renunciamos al tiránico
cilicio —criba del ánima—
por descubrir la magnánima
virtud
(sic) de lo satánico.
Nefasta hermosura. Pánico
irreversible. Colérica
devoción. Piedad histérica.
Tentaciones en esdrújula.
¿A dónde nos llevas, brújula
espiritual, esotérica?

4

Percutimos el tambor
hartos de tanta sordera.
La desmesura por fuera.
La parquedad interior.
El silencio y el clamor.
La furia. La mansedumbre.
Una terrible costumbre:
La manía de escandir.
¿Para qué sobrevivir?
¿Para qué buscar la cumbre?

5

Esperar es lo más sabio.
Los verdugos llegarán.
Multipliquemos el pan
y los peces sin agravio.
Consultar el astrolabio
en estos tiempos ahoga.
Llegarán. Sórdida soga.
Sierpe de implacable seda.
Llegarán. Sólo nos queda
incendiar la sinagoga.

6

Han llegado los verdugos
que podarán el ramaje
sobrante. Nuestro linaje
nos obliga a ser mendrugos
digeridos por los jugos
gástricos de la obediencia.
Nuestra realeza, en esencia,
es absurda y perniciosa.
No tenemos otra cosa
que nuestro mal de conciencia.

7

Fuimos, por antonomasia,
Héctor, Aquiles, Ulises.
Semidioses infelices.
Polifemos en desgracia.
Aprendimos, verbigracia,
que toda victoria es ruin.
Para Abel fuimos Caín.
Para Julio César, Bruto;
y hoy tragamos el esputo
sanguinolento del fin.


para R. G.



CUARTO DISCURSO:
LA MALDITA CIRCUNSTANCIA

para René Toledano


¿Cómo vencer sin astucia,
sin artimaña, sin dolo?
En el principio era sólo
hacer trampas una argucia
del tahúr. Hoy es la sucia
invitación que rebota
sutil, como la pelota
golpeada por la raqueta
del tenista. ¿Nuestra meta
es perder el juego? Nota
que el tiempo se nos agota
y la miseria no escampa.
Es necesario hacer trampa.
En nuestra manga la sota,
el rey, el caballo. Rota
ya tienes el alma: Abusa
de tu cuerpo sin excusa.
Nacer, morir. ¡Qué fastidio!
Es preferible el suicidio.
Perdón, la ruleta rusa.
Una partida inconclusa
solivianta los rencores.
Hagan juego los traidores
contra los héroes. Aguza
tu voz en una confusa
diatriba. Aprende a rezar.
Hagan juego frente al mar.
El agua por todos lados.
Un simple golpe de dados
puede abolir el azar.



QUINTO DISCURSO: MUERTE POR AGUA

para Fernando Cabrejas y Alberto Garrido

y aquí me tienes, frente al mar, llorando.
Raúl Hernández Novás


Los que mueren en la orilla
se marchan por una angosta
puerta. ¿Morir en la costa
es un privilegio? Humilla
permanecer en la silla
procelosa del que espera.
Incluso para quien muera
sin alcanzar gloria alguna
constituye una fortuna
fallecer en la rivera.


Los que se mueren de muerte
natural, pierden altura.
Los de muerte prematura
corren idéntica suerte.
Sólo quien rompa la inerte
transmigración; quien trascienda
los límites de la ofrenda,
las fronteras de lo exhausto,
podrá entrar al Holocausto
cuando la pira se encienda.


Los que cruzaron a nado
el foso que nos ampara
nunca verán la otra cara
de la moneda. ¿El ahogado
es un ser predestinado?
¿Entrar en la arquitectura
barroca del mar, augura
un porvenir claro y hondo?
¿Qué tiene que ver el fondo
del mar con la sepultura?


Los ahogados broncoaspiran
un porvenir ilusorio.
Se marchan sin un velorio.
Sin flores al mar. Deliran
cuando piensan que respiran
bajo el piélago rotundo.
Es demasiado profundo
ser un ahogado. Lo saben
los muertos, que ya no caben
aquí arriba, sobre el mundo.


El hombre siempre es un lobo
del hombre. ¿Tengo razones
para llenar mis pulmones
con el aire que me robo?
3/4 partes del globo
ocupadas por el mar.
¿Puede el hombre caminar
sobre las aguas? ¿Lo estafo?
¿Digo que en un batiscafo
Noé nos vendrá a salvar?


¿Cuántos metros por encima
del mar pisaremos cielo
firme? Señor, ¿cuánto vuelo
para merecer tu estima?
El oxígeno lastima
nuestros pulmones marchitos.
Diástole—Sístole. Gritos
neuróticos. Anatemas,
fobias, venganzas, dilemas...
No siempre estamos contritos.


Los ahogados que revientan
y flotan al tercer día
son más tercos todavía.
Retornan y nos enfrentan.
Nuestros himnos alimentan
la intención, jamás el acto.
Respirar la luz al tacto.
Frágil, frágil antropoide.
Descubrir el asteroide
siglos después del impacto.


Nosotros, los respirantes,
permanecemos a bordo
mientras Dios contempla sordo
nuestros labios suplicantes.
¡Carguen ese friso, atlantes,
la eternidad no es tan larga!
Ciertamente nos amarga
pensar que sobre las olas
alguien pudo andar a solas
sin soportar esta carga.


Los que esperan sobre el bote
se muestran menos ecuánimes
que los náufragos exánimes
que nunca saldrán a flote.
Que el aire se nos agote
como una torpe blasfemia.
Que prosiga la epidemia.
Entremos en el embudo
mientras Dios observa mudo
que la muerte nos apremia.


Los que mueren en la orilla,
los que del aire se ausentan,
al séptimo día enfrentan
la posteridad. Humilla
mirarlos por la escotilla
de un submarino. Perdona,
Señor, no soy la persona.
No es Abraham el que te habla.
Sigo aferrado a mi tabla
por si la fe me traiciona.




LA VOLUNTAD DE PODER



CLEPSIDRA

Todo tiene su tiempo,
y todo lo que se quiere debajo del cielo
tiene su hora.

Eclesiastés: 3.1


1

Límpidas gotas de esperma,
silenciosas, en alud,
van cayendo al ataúd
oscuro. Que nadie duerma.
Una multitud enferma
se compadece del muerto,
¿estarán locos?, ¿es cierto
que sufren?, ¿será preciso
demostrarles que al occiso
hay que expulsarlo del Huerto?

2

Las diversas estructuras
orgánicas que conforman
la realidad se deforman
con rapidez. Son impuras
y evanescentes. Fulguras
un momento y luego cesa
la inextricable belleza
del orgasmo portentoso.
¿Hasta que punto es hermoso
lo fugaz? La muerte empieza.

3

Tiempo de morir. Afila
tu cuchillo, carnicero.
Tiempo de nacer (primero
hay que morir). Esmerila
tu cuchillo y aniquila
la res. Tiempo de matar
al carnicero y orar
por quien tres veces lo niegue.
¡Tanto tiempo y que no llegue
el tiempo de perdonar!

4

Tiempo, temible antropófago,
(hora, minuto, segundo)
indetenible, iracundo,
nos depredas. Por tu esófago
bogamos en el sarcófago
de nuestras debilidades.
Muchedumbres, soledades.
Proezas y cobardías.
(Siglos, años, meses, días.)
Vanidad de vanidades.



BESTIA COMÚN

Lento es el mulo. Su misión no siente.

José Lezama Lima


Igual que Sísifo empujas
tu piedra. Resulta tétrico
observar el milimétrico
escorzo de las agujas
en el reloj. Las burbujas
que ascienden. La iconoclasta
bandera que a media asta
izarán en tu honor. Punto
y aparte. Pobre difunto,
todo ha terminado. Basta.


Sigue girando la rueda.
Sobre un eje microscópico,
sigue girando. Es utópico
considerar que alguien pueda
quebrar el hilo de seda
que sostiene nuestro peso.
Existir nos llega al hueso.
Con qué inefable dulzura
la realidad nos tritura.
Nada permanece ileso.


Cada nervio, cada fibra.
Cada recóndita célula.
Desde la piel a la médula.
Cada porción en que vibra
lo vital. Nada se libra.
Todo es corruptible. En vano
dirás que no, que estás sano
como un manso paquidermo.
Transeúnte, dios enfermo,
bestia común: Ciudadano.


Enfermo de ser y estar
te inventas nuevos obstáculos.
Dios extiende sus tentáculos
y nos hace blasfemar.
Muy pocos saben rezar.
Muy pocos alzan la voz
para decir una o dos
verdades mientras te agobias
con tentaciones y fobias
que están al margen de Dios.


Al margen de Dios te aferras
a lo tangible, a lo sólido.
La materia es un estólido
pretexto para las guerras.
El espíritu que encierras
dentro de tu cuerpo informe
se desarrolla conforme
a principios alterables.
Guarda silencio. No hables.
El porvenir es enorme.


Pueden volver con asiduo
fervor a escribir tu lápida.
Nada detiene la rápida
corrupción del individuo.
Hoy eres sólo un residuo.
Una mancha en el asfalto.
Tan enorme como el alto
privilegio de existir
es la gloria de subir
a la cumbre…

y dar el salto.



LA VOLUNTAD DE
PODER:
PENÚLTIMO DISCURSO DE ZARATUSTRA


Ya se acerca la Navidad. Cada Navidad que pasa nos acerca al año 2000. Para esa alegría futura, para esa paz de mañana, para esas campanadas del año 2000 hemos luchado y cantado los poetas de este tiempo.

Pablo Neruda: Confieso que he vivido (1973)


(para Ariel y Damaris)


El 2000 empezó ayer.
Tras cien años de crepúsculos
artificiales y músculos
capaces de sostener
la antimateria, volver
a preguntarse ¿de dónde,
Señor, venimos?, esconde
un sofisma cruel. ¿La ciencia
puede brindar, en esencia,
lo que a Dios le corresponde?


De fe y milagros exento,
este siglo, en nada lírico,
nos demostró que lo empírico
es un frágil argumento.
Fracasó el experimento.
A pesar de un ADN
tan vapuleado, mantiene
el hombre el gen de la duda.
Pero ya ni Dios lo ayuda
a saber de dónde viene.


El siglo pasó de largo.
Cortado de su raigambre
despertará Dios con hambre
del espantoso letargo.
Dios ha muerto por encargo.
Transcurrida una centuria
sufrimos la misma furia,
el mismo desasosiego.
Cambian las reglas, no el juego.
La eternidad nos injuria.


¿Quiénes serán perdonados?
Somos mucho más efímeros
que los inertes polímeros
torpemente reciclados
por el hombre. Sentenciados,
advertimos que se comba
sobre nosotros la tromba
del porvenir. ¿El dolor
podrá ser el zapador
que desactive la bomba?


Aferrarnos al escollo
dogmático nos pertrecha
de una plenitud estrecha.
Observar el desarrollo
es contemplar el meollo
de la perdición. ¿Premura
conceptual? ¿Es tan oscura
la hoguera que nos abrasa?
¿Hay algo que sobrepasa
nuestra fe, nuestra amargura?


Todos los días regreso
a la humilde madriguera
donde otro siglo me espera
por defecto o por exceso.
Yo no digo que estoy preso
porque nadie me acompaña,
ni pienso que es una hazaña
morir de frío en el Polo
o ser alpinista sólo
para vencer la montaña.


Esa criatura extraña
que nombramos Universo
siempre esconde en su reverso
una luz que nos engaña.
Nadie sabe cuánto daña
a los que quieren saber
la voluntad de poder
enfrentarse con el Todo.
Algo germina en el lodo.
El 2000 empezó ayer.


Clonaciones y etiquetas.
Cosmonautas y autopistas
de la información. Conquistas
del siglo XX. Recetas
para llenar las probetas
con un líquido infernal.
Todo es realidad virtual,
excepto esta vida parva
que nos duele y nos escarba,
siempre detrás de un cristal.


Ayer comenzó el 2000
y, exceptuando a los astrónomos,
seremos menos autónomos
que en el tablero un alfil.
Todo estaba en el atril
escrito. Llegó la hora
de escuchar la bienhechora
música. Con la batuta
en alto, Dios nos amputa
de nuestra banda sonora.


La película termina.
En la pantalla los créditos.
Entre fragmentos inéditos
un gángster nos asesina.
Concluye el filme. Culmina
una porción del azar.
El milenio va a empezar.
Alguien inventa la rueda.
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar
.

enero 02 de 2000



EXPIACIÓN

para Rubén Hechavarría
(Salvia)


El infinito es la meta,
la eternidad es el fin.
La música del violín,
la melodía secreta.
Yo, que no soy un profeta,
me pongo en trance y auguro
que viene un tiempo más duro,
un tiempo menos del hombre,
y como viene sin nombre
le llamaremos futuro.


El infinito es la pauta
que nos imponen del cielo,
el pájaro sin el vuelo,
la música sin la flauta.
Yo, que no soy cosmonauta,
comprendo que el infinito
nunca podrá ser descrito
por los astrónomos, nunca.
La eternidad quedó trunca.
El hombre es un dios maldito.


Cualquier hombre, Zoroastro,
puede ser tan misterioso
como Dios, o tan hermoso
como el eclipse de un astro.
Yo, que no soy Fidel Castro,
pienso que el mundo anda mal,
que el hombre es un animal
en extinción y, sin dudas,
hay que fusilar a Judas
antes del Juicio Final.


A veces yo no soy yo.
A veces no estoy en mí.
¿Por qué decimos que sí
cuando pensamos que no?
La comedia terminó.
Me busco en el alter ego
y no me encuentro. Estoy ciego
por el humo de la hoguera.
Muero sin saber quién era.
Me purifico en el fuego.



GRIAL


Buscaban la quintaesencia
de una sustancia sin nombre.
Algo que salvara al hombre
del hombre sin la violencia.
Descubrieron la existencia
de Dios, pero Dios no vino.
Encontraron el camino,
pero el camino era falso.
Levantaron un cadalso
y hallaron al asesino.


El asesino, el culpable,
la ofrenda propiciatoria.
El Espartaco sin gloria.
El torcido, el vulnerable.
Miserere, miserable.
Misericordiosamente
destrozaron de repente
las pruebas en tu favor
y quebraron, por amor,
las recias tablas del puente.


Yo no quiero ser el padre
del mártir ni ser el hijo
del inquisidor. Exijo
mi lugar en el encuadre
de una foto con la madre
de la víctima: colgado,
prisionero, acribillado
por las balas enemigas.
Sin futuro. Con hormigas
en la boca. Sin pasado.


¿Para qué tanta obediencia,
tanto fervor? El demonio
aumenta su patrimonio
por encima de abstinencias,
flagelaciones y ciencias
de la desesperación.
¿Para qué tanto perdón?
¿Para qué, bufón ambiguo,
quieres entrar al exiguo
vientre de la Salvación?


Perdonadme, pero a mí
no me convencen. ¿Qué culpa
tiene el que prueba la pulpa
de un fruto prohibido si
nadie le dijo que allí
estaba el pecado? ¿Cómo
considerar con aplomo
la maldad, si de lo insano
aprendimos de antemano
cuál es el folio y el tomo?


Incluso el que está contigo,
Satanás, de alguna forma
está con Dios. Lo transforma
su pecado en tu enemigo.
Perdón—Pecado—Castigo.
Euforia—Placer—Espanto.
¿Ser impuros vale tanto
como ser puros? Atroz:
Está más cerca de Dios
el hombre impuro que el santo.


Yo no quiero ser la copia
de quienes buscan el cuerno
de la abundancia. Al infierno
iré por voluntad propia.
Desdeño la cornucopia
prometida por Satán.
¿Qué curso remontarán
las aguas que hoy se detienen?
Los muertos, ¿de dónde vienen?
Los vivos, ¿a dónde van?



ADMONICIÓN FINAL

¿Cómo decir en una sola palabra hacia dónde tienden todas las energías que tengo dentro de mí? Y si yo supiese esa palabra, no la diría.

Nietzsche


Sigues inmerso en el humo.
El fuego que nos espanta.
Aclárate la garganta.
Cada sílaba es un grumo
de trascendencia. A lo sumo
pronunciarás unas pocas
palabras sobre las rocas
calcinadas. Zaratustra,
el superhombre se frustra
porque sólo tú lo invocas.


La ciencia se torna oscura.
El verso se descalabra.
¿Existirá la palabra
que defina con holgura
la entrañable quemadura
que nos produce vivir?
Alguien tendrá que escribir
(a pesar de Dios y el diablo)
las sílabas del vocablo
que no pudimos decir.



EL GRAN VIDRIO:
ÚLTIMO DISCURSO DE ZARATUSTRA

para Rafael Vargas


Algunas profecías no se cumplen.
Fatigado por tantos desahogos
(hermenéuticamente sin el logos)
doy pábulo a falacias que interrumpen
la paz de las esferas cuando irrumpen
como las tentaciones del Maligno
en todos los oráculos. ¿Soy digno
de crédito? Perdonen mis patrañas.
¿Cómo sacarle a Dios de las entrañas
el esplendor de una verdad, un signo?


¿Por qué tenemos que nombrar las cosas
que ya fueron nombradas por Adán:
la culebra, la rata, el alacrán,
el sapo, el tiburón, las mariposas?
Todas las plenitudes son hermosas.
¿Por qué abrumarnos con nomenclaturas
que no le añaden a las Escrituras
un versículo más? ¿Cuál es el nombre
verdadero de Dios? Hijo del Hombre,
todas las plenitudes son oscuras.


No te defiendas de las peligrosas
variantes discordantes del pecado.
Vivir no necesita predicado.
Todas las plenitudes son morbosas.
¿Por qué tenemos que nombrar las cosas
que ya fueron nombradas? La existencia
es un milagro sólo en apariencia.
Vivir no necesita sustantivos.
Es preciso saber que estamos vivos.
Es preciso saberlo con urgencia.


Me declaro culpable. ¿De qué cosa?
¿Cuál es mi culpa? ¿Cuál ha sido el crimen?
Señor, perdona; pero no me eximen
las coartadas que tengo. Es peligrosa
mi presencia en el templo. Se destroza
dentro de mí tu solidario puente.
Hay una parte en mí que se arrepiente
(una reminiscencia del olvido).
No van a perdonarme. He cometido
la barbarie de ser un inocente.


Hermosas criaturas de la niebla.
Infierno, Paraíso, Purgatorio.
El hombre es un enigma transitorio.
Un ángel de la luz y las tinieblas.
Pequeño dios, no te persignes. Pueblas
una región remotamente pura.
No te arrepientas. No te vuelvas. Jura
que no serás un número en la serie,
un denominador, una intemperie,
una cifra absoluta, la locura.


Es necesario que olvidemos todo:
las palabras, los símbolos, el templo,
y volver a la noche, por ejemplo,
con la certeza de que fuimos lodo.
Es necesario comprender de un modo
más natural que ser una partícula
es de suma importancia en la ridícula
urdimbre de los días y las noches.
Basta de sonreír como fantoches
que mueren al final de la película.


Al amparo de Dios, sobre la alfombra
unánime del tiempo caminamos.
Nadie pregunta para dónde vamos.
Mansos corderos, sombras de la Sombra.
Nadi
e quiere saber cómo se nombra
lo que luego vendrá. Ningún indicio
delata que ya estemos en el Juicio.
No se escuchan lamentos ni trompetas.
El viento se coagula en las veletas.
No puede ser el fin: Es el inicio.



¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida [...]

De tantas tristezas, de dolores tantos,
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, señor!


Rubén Darío:
Letanía de nuestro señor don Quijote