Los Césares
perdidos
PREMIO
IBEROAMERICANO
CUCALAMBÉ 2008
Publicado por
Sanlope
Odalys Leyva Rosabal nació en Jobabo, Las Tunas, en 1969, y desde niña radica en Guáimaro, Camagüey. Allí simultanea sus desempeños como madre reciente, con la atención a su grupo Grupo Décima al filo, que reúne a mujeres poetisas, repentistas, tonadistas, investigadoras, promotoras y estudiosas de la décima, y acaba de celebrar su V Encuentro Nacional. Antes de alcanzar el más alto lauro de la décima escrita, Odalys registraba entre sus galardones el Premio Décima Joven de Cuba 2003, el Premio Ala Décima 2004 y segundo premio en el Iberoamericano Cucalambé del 2005, 2006 y 2007. Participó en el 2008 en el certamen con este libro, bajo el título Demonio lujurioso del reflejo, pero una vez premiado y en proceso de edición, decidió como título definitivo el de Los Césares perdidos, el mismo del cuaderno con que había obtenido en el 2004 el Premio Ala Décima, y quiso para la cubierta el óleo sobre lienzo de Carlos Rafael Vega, interpretación plástica de su cuaderno que fue entonces a manos de la autora como parte del galardón. El volumen vio la luz en la Jornada Cucalambeana de julio del 2009, con las siguientes palabras de presentación: Los Césares encontrados. Odalys tiene publicados además, entre otros, los títulos Ciudad para Giselle (Editorial Sanlope, 2005); Meditación del cuerpo (Editorial Àcana, 2005); y dos antologías personales de su obra poética por el Frente de Afirmación Hispanista: Arquetipos oral-traumáticos y cósmicos en las décimas de Odalys Leyva (México, 2005) y Arquetipos oral-traumáticos en la poesía de Odalys Leyva (México, 2005). Además de presidenta del grupo de poetisas Décima al filo, desde el 2007 es miembro del Grupo Ala Décima. Vea otras muestras de su obra poética, mediante estos enlaces, en los sitios Laberinto del Torogoz y Arte poética. Rostros y versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga. También en un blog suyo, Álbum nocturno, mediante este link verá poemas de Odalys dedicados a las madres.
JURADO
Jesús David Curbelo
Alberto Garrido
Pedro Péglez González
EQUIPO DE REALIZACIÓN
Edición: Alberto Garrido Rodríguez
Diseño de cubierta: Samuel Perdomo Fuentes
con obra de Carlos Rafael Vega
Composición: Yoisel Ricardo Peña
Corrección: Acirys Espinosa Martínez
Impresión: Andrés Sao Téllez
PRÓLOGO
LOS QUE VAN A VIVIR TE SALUDAN
Por Pedro Péglez González
Premio Iberoamericano Cucalambé 2000 y 2004
La recreación de contextos históricos de relevancia para el devenir de la humanidad —en especial los enmarcados en lo que alguna vez se dio en llamar Edad Antigua— ha sido uno de los procederes más frecuentes en la literatura contemporánea, a resultas de la dominante cultural de la posmodernidad.
Dentro de ese panorama, la poesía cubana escrita en décimas —en franca y nutritiva revitalización desde finales de los 80, con cotas muy gananciosas en la finisecularidad— ha evidenciado cierta preferencia, en una apreciable nómina de autores, hacia la referida opción escritural. Las más de las veces, con saldos estéticos de interés, cuando la búsqueda trasciende la mera evocación de lo pretérito y la hace derivar hacia replanteos escrutadores de conflictos vigentes.
En esa línea exploradora se inscribe Los Césares perdidos, un bien construido retablo recontextualizador de aquella Roma clásica de república y esclavos y senado y dictadores, con cuya arquitectura grave y aristocrática se diría que ha sabido Odalys Leyva contaminar la armazón léxico-tropológica de su conjunto poético.
Beneficiada por un atinado aprovechamiento de legados de la época, en campos como la oratoria, el teatro y el coro polifónico, por su parte la atmósfera discursiva que teje la autora alcanza una elegante vehemencia embridada por su mano con pasión que no se recata, pero evita la estridencia.
En punto de mesura, precisamente, merece párrafo aparte el redescubrimiento que hace Odalys del desenfado transgresor en lo sexual a que asistió el período, filo de navaja por el cual acierta a transitar la autora sin rebasar los lindes deseables para el arte:
…Como un escudo / el goce es tempestad, concierto agudo / (varias hembras se tuercen en la cama / y los machos se inquietan). ¿Quién derrama / esa sofocación de prole oculta?...
Y no se trata, por cierto, de una simple contemplación acrítica del desbordamiento libérrimo del Eros. Versos antes, había deplorado el desencadenamiento de la pasión carnal desvestida de la humana sublimidad:
…(El incesto provoca la agonía / entre Roma y Egipto.) Quien se asombre / ha de perder lugar en su desnudo, / y morirá por siempre en esa Roma / donde el sexo es fugaz y nadie asoma / parlamentos de amor…
Pero con todo, lo apuntado hasta aquí, si válido, quedaría solamente en mero regodeo, en fisgoneo deleitoso dentro de un abultado tomo de la historia humana. No es este el caso. En Los Césares perdidos hay mucho más allá.
Del texto asciende un clamor de Cleopatra relegada, un reclamo de protagonismo merecido y escamoteado, una denuncia lírica de las máscaras, de la intolerancia a la otredad, del fasto avasallador de los ensueños, de la engañosa veneración que esconde un verdadero enclaustramiento de las almas:
…Cuántas bahías secretas / guardan las antiguas redes / que rompen en sus paredes / el grito de los profetas.
Y esto es ya tomar fulgores del pasado para arrojar más luz sobre el presente e incierto rumbo. Porque estos Césares no son perdidos por haber quedado ha mucho en páginas remotas: Su perdición estriba en el extravío de lo esencial humano, y ello pasa por el olvido de la veneración a que convoca el maravilloso origen natural de la criatura.
Odalys Leyva Rosabal es la segunda poetisa que merece el Premio Cucalambé en su etapa iberoamericana (la anterior fue María de las Nieves Morales en el 2002) y lo ha logrado con la conversión, poesía mediante, de estos Césares que ya no son hombres ni mujeres, a pesar del discurso genuinamente femenino de que puede preciarse el volumen. Son, luego de su escritura, más allá de toda ubicación en algo tan poco sustantivo como el género, Césares humanos, ante los cuales vale la paráfrasis: Los que vamos a vivir, te saludamos.
Pedro Péglez González
Alamar, Ciudad de La Habana,
Noviembre del 2008.
LOS CÉSARES
PERDIDOS
Jorge Naranjo, desde nuestra Roma,
en la división de las Tunas y Camagüey
–ciudad misteriosa de Guáimaro.
A Diusmel Machado, Ronel González
y Fredo Arias de
conocen a los emperadores,
desde el principio.
DEMONIO LUJURIOSO
DEL REFLEJO
Era todo lo que quedaba de César en la tierra,
César descendiente de dioses y de reyes,
conquistador del mundo y dueño supremo
de la república romana.
Gerard Walter
César tenía siempre en los labios
los versos de Eurípides que tradujo de esta manera:
“Nam si violandum est jus, regnandi gratia
Violandum est: aliis rebus pietatem colas.”
Cicerón
INVOCACIÓN DE CAYO JULIO CÉSAR
Vosotros lo queréis, pero sabed que
este joven destruirá algún día la aristocracia,
porque veo en él muchos Marios.
Sila
Marchemos adonde nos llaman los signos de los
dioses y la iniquidad de los enemigos. Jacta alea est.
Cayo Julio César
No me toquen. No estoy listo
para desvestir remedos.
Soy César, a los enredos
envidiables me resisto.
Soy Flamen Dialis. Insisto
en mi dignidad romana.
Nadie se atreva, no hay gana
de tocar al vientre impuro,
aunque me acusen, perjuro
Pontifex Maximus.
II
(Sana
Júpiter en los placeres
ofrecido al sexo fácil
donde la vulva es un grácil
infierno de oscuros seres.)
¡Sacerdote soy! ¡Mujeres,
apartad la hoguera! Miento.
Hay bajo piel un violento
crimen de pasión. Oh Roma,
ya en la sangre se me asoma
la ciudad del sufrimiento.
III
De L. Cornelio Merula
me dio una hija la noche,
y en sus senos abrí el broche
caudaloso de la gula.
Ya mi pudor no simula
un santo, ni mis verdugos
hunden en la piel sus yugos…
Cornelio, el ansia es tangible
y yo soy el invisible
deudor del hambre. Mendrugos
he de guardar. Mi partida
es como un canto inminente
(la audacia es inteligente
si intuyes la fe perdida).
No he de dañarte…
IV
Mi herida
alienta a los proscriptores
que en inútiles clamores
me nombran sabio, lunático.
Parto a Grecia. Es el Adriático
mi hogar. Los ejecutores
muerden rabias, me perdonan.
Es el gobierno de Sila
el que protesta, destila
los odios que le destronan.
¿A qué hoguera me abandonan
las malas lenguas? Confieso:
soy Marios que vuelve ileso
a la ciudad, pero huye
porque Roma se construye
en el dolor de mis rezos.
A VECES MUDA
Estoy aquí tal vez un poco muda;
indiscutible, sí, pero desnuda
(golondrina que nunca jamás vuele).
A veces soy la piedra y no me duele
del mundo cómo oscilan sus perfiles.
Y soy la dama ciega sin alfiles
(Artemisa, Penélope, Cleopatra).
Nadie grite, no soy quien idolatra
el símbolo ilusorio que nos dicta
un negligente azar.
………………………Soy la convicta.
TESTAMENTO DE TOLOMEO XII
Esta es mi voluntad, mi certidumbre.
Proclamo a Egipto mi pasión y gloria
y no puede fallar en la memoria
el trono en que se asienta la costumbre.
Cleopatra ha de regir la muchedumbre,
y el hermano también. Es el trofeo
mejor si compartido. Sólo creo
que no acude a la sangre la certeza.
Será duro que reine la tristeza
como desquite a mi mayor deseo.
ORDEN DE TOLOMEO XIII
Bendito seas, Aquilas,
dale muerte a esa impostora
de mi hermana. Ya demora
su condena. Si destilas
la verdad, pronto mutilas
su rostro. Yo he de pagar
mis tesoros porque el mar
ofrezca su cautiverio
a la diosa del misterio
donde pude naufragar.
DESDE CLEOPATRA
Ave César, aguardo tu llegada
y tiembla de fragor mi pubis duende.
Agoniza esta llama que pretende
ungir mis labios de tu miel sagrada.
Ante la impavidez de tu mirada
blasfeman mis cadenas el delito:
ambiguo talismán, fuego proscrito
en mis carnes purgadas de soborno.
¡César, clava tu cruz como un adorno
contra el volcán de sueños donde grito!
EXPULSIÓN DE ARSINOE
POR CLEOPATRA
Ha conminado a la joven doncella
lejos de la fecunda Alejandría
mi voluntad, perpetua lejanía
que impulsa la oración de una querella.
Pude embestir mis dioses contra ella
pero sufrí memoria de la cuna.
Sin embargo,
y es ambiguo el ardor del vasallaje.
Cómo no he de rabiar, si el homenaje
espanta y martiriza mi fortuna.
SÚPLICA DE ARSINOE AL EUNUCO
—Ven, mi dulce Arsinoe, en la redada
la sangre se me ha vuelto una tormenta.
—Ganímedes, si dura fue la afrenta
no permitas que llore tu escapada.
He de morir sin ruidos por la espada
del odio que provoca un maleficio
en el ardid fatal de mi suplicio.
No siempre fue mi ejemplo la obediencia;
pero no me abandones. La violencia
es hija de la senectud del juicio.
II
Mis ojos son el trono, y como diosa
por mi sangre va el Arca sin Noé
huyendo de mi estirpe. Pronto he
de saltar la codicia que me acosa
(A los pies del eunuco no reposa
el porvenir; no obstante los tropeles
claman por mi ventura, pero infieles
adoran a mi espalda al adversario.)
Si la cruz no me busca, ¿qué santuario
habrá de desterrarme a los burdeles?
III
Contra el César me erijo, contra Roma,
contra el yugo que muerde a Tolomeo;
y es mi sangre bañada por el reo
que mezcla su dolor con el aroma
de mi aliento prohibido.
…………………………….El odio asoma
su temor sobre el odio más profuso.
La traición es la paz, mas no rehúso
al trono que mi padre me arrebata
Y no voy a morir, no si me mata
el amor que imposible se me opuso.
NICOMEDES IV EN UNA ALUCINACIÓN
Es probable que envenenara a su padre.
M. Carcopino
Es cierto que lo he matado
(dominante el acertijo).
Quise el trono. Soy el hijo
imperfecto que ha pecado.
Cómo ignorar el pasado.
La lengua es un siglo oscuro
que padece lo inseguro
y miente su derrotero.
Soy mi propio prisionero.
Todo es verdad.
II
Me torturo
en las infames almohadas
de una corona corrupta.
Y mi reino es una abrupta
noche (un sol de risotadas
que molestan).
…………………..Mis espadas
giran y Roma silencia
la inútil benevolencia
que me trastorna el descanso.
Pero soy un rey, no el manso
ángel de la penitencia.
CLEOPATRA DESAHOGA SUS LABERINTOS
…frente al burdo espejismo de Roma
no hay quien haga lo bueno, no hay quien
busque entre lo absurdo la salvación.
Ronel González Sánchez
Su íntimo trato con Nicomedes constituye una mancha
en su reputación, que le cubre de eterno oprobio y por
lo cual tuvo que sufrir los ataques de muchos satíricos.
Omito los conocidísimos versos de Calvo Licinio:
“Bithinia quicquid et poedicator Coesaris umquam habuit.”
Suetonio
No importa que mi piel sea laberinto
cuando en mí apenas tiembla la cordura.
Existe un vericueto en la locura
y se enerva la raza de mi instinto.
No habrá dioses que escondan el recinto
donde a mi César lo ha besado un hombre.
¿Por qué soy tan fatal con otro nombre?
¿Por qué duermen mis ganas en la orgía?
(El incesto provoca la agonía
entre Roma y Egipto.) Quien se asombre
ha de perder lugar en su desnudo,
y morirá por siempre en esa Roma
donde el sexo es fugaz y nadie asoma
parlamentos de amor. Como un escudo
el goce es tempestad, concierto agudo
(varias hembras se tuercen en la cama
y los machos se inquietan). ¿Quién derrama
esa sofocación de prole oculta?
Soy la reina, cuyo fragor insulta
a un César que su cuerpo no reclama.
LOS CÉSARES PERDIDOS
César tuvo también amores con reinas, entre otras
con Eunoè, esposa de Bagud, rey de Mauritania,…;
pero a la que más amó fue a Cleopatra, con la que
frecuentemente prolongó festines hasta la nueva aurora.
Suetonio
Porque he llorado al César tantas veces
en mi difícil traje de ermitaña
la soledad en mí no es cosa extraña
aunque el fuego desnuda mis reveses.
¿Dónde guardo el calor que largos meses
disfrutara mi cuerpo lisonjero?
¿Adónde ha de partir mi desespero?
Ave César, desata tu lujuria
que mi cuerpo se funde en la penuria
como el magma en volcánico aguacero.
II
Me perturba tu indómito ostracismo
(mi remedio es oculta paradoja).
Si no valgo ante ti, si soy la floja
mordedura, si el trono no es el mismo…
¿por qué voy a rendir a tu egoísmo
una lágrima más?
Tu ciencia fría
se resume en vulgar paleografía
mientras yo, de tu inútil parquedad
construyo lentamente una ciudad
sin la praxis de tu filosofía
III
Será la piromancia tu obituario
cuando el cuerpo su llanto ya no calme
pero serán mis lágrimas la oxalme
que guardará tu grito reaccionario.
Roma tendrá en secreto el relicario
de aquel dolor pasado, ya neolítico.
Tu recuerdo caerá sobre lo mítico
de mi propia leyenda sin fisuras.
Será un placer cargar mis helgaduras
con tu obsoleto salmo de amor crítico.
IV
Qué absurda la marioneta
que en las noches sin relente
echó su savia elocuente
en mi paciencia discreta.
Fui rehén, la fácil treta
quedó escondida en mi espejo
(alguien frunce el entrecejo
cuando, en pequeña venganza,
pongo infiel en la balanza
el rostro del que me alejo).
V
¿Por qué mi ropa raída
si los dulces manantiales
que conservo son iguales
al agua de mi partida?
¿Por qué la herida? ¿Mi herida
no acaba en el Coliseo?
¿Quién soy? ¿Quién soy si ya veo,
como Ariadna, roto el hilo?
Soy Penélope y vigilo
el retorno de Odiseo.
VI
César, ¿sabes qué presagio
se hunde en mis carnes? Traición
purgada en la salvación
es mi suplicante adagio.
Roma no sabe el naufragio
que en tus paredes se oculta.
César, el placer sepulta
las piedras de mi paciencia
porque en mí estalló la urgencia
de un abandono que insulta.
¿Temes a la maldición
al acoso de una brújula
que te guía hacia mi esdrújula
y noctámbula pasión?
¡No soy la superstición
que huyendo del espectáculo
echa flor en el umbráculo
ciego, de una luz proterva!
César, la dama y la cuerva
se redimen ante el báculo
VII
Porque en Roma no ha llovido
al fragor de la costumbre,
es que padezco esta herrumbre
con fantasmas del olvido.
¡Qué terrible es el descuido!
Al final sólo hay el muro
de un hospicio donde abjuro
de todo…
…………….Que nada importe
cuando he perdido en el norte
de otro cuerpo mi futuro.
CULPABLE DE LA GLORIA
…subió luego al capitolio a la luz de las antorchas,
que encerradas en linternas, eran llevadas
por cuarenta elefantes alineados
a derecha e izquierda.
Cuando celebró su victoria sobre el ponto,
se advertía entre los demás ornamentos triunfales
un cartel con las palabras VENI, VIDI, VINCI
(“llegué, vi, vencí”).
Suetonio
…que no ve a quien deba ceder César, y agrega,
que tiene en su dicción elegancia y brillantez,
magnificencia y grandeza.
Cicerón
CLEOPATRA EN
La vuelta del hombre al primer plano le otorgó un nuevo lugar en el arte. Ni su alargada figura estilizada de raíz bizantina ni el crudo naturalismo tendrían vigencia. El hombre como tal iba a ser exaltado otra vez, como en la antigüedad clásica. Hacia Grecia y Roma había que dirigir la mirada para aprender a traducir en términos plásticos la dignidad humana.
Marcelo Pogolotti
La reina viene a La Habana,
se desviste y nadie sabe
si llega porque en la llave
de su cuerpo loco emana
un fragor que se desgrana
de su piel alejandrina.
Cleopatra viene, adivina
en estas calles su fuego,
y vuelve porque es un ruego
del ansia que no termina:
—La Habana duerme. Mi gloria
anda en busca de Teseo.
¿Por qué me agobian? Soy reo
en latifundios de euforia.
(Cleopatra gira en la noria
de interminables antojos:
se me tornan los despojos
huracanes en la piel.)
La Habana se duerme, infiel
a Roma y sus desalojos.
Traigo muchachas, clamor
de subterfugios andantes
sin Césares diletantes
en su nube de fragor.
Traigo muchachas, ardor
con mordidas de leonas:
en mí son las amazonas
otro derrumbe posible.
La Habana no es el temible
reino del que me destronas.
Amanezco, si amanece
en mí la voz de Teseo.
Soy infiel al coliseo
de esta ciudad. (Nadie rece
por mí, porque sólo en ese
camino nace mi orgía.)
Ser Cleopatra es la jauría
de mi desnudez sonora.
¡Quemo barcos! ¿Quién desflora
mi senda? ¿Cual ironía
satisface la oración
de un dios con plebe dichosa
cuyo sexo es la rabiosa
manera de salvación?
(Qué importa si Agamenón
duele por toda mi orilla,
si confundo la semilla
en viaje de Carpentier.)
Isis ha vuelto… ¿Quién ve
a Cleopatra? ¿No se ovilla
su clítoris en la bruma?
¿Por qué cantar me es ajeno?
Roma no esconde el veneno,
y yo no grito la espuma.
Soy una más en la suma
de una ciudad que se agota.
¿Por qué mi barca está rota?
¿Por qué La Habana se duerme
si a nadie le importa verme?
¿La calle es otra derrota?
CONFESIÓN DESPUÉS DE
Nací un trece. No fue en Roma, el tren no existió en la ida ni hubo un César en mi herida espléndida; nada asoma vestigios. Estuve en coma por toda la eternidad. Nací un trece. ¿Qué orfandad me ha predicado un profeta? ¿Quién ha dicho que el asceta fue cómplice de mi edad?
Era martes, nací un trece en brazos de una partera. El reloj partió la esfera del milagro. “Nadie rece”, dijo mi madre, “y quien bese su mano, tendrá razón si advierte la clonación de este siglo y el pasado, porque en Roma nunca he estado, ni un César es mi ilusión”.
Yo sí he saltado los trenes. Amé a Roma sin cadenas, y supe las sordas penas de su reino en mis vaivenes. Me desnudé, y en sus sienes fui diosa de un rey cautivo. Calígula pensativo quiso amarme en su venganza… ¡Salté los trenes, mi lanza clavé en el recuerdo, y vivo!
EL ESCÁNDALO DE
Porque ni siquiera puede dudarse de mi mujer.
Cayo Julio César
Pompeya
es mi tediosa mujer,
y no puede envejecer
mi buena suerte por ella.
Es la traición la que sella
un lujurioso incidente.
Su alcoba llena la mente
de un capricho detestable,
sensual, cuando lo culpable
sonríe pérfidamente.
Mi madre, loca, conjura
a la diosa un nuevo espanto,
y descubre junto al santo
la traicionera locura.
(Es mejor la sepultura
junto a su amante P. Clodio.)
Esta fiesta esconde el odio
de un hombre en castos umbrales
que viola antiguos rituales.
Soy César. He vuelto al podio.
Pompeya me ha traicionado.
Ha quebrado mis cerrojos
sus decadentes despojos.
Mi hogar padece el pecado.
Es cierto que me ha dañado
la mano de Cicerón,
y que logró la ocasión
de hurgar en mi domicilio,
mas no le temo al exilio
fatal de la sinrazón.
Esta es la fiesta sagrada
de las mujeres de Roma.
El pudor oscuro asoma
como filo de una espada
temible. Y es mancillada
mi prole en el juego amargo.
Mujer, te vas... sin embargo,
yo no soy un hombre fiel,
y la suerte es un bajel
que oscurece en su letargo.
CLEOPATRA, EN ARDID NOCTURNO, ENTRA
DESNUDA A
Cuánto fuego en el vientre de la noche,
cuánto grito en la antigua Alejandría,
y no sufro pasiones: letanía
es morder la manzana cuando el broche
queda cerrado al beso. No hay derroche
en el labio que gana miel y fruta.
¿Existe diferencia en la disputa
que va al goce supremo de la carne?
Si buscas mi quejido, es que la carne
tiene fuegos extraños donde muta.
El cielo nos presagia roca fuerte.
La luna, un suave canto de sirenas.
Y el alma es un ardor donde no hay penas
que sacudan el mar de nuestra suerte.
Anclamos toda el ansia –he de quererte
hasta en el miedo brusco de un naufragio.
¿Existe salvación? ¿No habrá presagio
que desdeñe la savia de tu boca?
Serás el dulce heraldo que convoca
en mi reino las llamas del adagio.
Es tu suave mirar un lago, y busco
en el fondo un extraño magnetismo
que descubra en mis ojos el nudismo
de sus peces amantes. Te seduzco
en un desliz de ropas. Es el brusco
intento de calmar tu poderío,
lo que mueve mis carnes si desvío
el curso de las aguas hasta el pozo
donde el goce, otra vez, es tan copioso
que desborda las márgenes del río.
APOCALIPSIS. RESURRECCIÓN
DE LOS CÉSARES
Unos dicen que el mundo terminará presa del fuego,
otros dicen que del hielo. Por lo que pude aprender,
del deseo. Me adhiero a los que hablan a favor del
fuego. Pero si tuviera que perecer dos veces, creo
conocer lo suficiente de la ira para decir que la
destrucción por hielo también es estupenda y bastaría.
Robert Frost
Roma había acogido con alegría, la noticia de la muerte
de Tiberio (…) Los caballeros, la plebe y las ciudades
italianas eran todas firmes partidarias de César
V. Diakov
[PRIMER ACTO: Cristo y Dios.
SEGUNDO ACTO: Julio César.
TERCER ACTO: Octavio Augusto.
ACTO CUARTO: Con Tiberio.
ACTO QUINTO: Con Calígula.
ACTO SEXTO: Con Nerón…
Apocalipsis, turbión.
La bondad de la lujuria:
un César guarda la furia
del hombre sin comunión.]
PRIMER ACTO: Hay una voz que no encuentra la balanza de equilibrar la confianza de Cristo en su padre Dios.
–He de ceñirme a la coz de un César sin utopía, loco de alcohol... Su ironía es un lenguaje furtivo. Limpió la muerte en que vivo, y en mi muerte se desvía.
–Hijo, la resurrección sufre las constelaciones donde incendian las naciones el destierro a la razón.
–Padre, en el Armagedón mi tortura es de Tiberio: ¡olvidó que en el salterio del alma existe un acorde donde la paz tiembla al borde desnudo del cementerio! Dijo Tiberio: “Yo abjuro... Dios no pudo perdonarme. Me retorcí sin quedarme en la tentación del muro... Julia me clavó el cianuro infame del abandono. Fue desterrada, ¿perdono su adulterio? Navajazo fue mi dolor, como un trazo doliente en la luz del trono... Es verdad que en mi gobierno Cristo fue crucificado: el talismán del enfado me acorrala en el Infierno. La ejecución fue el invierno leve, hechizo de mis ojos. Conspiraron los antojos, el sexo fue penitencia donde agoté la paciencia sin profetas ni cerrojos.”
JINETES. SEGUNDO ACTO: El Hambre,
–Maté, porque la agonía del odio se volvió pública, y destruí la república presa de mi alevosía.
–¿Por qué tu locura infame? No perdono tu estilete. Soy Dios, ¿ordeno al Jinete que sus violencias derrame? César, no hay perdón... ¡Ven!, dame el llanto de tu armadura, la soledad. La tortura será un designio de espera donde clavar la bandera y sumergir tu locura.
VENGANZA. ACTO TERCERO: El hombre esconde la fusta. En Roma la paz augusta renace del desespero.
–Eres tú la paz que espero. Ten, Augusto, mi perdón.
–Gracias, Dios. Es mi pasión la belleza, donde el arte es la música que parte del centro de la ilusión. Con la palabra desnuda, en los poetas me exilio: Ovidio, Horacio, Virgilio... son la sombra que me escuda. El clamor es una duda en el bufón del espejo... Cleopatra olvidaba el viejo amor, besó a Marco Antonio: se refugió en el demonio lujurioso del reflejo... ¡He de vengar a mi raza! No existe en mi mente un trato, ni el juicio del triunvirato me convence. (Se disfraza Egipto.) Son pura brasa los ojos, la piel, el fuego de esta mujer... Mucho ruego por mi tierra. La orfandad nace en la inmoralidad insepulta adonde llego.
ABRIR TELÓN. ACTO CUARTO: Es la guardia pretoriana. Tiberio muere y desgrana la sublevación. El parto hizo del yugo un infarto. Le asesina la impiedad. Cristo –su virginidad– es la ambición de un abrigo; y el talismán, un testigo eufórico de maldad.
–A Julio César (Germánico) envenené, fraguó el odio. Con éxito subió al podio de mi gobierno tiránico. (El madero no fue el pánico, dañó su sangre otra vez, fue la voz de un triste pez que rasgó la madrugada.) Julio César, la carnada nocturna de la embriaguez...
ABRIR PUERTAS. ACTO QUINTO:
–Soy Calígula, Mesías. ¡Adorad las profecías en mi lujoso recinto! Mujeres, ¡salvad mi instinto, desnudas en la trinchera!, pues mi sexo es otra fiera. Mi boca se ha vuelto lava, y la ternura se clava en el burdel de mi hoguera.
–Calígula, la tibieza es un gobierno demente donde suplica su gente la gloria de la grandeza. Sufrirás en la vileza como un oscuro ritual. En el bosque terrenal no encontrarás alimento. Gobernaré en el lamento de mi altura celestial.
–¡Nada importa! ¡Soy un rayo! Y soy el centro del mundo. Mi gemido es el fecundo fragor en que me desmayo. ¡He de nombrar mi caballo Cónsul de Roma! Recelo del perfume sin consuelo. (Mi cadena es otro grito.) La venganza será el rito contra Tiberio Gemelo.
–Aquí dicto la condena por el daño que has causado: Morirás envenenado en una cama de pena, y sufrirás en la arena la traición de tu mujer. (Quebrantarás tu placer en lo falso y lo violento.) Firmo aquí mi juramento, viéndote desfallecer.
LOS DEMONIOS. SEXTA ESCENA:
–Madre mi renombre estruja sin clemencia… ¡Loca, bruja! He de dictar su condena: “Mátenla, dañó mi vena al criticar a mi amante...” Popea es el calcinante amor que guardo en mi pecho. No importa el vientre deshecho: la espada será quien cante.
–¡Es el fin! ¡Armagedón! Muerte a tu madre, a tu esposa. Ahora, otro llanto destroza tu indócil nombre: Nerón... Al final de la ilusión, a Octavia mató tu mano. Popea murió temprano por tu violencia. Y el ruido fue la muerte de un marido, como un ejemplo inhumano... Desposaste a Mesalina y, antes, mataste a su esposo. (Nerón no tiene reposo donde la muerte se afina.) No perdono tu doctrina. Apocalipsis, nación...*, ¡otra vez Armagedón! Te suicidas por el miedo. Dicto el fin porque no puedo salvarme en tu corazón.
* Ana Rosa Díaz Naranjo
UN REY. EL JUICIO FINAL:
Roma es un lugar violento.
Jehová desata el tormento
contra la furia y el mal.
No hay perdón, duele el caudal
de la sangre y la fiereza.
Ave César: la vileza
se ha vuelto un sitio candente.
No silbará la serpiente
en el reinado que empieza.
AL REGRESAR A
¿Su-
rrealismo mediterráneo
del cine? Roto el lirismo,
se entroniza el conformismo
mediático sobre el cráneo
del gladiador (sucedáneo
de una absurda inteligencia).
Qué terrible inconsecuencia,
cuando el hombre y la serpiente
hicieron pacto. Es urgente
apelar a la paciencia.
Y Dios aplaude a Espartaco,
frenéticamente. Hay sangre
en la espada como un cangre
de dolor. ¿Por qué el atraco,
cuando Roma entierra el saco
del héroe y su derrotero?
Es un fatal prisionero
con un himno demagógico.
¿Hay un triunfo tecnológico,
en la razón que no espero?
Las nuevas axiologías
obran un séptimo arte
irreflexivo, ¿en qué parte
convergen las simetrías
del hombre? Quedan vacías
las arcas de quien cuestiona
esa fiebre que obsesiona,
y el abismo espiritual
es una imagen fatal:
The Matrix, otra persona
víctima de catalepsia
post-industrial (epilepsia
que sacude la esperanza).
¿Es otro cine, o venganza
de Dios? (El espectador
que prefiere al gladiador
como un animal teórico,
es objeto de escultórico
modo subvencionador.)
¿Somos reptiles? ¿O reos
de un anuncio proyectado
desde el trono del mercado?
¿Cuáles son nuestros trofeos?
Acaso, en los coliseos
donde buscamos perdón,
reina la alucinación.
pero un Oscar ¿hace gloria,
o nos echa en la memoria
otra estúpida ficción?
INTERPRETATIO ROMANA (PARA CLAUDIO)
Me duele la sicalíptica
situación, y no soy Druso
en el pensamiento abstruso
donde Tiberio es la elíptica
razón de versar la eclíptica
manía de ser utópico.
Me duele asumir lo tópico
sin ignorar el salterio,
y yo le impongo el cauterio
musical que brinda el trópico.
Claudio ve los lidiadores
y sabe que son acérrimos
enemigos, más ubérrimos
que los tristes gladiadores.
La guardia da sus escores,
Calígula se desarma
ante la muerte, y el arma
deja el trono a lo ridículo:
Claudio se sube al montículo
infalible de su Karma.
Baten los sueños eólicos
y el aire es el inexacto
clima donde surge el pacto
de criminales diabólicos.
Claudio padece los cólicos
del alcohol en honda llaga:
el miedo, culpable daga
por Júpiter, y la mística
es la medicina holística
emocional de una maga.
Yo creo en la osteopatía.
La cura no es la de Hipócrates:
sólo en el fragor de Sócrates
vivir ofrece una vía
filosofal (la homilía
anchurosa de lo típico).
El guerrero va en un hípico
trote por la gloria y llora,
y es que la suerte mejora
su padecimiento atípico.
OSCURA MÚSICA
PARA MIS DEMONIOS
esquilar a sus ovejas y no desollarlas.
Suetonio
TEMPLO JÚPITER JULIOS
(El hombre que no tiene grandes aspiraciones terminará
preso de sí mismo, llorando el laberinto de su propia farsa,
haciéndole creer al mundo su sencillez y sufriendo la
decadencia de una raza mentida, de una raza que aún no
ha descubierto la delgadez del espíritu, el intento patético
y elucubrador de quien simula otra apariencia.)
Discurso que improviso para hacer creer a todos mi nobleza:
No le temo al mar Egeo.
De Venus soy descendiente,
no un criminal disidente como grita Tolomeo.
Su corona será el reo,
y mi ambición el caudal que brinda
el tesoro real de Cleopatra y su locura…
Abre piernas la tersura y me impone su ritual.
No soy el hombre plebeyo que se desnudó en Farsalia.
La guerra que armé en Tesalia era un grito de Pompeyo,
cuando me marcaba el sello diciendo que soy tirano gobernador,
y que en vano Roma me adornaba el trono.
(Maté, maté el abandono de las tierras en mi mano.)
En el campo de batalla el triunfo es estratagema,
matar se convierte en lema al que pase de la raya.
Somos bárbaros, ¿quién falla contra nuestra sinrazón?
Mi triunfo es la vocación de guerrear contra la Galia.
Me nombro dueño de Italia con ojos de aberración
Era sin piedra,
con palos,
con la sangre y el degüello:
la muerte plagiaba el bello escenario de los galos.
Egipto, Numidia… (malos hombres de abrupta guarida):
los maté con la estampida de un César que sólo hiere
al que ante su espada muere,
(¡por Júpiter, con su herida!)
Sí, derroté a los Alpinos, a su presunción de recios,
al pavor de los helvecios, a los belgas.
Son genuinos mis guardias
como ladinos enfermos de la avaricia,
y mi nombre es la estulticia contra la invasión germánica:
es verdad que la tiránica suerte engendra mi pericia.
Me proclaman dictador,
la guerra civil infiere en un hombre
que digiere las llagas del sin valor.
¿Quién me proclama el pavor en Sicilia o en Cerdeña?
¿Quién teme del que se adueña de tan distantes regiones?
Soy dictador, mis legiones echa diablo
si se empeña en desdecir mi concierto.
(Dueño de Amiasis, de Zela,
he de prender una vela en honor de cada muerto.)
En África y Asia, el yerto camino de la patraña.
En Thapsos, Munda y España, guerras de campo sutil,
porque la guerra civil es la flor de mi guadaña.
Imperator César,
soy como de la patria el dueño,
un militar con empeño.
(A la democracia voy
si en las monedas estoy.)
¿Mi efigie en oro aparece?
La plebe romana crece y, al mismo tiempo, la unión.
Como un dios, la absolución otorgo a quien más me ofrece.
¡Qué dolor la profecía de los libros sibilinos!,
guardados de los felinos de inusual filantropía.
Conjuran, y en la herejía destruyen mi advocación de la suerte,
donde engarzo infieles idus de Marzo.
(Me matan.
………..........Grito:
………………………¡Traición!)
LA LIRA DE
La música no es el solo
camino que en los mortales
hace vibrar los rituales
sin la sonrisa de Apolo.
Nadie piense que me inmolo
por desazón de mi lira,
es que sufro de la ira
que ha maldecido mi boda.
La víbora se acomoda
y produce la mentira.
Ha puesto su cruel veneno
en Eurídice, que muere
como una trampa que infiere
el Hades. Provoco un trueno
y sufro, me arrojo al heno,
he de ir al subterráneo
mundo, que es el supedáneo
capricho de mi premura.
Su dios es otra tortura
que divaga en el cutáneo
rol de alocada cabeza…
Pongo música, ¿quién sabe
si me ha de servir de llave
para el ángel que me besa?
EL HADES SUSPIRA, EMPIEZA A PONER SU CONDICIÓN A EURÍDICE, A MI PASIÓN:
—¡No puedes mirar atrás, sabes que la perderás! Será la resurrección de la mujer que te abraza hasta el mundo de los vivos, donde sufren los testigos del odio que se disfraza. (La muerte es pura argamasa.)
LLEGA
—¡No quiero más esta vida, ni acompañar los humanos! ¡Quiero estar solo! Son vanos los intentos de mi huida. ¡Yo sufro!, es la diluida culpa del rey de los muertos, que provoca los inciertos cantos de quien se disloca… Mi música irá a la roca. Seré el rey de los desiertos.
CUANDO LAS MUJERES TRACIAS ESCUCHAN DE APOLO EL LLANTO, LO ASESINAN BAJO EL MANTO DE SUS INFAMES FALACIAS. Se tornan CRUELES, reacias, para agradar a DIONISIO. IMPONEN EL SACRIFICIO, DECAPITAN AL POETA QUE SUCUMBE ANTE
LAS AGUAS DEL RÍO HEBRO EN
¿QUIÉN BUSCA
Y, en mi ebriedad magnífica, contemplo
los furibundos dioses que en mi templo
se reparten las aguas de la gloria.
Diusmel Machado
Viósele frecuentemente restablecer él solo
su línea de batalla; cuando vacilaba esta,
a lanzarse delante de los fugitivos,
detenerlos bruscamente y obligarlos,
con la espada a la garganta, a volver al enemigo.
Cayo Suetonio
MENSAJE ANÓNIMO A JESUCRISTO,
POR OCTAVIO AUGUSTO
Jesucristo:
¿Allá en su altura no recibe información de muerte y lapidación como medida segura? La tierra no tiene cura (tal vez es mejor así). Pero no me juzgue a mí por revelar el secreto ni por usar amuleto, pues yo también me perdí.
JUICIO DE UN OFENDIDO EN EL SENADO
ROMANO CON OCTAVIO AUGUSTO
Los senadores tienen derecho a hablar
de los asuntos públicos.
Lépido
Saltemos por amor a la pradera
tras el hermano, amando su sonrisa.
Es hermoso crecer mientras la brisa
con leve gesto barre la frontera.
El frescor es desliz de primavera
que promueve la anunciación de amigos
como una procesión por los abrigos
(lo bueno casi nunca es repetible).
Cerrémosle la puerta a lo terrible,
y abramos de una vez nuestros postigos.
REFLEXIÓN DE CAYO JULIO CÉSAR
SOBRE EL GÉNESIS
Creador
del cielo y la tierra
¿por qué concebir la guerra?
¿por qué el yugo y el dolor?
Si nos hiciste al fragor
de la mujer y del hombre
¿por qué se lapida el nombre
tan inocente, del sexo?
Si es el designio convexo
de la llama.
………………Que no asombre
el sufrimiento de escudo
como fatal ajedrez.
Que no mutile el revés
nuestro derecho al desnudo
Oh, Dios, el hombre no pudo
en soslayada vigilia
pecar, porque no concilia
la sed que provoca el agua.
(El hombre es sólo una fragua
que en el pecado se exilia.)
UNA DOCTRINA DESVENTAJOSA. DISCURSO
DE UN GLADIADOR ANTES DE SALIR
A PELEAR AL COLISEO ROMANO
Felino, saltas tejados
por el mundo. La impaciencia
de tu Dios es la elocuencia
que nos mantiene extraviados
del instante –tan cansados
de salto y grito a la luna–.
Tu Dios es como ninguna
razón, ¿acaso te ofende
su risa?
…………Lobo que asciende
trasnochado a la laguna,
descubres tu suerte igual
que la manada. El azote
son los ciervos del garrote,
y el bosque es otro ritual
de andamios –pero irreal.
Y saltas, tal vez enredas
tu caída en las monedas
(¡véndese un Dios en el podio!)
A veces revienta el odio
en la multitud y quedas
ungido en tu propio peso…
Felino, las sinagogas
guardan peligrosas sogas
que tensan hasta el exceso
la libertad del poseso.
(¿Dónde no hay cruz, no hay verdugos
ni dolores? En los yugos
lleva espinas el suicidio.)
Lo sabes, es un fastidio
el banquete sin mendrugos.
Y el sueño, grave en tus garras
duele con toda la euforia
de quien persigue la gloria
pero sufre sus amarras.
Qué noches del mundo, farras
encima de mucha teja
donde hasta el sueño se aleja
y salta, hacia otro cadalso.
Aquí vive un dios descalzo
con una doctrina vieja.
JUICIO FINAL EN ROMA
He recobrado el camino
Se me ha vuelto una estocada
pero es un barco la espada
o un esquife sin destino
¿Dónde vuelve el peregrino?
(salta del lecho al umbral
bajo el incendio final
de Dios, ábrese el cerrojo
cuando una mujer de rojo
perdida está en el canal)
Perdida está en el canal
sin un salmo a su herejía
No es proverbio la osadía
con que intenta lo infernal
(como una sombra banal
se llueven los enemigos)
Otros serán los testigos
del crimen que anuncia el mundo
Perdónenme, si me hundo
el final no tiene amigos!
El final no tiene amigos
oh herejes, fornicadores
meretrices, purgadores
homosexuales, mendigos
Oh lascivia en los abrigos
como un dolor de saetas
Cuántas bahías secretas
guardan las antiguas redes
que rompen en sus paredes
el grito de los profetas.
SALTIMBANQUI
Salto, pirueta, maroma
y lágrimas tras los ojos
(cuerpo caído de hinojos
bajo el hambre que lo toma).
Hay una cruz que se asoma
cuando salta la inocencia
tras la suave adolescencia
que abre un terrible arrebato
(niñez con miedo al retrato
mordido por la impaciencia).
LAMENTOS ESCUCHADOS A EIFFEL
La gente razonaba de esta manera: lo esencial
de la empresa es el pensamiento de construir una torre
que llegue al cielo. Lo demás es del todo secundario.
Ese pensamiento, una vez comprendida su grandeza,
es inolvidable: mientras haya hombres en la tierra,
existirá también el fuerte deseo de terminar la torre.
Por consiguiente no debe preocuparnos el futuro.
Franz Kafka
La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece
la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi,
la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me
queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este
texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto
querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré
un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta
palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como si uno
pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo
que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica.
Julio Cortázar
No caigo. Escucho las voces
que cuestionan mi estructura
(¿por qué me envidian la altura
con designios tan atroces?)
Si el mundo sabe otros goces
que el tiempo no cristaliza,
¿por qué arrojar la ceniza
contra un tiempo que perdona?
¿Por qué mi edad obsesiona?
¿Es que París agoniza?
DESDE MIS LIRAS PROFANAS
El estudio de la belleza es un duelo en que el artista
da gritos de terror antes de caer vencido.
Charles Baudelaire
Laten en mí las campanas
que me niegan el bautismo.
Imploro a Dios como el mismo
Judas que ató las ventanas
del dolor.
……………(Y son profanas
estas liras de pasión).
Truena el volcán, el turbión
barre el mar de mis antojos
y escapo de los despojos
fatales de la razón.
ALTO MAR DE MIS LLAGAS
(Descartes, ¡no te inmiscuyas en mis reflexiones! Traigo un mundo
encerrado, un poeta es un ser distinto. Se ordena en el mundo y
evoluciona, quiere transformar la realidad, y al final sigue siendo
una carga, la misma carga del primer día. Nos adentramos en
caminos irreversibles, después comprendemos que existe un solo
camino y un solo hombre para hacer del universo otra razón de vida.)
Yo soy del mar la tristeza
arrepentida en el fuego
turbio de Olokun. Y ruego
descifrarme en la tibieza
de un hombre feroz que empieza
a matarme la costumbre.
Un grito de incertidumbre
me desfigura la voz.
(Es la venganza de Dios
por acercarme a la cumbre).
DICTAMEN
…la confusión y la maravilla son operaciones propias
de Dios y no de los hombres.
Jorge Luis Borges
Padecemos nuestra raza.
Nuestros himnos esporádicos
recuerdan rituales sádicos
que una oscura luz disfraza.
Hombres de ternura escasa,
un profeta vendrá luego
para que el Árbol del Ruego
no se nos queme con ira
y besemos la mentira…
¡Salvemos, con agua, el fuego!
Somos víctimas del hombre,
del miedo, también de Dios
que nos somete la voz
por lo que no tiene nombre.
¡El pecado, que no asombre!
Somos víctimas de Adán
que no comprendió que el pan
era mejor que el trabajo.
¡Cuánto sufren los de abajo!
¿Los pobres, adónde van?
El mundo es una doncella
que abre las piernas al ruego
divino. El mundo está ciego,
dormido sobre una estrella.
Gira la luz y la bella
mujer es tan incitante
que busca cualquier amante…
¿Qué fragor el diablo expira?
Dios se despierta y delira
su ensangrentado diamante.
BENDICIÓN
Traigo un fluido que hiere,
una causa que se inmola,
viudez de quien sufre sola
en la verdad que se infiere.
A quien la justicia diere
ofrezca un laurel el mundo:
el agua, grito rotundo
como mejor testamento;
la vida, dulce tormento
que muere en cada segundo.
¿Quién ve la corona fiel,
o la justicia atrayente,
la piedad del elocuente
disfrazada por la miel?
¿Quién esconde en su vergel
un signo para el enfado?
¿Y quién nos deja clavado
el pecho en tanta demora,
con una daga traidora
para juzgar el pecado?
CULPABILIDAD Y AMNESIA
El mundo, ciervo culpable
de aterrados y platónicos,
que en los baños hipertónicos
sueltan la sal y el viable
destino de usar el sable.
El efluvio es la tortura
de un dios que a veces conjura
y teme de quien desata
en su pecho una fragata
de impaciencia y de locura.
¡Qué desazón, la serpiente:
y los hombres en su duda
tienen la palabra muda,
pero el garrote elocuente!
¿Quién arroja el displicente
dolor de la nueva herida?
En el circo del suicida
natural de cada hora,
vivo de frente a la escora
turbulenta de la vida.
Nosotros, panes o peces,
sangre brutal y homilía,
diente de perro y porfía,
hombres, caballos o reses,
espinas, cárceles, nueces,
desmemorias del latido,
litigantes al descuido
que padece el universo.
Somos la muerte, el anverso
de la flecha de Cupido.
EROS SE ME HA VUELTO INFIEL
Eran millones de almas, las que ganaríamos a nuestra santa
religión, cumpliendo con el mandato de Cristo a los Apóstoles.
Éramos soldados de Dios, a la vez que soldados del Rey, y por
aquellos indios bautizados y encomendados, librados de sus
bárbaras supersticiones por nuestra obra, conocería nuestra
nación el premio de una grandeza inquebrantable, que nos daría
felicidad, riquezas, y poderío sobre todos los reinos de
Alejo Carpentier
Lascivia en la miel de Ochún
(santo crujir de ventanas):
arden sentencias, son ganas
de abrir fuego junto a Ogún.
Quien me dice: Rent for room,
me desnuda. Quien resume
mi voz, el ansia consume.
Me duele no ser orisha.
Voy al tablero, ¿qué ficha
he de mover?
…………………(Pase y fume:
mi cuarto anochece abierto
de goces.)
……………..Quién me adivina
si el Ave Fénix termina
sangrando por un concierto.
Cruzo otra vez, cruzo, es cierto
que Changó me desorienta
con la espada que descuenta
el aire a mi trayectoria.
La noche llora mi euforia
curada de la tormenta.
¿ELEGGUA ABRE CAMINOS?
(El profeta escogió el ángel de la adivinación, produjo la suerte
del poeta. Demostró que cada laberinto era un nuevo sitio para
esconder al hombre. Orfeo era una música del alma y Salomé danzaba
sólo para aumentar la ira. Strauss prestó los siete velos y el público
aplaudió la sensualidad sin comprender la muerte. Más tarde
caminé hasta la montaña y un predicador me sembró el arrepentimiento.)
Prodigio que se desborda
en crucigramas desnudos,
saltan caracoles mudos
(aunque no ciegos) la sorda
palidez de quien no aborda
reclamos, cuando su Eleggua
abre caminos.
…………………La legua
que transita en un disparo
cruza las alas del faro
e invoca la última tregua.
CONVERSACIÓN DE JULIO CÉSAR
Y GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
(Los emperadores no temen a los truenos, sí a su sonido.)
EL CÉSAR: —Ser Julio y temerle a un trueno es una trampa infalible, porque la luz no es audible y mata al hombre y al reno. El supurante veneno es a los dioses infiel. He de acallar el tropel con el sabio que tropieza y me pone en la cabeza mi corona de laurel.
LA TULA
EL CÉSAR: —Mujer poeta, te castigo a morir bajo mi nombre (el coliseo es un hombre que me ha prestado su abrigo). Mis dioses darán el trigo para hacerte hembra de ley, con vasallos, y la grey que en mi ejército se alista. Yo te ofrezco la conquista del pueblo de Camagüey.
LAS CIEGAS ESPIRALES
El mundo tiene locos y traidores
que disputan la escasa subsistencia
aferrados al dios de la demencia
en un baile de crueles estertores.
Son verdugos del miedo acusadores,
y en la fachada esconden su martirio.
Sin espinas la rosa no es el lirio
y sin dolor la herida no es paloma.
Y la muerte precoz, aunque se asoma,
no es pezuña fatal de mi delirio.
INCERTIDUMBRE O MÚSICA
TRISTE A
Leves marcas y rasguños
deja el péndulo en la piel
(es huracán, rasgo infiel).
El hombre sufre los puños.
Mis arrugas son los cuños.
¿Cómo pensarme nirvana
en ese tiempo que hilvana
su majestad y destierro,
si Satanás alza el hierro
y Dios se peina una cana?
Nadie puede maldecir
la decisión que es de Dios
(envejecer al atroz
discurso del porvenir.)
El hombre debe sufrir
el pecado universal
que lo llevó a ser letal,
ingenuo de la vigía:
la subyugante homilía
de Dios convierte el ritual.
Enajenación caótica
en caminos del infierno,
desdice al ángel eterno
con su dimensión exótica.
Una sociedad sicótica
es la que predice al mundo
su fin de grito rotundo.
(Apocalipsis de raza
que satisface la escasa
embriaguez del nauseabundo.)
La eternidad me complace,
y ante un jinete suspiro
para salvar el retiro
que mis naufragios rehace.
El final no sólo yace,
puede hundir la servidumbre
y proclamar esa herrumbre
en quien presume de ético
y nos devuelve su emético
para escapar a la cumbre.
INTENTO DE PREDICACIÓN
(La fe tiene un camino inolvidable, nos hace recorrer décadas,
hundirnos en el fango, creer que el lodo no hace padecer la suerte.
Buscar
de la historia. Queremos nuestra propia conversación y discutimos
seriamente con Nietzsche cuando dice: “Se esconde en el lenguaje
una mitología filosófica.” Mi diálogo sagrado es autárquico, aunque
no voy a aislarme, comenzaré una nueva era y mi predicación
hallará un sitio en el lado más débil de la luna.)
He conocido a Jehová
y el mundo cambió su duelo.
(Eché el dolor sobre el suelo,
y la causa nueva está
bien fuerte.) Mi nombre va
seguro del Paraíso
donde no existe el hechizo,
la muerte, la infiel traición.
Me ha tocado el corazón
que antes temblaba enfermizo.
Busqué el amor, estertores
de la pasión, y los áticos
era pasajes traumáticos:
Dios danzaba en surtidores
caminos, donde hay fragores
del prójimo que ha pecado,
y no conoce que al lado
existe un mundo de luz
en el llanto de Jesús
que el hombre ha vilipendiado.
Desato todos los peces
de la cárcel del furor
de aquel francotirador
que maltrataba los jueces,
por decir lo que yo a veces
callé por otra leyenda…
y supe que no hay ofrenda
más culpable en la mentira
que revolcarse en la ira
con los ojos tras la venda.
DECISIÓN DEL QUE NUNCA LLEGÓ
Yo tendré que negar la pantomima
que han puesto los halcones en mi nube.
El baile es desazón de algún querube,
y me aguanto sin miedo a mi doctrina.
Orfeo tiene cuerdas y domina,
no podrá maldecir esta tonada,
aunque medie entre música y espada
mi cintura que irradia cascabeles.
Los dioses nunca dicen que las mieles
irán al río como las cascadas.
Nos imponen las águilas tortuosas
por el cielo en su viaje sibilino,
presagian la elocuencia de un ladino
ante el mundo protervo.
(Dios, destrozas
nuestras uñas y pinchas las valiosas
efigies que resguarda la prisión.)
Existe tras el agua el aluvión,
las piedras que sostienen tempestades
y vienen a trazar las oquedades
en las que el hombre cifra su razón.
ANTE DIOS
A que la lengua, pez indócil, arda
junto a la cruz de esponja
en esa hoguera donde Dios
hila y tuerce sus estambres.
Jesús David Curbelo
A veces yo me pregunto
si voy a medir las horas
por el miedo a mis demoras,
y escucho: Las doce en punto.
No he pensado que un difunto
el reloj deja en la casa
sin un destino, una taza
donde beber su café.
(Yo no he pensado en la fe,
la fibra es pura argamasa.)
Soy la sombra en el encierro
con una cruz y una foto,
y soy el hombre devoto
del verdugo y el cencerro.
Alguien se afirma en un perro
(otra máscara que agrede),
pero el pánico no cede
al sopor que lo envenena,
pues le aturde esta condena
de oscuridad.
…………………Nada puede
vencer a los homicidas,
ni al parco, ni al conceptual.
Somos víctimas, ritual
que maldicen los suicidas.
Nos inventamos vencidas
razones de muerte infiel;
pero está en fuga la miel
sin noche ni desnudeces,
porque un enjambre de peces
se desborda en el papel.
II
He visto los caminantes
–calzándose las espuelas–
prender angustiosas velas
para sus ojos errantes.
(Se van a ruidos distantes
para vencer los bostezos.)
Acá reposan los huesos
que ya no tienen apuro.
Allá plegarias, conjuro
sin Cristo ni los confesos.
Acá se pierde un mendigo
en la sangre que le intuye
(la prostituta rehuye
a ser del final testigo.)
Allá Dios busca un amigo
que siga su propio trazo
de amor (tal vez un pedazo
de rabia que le desmiente:
complicidad inocente
antes del último paso.)
III
El tiempo devuelve al hombre
la paz, luego precipita
su rumor donde se agita
–fuego, dolor–.
………………….No te asombre
nada, Dios, ¿no es este el nombre
que pusiste a la traición?
¿No adviertes la salvación
en promesas ancestrales?
Los de la cruz, con sus males
nos salvan, ¡qué perdición!
También se desangran olas
en el mar oscuro y triste.
¿Dónde estás? ¿Cómo pudiste
ser brutal con mis corolas?
Se me desatan muy solas
más allá de esta otredad,
las letras de una verdad
que se ha marchado al abismo.
No soy yo.
…………….Eres tú mismo
quien busca la eternidad.
IV
Llanto en el puente.
Risa inconclusa.
(Dios se rehusa.)
Grito inocente.
El cielo miente.
Crujir de muros.
Los inseguros
cierran sus ojos.
(Tristes cerrojos
sin fuego, oscuros.)
V
Tiempo, música del arpa
cuando responde un violín,
en el salto de un delfín
duele que mi nave zarpa.
(Pesa en los hombros la carpa
con su vieja galería
de trucos.)
……………..Dios me porfía
que es un circo momentáneo
la muerte. Pesa en el cráneo
otra sagrada ironía…
VI
En el aire me desdoblo tras la noria
de la vejez.
……………..El naufragio de una nube
es mi nombre, como el silencio que sube
donde Dios hila y nos tuerce la memoria.
(Tras los muros de mi edad bebí la euforia.)
Justamente a las doce salté los trenes
del miedo.
…………….Me he refugiado en los vaivenes
de mi orfandad. Mi estupor salvó el hallazgo.
Traigo el vuelo para fingir que no yazgo,
que escapé… adonde los últimos rehenes!
VII
La muerte no calcina mis alcoholes
(mi carne es vendaval de otro vacío).
En los huesos me ataca todo el frío
que no tuve al pasar por otros soles.
Lúbricos se derraman mis bemoles
huyendo a esta embestida de la fiera:
pero no queda más, ya no hay manera
de escapar a la luz.
……………………….Voy a lo eterno.
Mansamente, me lanzo hasta el infierno…
¡A purgar mis pecados, a la hoguera!
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