PREMIO
IBEROAMERICANO
CUCALAMBÉ 2010
IBEROAMERICANO
CUCALAMBÉ 2010
Publicado por la Editorial
Sanlope (Las Tunas, 2011)
Sanlope (Las Tunas, 2011)
Autores:
CARLOS ESQUIVEL GUERRA
y DIUSMEL MACHADO ESTRADA
CARLOS ESQUIVEL GUERRA
y DIUSMEL MACHADO ESTRADA
En julio del 2010, Diusmel
(izquierda) junto a Esquivel,
en el Catauro
de la décima de la XLIII Jornada
Cucalambeana, poco después de recibir el galardón.
Foto: Mayra Hernández Menéndez.
Foto: Mayra Hernández Menéndez.
Carlos
Esquivel Guerra (nacido en Elia, actual municipio de Colombia,
Las Tunas, 1968). Es uno de los
más significativos escritores cubanos contemporáneos, tanto en poesía como en
narrativa. En su amplia y reconocida trayectoria literaria, Carlos
Esquivel cuenta con el Premio Nacional Cucalambé 1998 por su decimario
Perros ladrándole a Dios, y en el 2005 el Premio Iberoamericano Cucalambé
por Toque
de queda. En nuestros archivos, puede ver trabajos suyos de
pensamiento como La
décima en el cine: “Elpidio Valdés” y otros filmes cubanos y El
cine en la décima, fragmentos de un mismo ensayo. En febrero del 2010,
Carlos ingresó
al Grupo Ala Décima a cuya Filial
provincial de Las Tunas pertenece. Otro acercamiento a su obra
poética en la
antología on line Arte
poética. Rostros y versos, del poeta salvadoreño André Cruchaga. De El
libro de los desterrados, con el cual mereció junto a Diusmel el
Premio
Iberoamericano Cucalambé, hemos publicado antes en Cuba Ala Décima sus textos titulados El
año de los campestres, Traducir a José Martí en
rumor de vuelo, Túneles
de Claudio, François Villon en Nantes, Díptico
de Lezama Lima, José
Kozer escucha las canciones de Roy Orbison, Hablo
con Nairi Zaran en un puente de Armenia, Aprendices
de forasteros, Federico
García Lorca en Nueva York, José
María Heredia, José
Martí, Gertrudis
Gómez de Avellaneda, Fe
de erratas, Treno
casi del desterrado, Elefantes
en un bar apacible del sur, Desterrado
en el Hotel California, Eugenio
Florit, Lourdes
Casal y El
arca.
Diusmel
Machado Estrada (nacido en 1975 en la camagüeyana ciudad de Guáimaro,
donde es un activo colaborador del Grupo
Décima al filo) cuenta con un temprano y rico currículum literario. Su
primer libro, el poemario Casa primera, fue publicado en el 2001 por la
Editorial Ácana, de esa provincia. En el 2003, la propia Ácana dio a la luz su
poemario para niños Libro
de Titi y Mamita (escrito en coautoría con
su mamá, Mirian
Estrada Medina), tras los cuales ha publicado diversos títulos. Entre sus
numerosos reconocimientos: En el 2005, primer
premio en el concurso internacional de décimas de Tuineje, Canarias,
España; en el 2006 el primer
premio del concurso de glosas “Canto alrededor del punto”. En el 2008, por
tercera ocasión (las anteriores fueron en 1997 y 2002), Premio
Décima Joven de Cuba. En 2009, Premio
Dador. En 2010, Premio de la Ciudad de Camagüey. En ese mismo
año, Premio
Iberoamericano Cucalambé por El
libro de los desterrados, volumen del cual hemos publicado sus poemas Postales
del forastero, Eliseo Diego: Oscura cena mexicana, Monólogo
del trashumante, La
piel del siervo y Flotante alrededor del iceberg. En
el 2012, Diusmel mereció el primer
premio en el primer concurso nacional Toda luz y toda mía, convocado por el
grupo homónimo, de Sancti Spíritus, por su cuaderno Espacio exterior.
JURADO
EQUIPO DE REALIZACIÓN
Edición: Antonio Borrego Aguilera
Diseño de cubierta: José Miguel Costa Martínez
Corrección: Lesa Cermeño Mesa
Composición e impresión: Andrés Sao Téllez
Diseño de cubierta: José Miguel Costa Martínez
Corrección: Lesa Cermeño Mesa
Composición e impresión: Andrés Sao Téllez
PRÓLOGO
DE PAYADORES,
ESTROFAS Y DÚOS
Por Eugenio Marrón Casanova
Lo primero es una certidumbre
tras el encuentro con el libro que ahora el lector tiene en sus manos: a Borges
le hubieran gustado estas páginas. O mejor: el soplo que anima a los autores le
habría recordado sus días de juventud, alguna fecha remota cuando se adentraba
en discusiones incitadas por estrofas bajo la noche, voces anónimas capturadas
al vuelo por picadores y copleros. Claro, no es que se trate de un proyecto
“borgeano” sino, más bien, de una “lección” en la cifra de Borges, al advertir
lo anterior y en su centro una afirmación suya cuando, en una de las
conversaciones radiofónicas con el periodista Osvaldo Ferrari —que se
recogieran en el libro “Diálogos”, publicado con la firma de ambos—, a
propósito de “la inteligencia en el poeta” le dijera: “yo creo que uno está
intuyendo cosas continuamente”. Tal aseveración palpita en el “cantar” que
ahora se ofrece, dos escrituras que entrecruzan sus posibilidades y dicen lo
suyo con marcado énfasis cada una, para —de una manera notable— conjugar
percepciones incesantes que llevan a la noche primigenia del verso junto al
fuego y el asado, resplandor de la letrilla que brinda y congrega.
Sorprende con gentileza el
encuentro de dos autores que saben acrecentarse en sus reales y ello es la
mejor circunstancia que habita en estas páginas: cada uno en fragmento que, a
su vez, prolonga —en lo inmediato o en lo distante— el convite que lleva a los
términos más diversos de paisajes, reminiscencias y protagonistas. Más que
ambiciones de una décima al uso —y no sería erróneo tenerles como nueva
descendencia de aquellos “Romances” caros a las pesquisas que, a comienzos del
siglo veinte, tanto desvelaron al polígrafo Ramón Menéndez Pidal en su
peregrinaje por Sudamérica—, aquí las riberas de legado e innovación, lejos de
estar separadas por aguas sin sosiego, son abiertas de un lado a otro por un
puente de invariable equilibrio. Es así como la “intuición” continua apuntada
por Borges —y aquí puede incluirse lo probado de lecturas que, en saludable
complemento de semejanzas y diferencias, sujetan más que separan en beneficio
de lo juiciosamente poético—, tiene su realización final en voluntades de
escritura que se complementan, a favor de un encuentro en el que cada uno
propone lo suyo y de los dos resulta la suma indivisible.
Los días y la remembranza que
los anuda, las querencias y el tiempo que las inflama, los límites y la huella
que los designa, son aquí cuerpo de palabra que fija su medida en lo humano y
sus contingencias, sin excluir lo propio en lo ajeno y viceversa, con
fundamento de oficio. Y es así como, nuevamente, asiste el recuerdo de Menéndez
Pidal, pero esta vez como destinatario de una copla que, encontrada por José
María Chacón y Calvo, este le hiciera llegar en julio de 1914: “—Bartolo,
húyele al toro. —No señor, que soy valiente, / y mi sangre no consiente morir
en cuernos de toro”. Con brío y elegancia a la sombra de un linaje que, en
clave de Iberoamérica, es aventura de payadores, estrofas y dúos, Carlos
Esquivel y Diusmel Machado no sólo no se escabullen de la asonancia y sus
rigores, sino que logran apropiarse de ella para entregar constancia de labores
bien consumada, modos muy personales —a propósito de la copla antes citada— de
tomar al toro por los cuernos, en esta suerte de “vals de los toreadores” que
componen para disfrute de un género legendario, visitado por ellos como hijos
pródigos que regresan al patio natal.
Eugenio Marrón
Casanova,
Holguín y mayo de 2011.
EL LIBRO DE LOS
DESTERRADOS
DESTERRADOS
Un puente
nebuloso y allí, salvados de las otras posibilidades, nuestras familias,
nuestros amigos, el aire de un país y el sonido, reconciliable, de sus
diferencias.
Cada
regreso es una partida hacia adentro.
Daniel Kauffman
1
EL APRENDIZ DE FORASTERO
Aprendí
yo la ciencia de toda despedida.
Osip Mandelshtam
LA
MATRIA Y EL BAOBAB
Los baobabs, antes de hacerse grandes, son muy pequeños.
El principito.
Antoine de Saint-Exupéry
Antoine de Saint-Exupéry
Ayer
fue la ceniza. Hoy amanezco
disfrazado del árbol enemigo.
Culpable sombra. Espíritu mendigo
para el odio de un sol carnavalesco.
Pero resisto, luego soy. Y crezco
con la memoria intacta, verdecida:
y la raíz de ayer —leña prohibida—
es hondo reventón, fértil violencia.
Pues toda libertad es resistencia
y toda resistencia, sobrevida.
disfrazado del árbol enemigo.
Culpable sombra. Espíritu mendigo
para el odio de un sol carnavalesco.
Pero resisto, luego soy. Y crezco
con la memoria intacta, verdecida:
y la raíz de ayer —leña prohibida—
es hondo reventón, fértil violencia.
Pues toda libertad es resistencia
y toda resistencia, sobrevida.
MONÓLOGO DEL TRASHUMANTE
Calvert Casey
despierta a los muertos.
I
Patria: La felicidad es, quién
sabe, una pistola caliente. O es una bola de fuego en la oscuridad. Flota sobre
la ciudad como una rota bandera. ¿Alguien sabe la manera segura en la que se
alcanza? Lo sabes tú: la esperanza es la última escalera.
II
Me copiaron en el arte
de una estatua, inútilmente
(cuando te escucha la gente,
alguien suele vigilarte.)
Pero Dios me llama aparte,
y me dice que otro día
la muerte puede ser mía,
puede no llegar. Quien soy
clama su extravío. Estoy
en el aire todavía.
FEDERICO GARCÍA LORCA EN NUEVA
YORK
Fui una vez a
un coloquio sobre Lorca. Aunque no era mi intención hundirme en las palabrejas
de ocasión, escuché lo que uno de ellos, en el enchantement de su rabia, decía: que fue insustancial, su
catastrófica muerte alzó su rating
hacia el hit parade de la literatura,
si no lo matan, si se muere viejito allá en España, si nadie tiene que
escribirle como una víctima de Franco, y una voz callada en el fondo de un pozo
de guerra, entonces no trasciende, un poeta más, un poeta bueno, pero no uno de
la vanguardia del ´27, todo por lo de su fusilamiento, terrible, es verdad,
pero que creó un efecto de big bang a
su obra, un maremoto. No pude más y salté a la embestida. No era relucir mis
astillas al aire, ni el hecho de apostar como un repetidor más de la insípida
hoja de servicios de Lorca a la literatura, pero había que glorificar y elevar
a cumbres reales lo que sólo un siniestro y alocado espadachín de las palabras
podía descreer. El auditorio se alborotó, busqué con mis ojos la mirada de
rivalidad del conferencista, pero sólo hallé una desnudez de víctima indefensa.
Como un invisible sigo,
como el de la sombra al fondo,
me emboscan pero respondo
como mi propio enemigo.
Un turbulento persigo,
una descomposición
que me ignora en infracción
contraria, ese desterrado
al que nunca han perdonado
su vieja alucinación.
Ya sin saber qué es peor,
si no ir o estar delante,
si camino o caminante,
si la herida o el dolor,
si pecho fiel o traidor,
si lo que está o lo que fluye,
si el que vence o el que huye,
si en la jaula en que me
encuentro
estar para siempre dentro
o ser el que la construye.
Vencer al yo en el duelo
fue mi lejana victoria.
No tuve nombre en la Historia.
No tuve sitio en el Cielo.
Perdí: ese fue mi anhelo.
No clamé, no me mataron,
no entristecí, no sangraron
viejas heridas. Allí
murieron otros por mí.
Mis muertos no despertaron.
J. L. LIMA Y V. PIÑERA
¿Los adversarios? Amigos
que jugaron sobre el fiero
escenario de un tablero
sus máscaras. (Hay testigos
que los juran enemigos
después del horrendo fin).
¿Los contrarios? Pues, en fin,
pieza a pieza, mano a mano,
un hermano y otro hermano
juntos: Abel y Caín.
HABLO CON NAIRI ZARAN
EN UN PUENTE DE ARMENIA
EN UN PUENTE DE ARMENIA
Oía “That'll
Be the Day” (Buddy Holly & his Crickets) y fumaba unos cigarros largos y
apestosos, el aire era frío y Nairi le propuso a un amigo lanzarse de aquel
puente. Sus ojos estaban fijos en el agua, fijos y tristes. Es la única forma
de regresar, pensó.
Confieso que no he vivido,
pero abjuro de la esencia,
negar al yo, su existencia,
como un ente de mi olvido.
Confieso que he descendido
a sofismas y que, ileso
e intraducible, estoy preso
de la línea profanada.
Si ya no existe la nada,
si ya no existe el regreso.
Vivo lejano y mi puerta
es confusa y clausurada.
Cualquiera tiene una espada,
una fortuna desierta,
un hijo, una patria muerta.
Vivo lejano o no vivo.
En la oscuridad escribo
y traiciono (que es igual),
y mi nombre es al final
uno más en el archivo.
EL DESTIERRO SOMBRÍO
Jorge Mañach
Debo contar, mientras alcanzo a
verte,
lo que va sucediéndose en mis
ojos:
pasa un río de amor, pasan tus
ojos,
y entre el agua y la sed de
contenerte
pasan las sombras largas de la
muerte,
dejando todo el tiempo tras su
paso.
Que todo ha de pasar. Pero, si
acaso
la última mirada devolviste,
debo contar tu inútil gesto
triste.
Yo, con mi sombra breve, también
paso.
Mi recuerdo eres tú. Mi cuerpo,
fuerte
para hacerlo caer, es una
hoguera
y se desliza en la humedad que
espera,
como aguarda la noche conocerte.
De tarde en tarde, mi memoria
vierte
un agua turbia de salvajes
potros,
desenfrenándose en la sangre (y
otros
que van como escapándose al
olvido.)
Tu cuerpo está en las aguas que
se han ido.
Pues la noche se instaura entre
nosotros.
Tú sonreíste, dulce y
brutalmente,
y tendido en la cama tan
estrecha
mi cuerpo se hizo un arco, y una
flecha
rozó tu corazón, besó tu frente.
Yo caí, como cae un inocente
en la sencilla argucia de
mirarte:
mi mano, a ciegas, intentó
atraparte
como a un pájaro roto ya, y sin
vuelo:
pero mi mano apenas tocó el
cielo.
Y yo me fui a morir en otra
parte.
Arder será una fiesta, cada
tarde
en que mi corazón vuelto ceniza
arda la última vez por tu
sonrisa.
Arder será una fiesta cada
tarde,
pero debo contar que mientras
arde
tu memoria se gasta. Y no te
asombre
si en las últimas páginas que un
hombre
escribirá, la confundida punta
de un lápiz deja abierta la
pregunta:
¿Adónde se ha escapado con su
nombre?
ELISEO DIEGO: OSCURA CENA MEXICANA
Soñando pájaros grises
en el agua de la cena.
Lentos aceites de arena
hirviendo sus cicatrices.
Viendo apagarse felices
carbones, crujir el leño.
(Tendió su brazo pequeño
al racimo que colgaba.)
Nadie, después, lo lloraba.
Dios era así. Como un sueño.
APRENDICES DE FORASTEROS
Tú
solo vales por ninguno. Shakespeare.
Una frase entonada como en una trompa de caza. Trombón, clarines, cornetas.
Para José Luis
Serrano
Dylan Thomas me esperaba entre el alcohol y la nieve.
Era su año 39 rumbo al cielo. Le rogaba para salvarlo y hablaba él de voces, de
un asalto decidido: Si no es alto, y
siempre quedaré indemne, no existe nada solemne si uno necesita el salto.
En un cuadro de Picabia, los ojos son luces muertas y
las nubes rojas, puertas, y el orfismo, vieja rabia, y París es una Arabia
desterrada y sin color, y el mito es un cazador insurgente, sempiterno, y el
pánico hacia lo eterno le inventa un rostro al dolor.
La hora de Macedonio Fernández ya se aproxima, quién
sabe si Dios le exima del tributo al patrimonio inútil: su matrimonio pertinaz
con lo perdido. Y yo temo que su ruido despierte al viejo incendiario, quien
escribió en su obituario: “Larga vida en el olvido”.
Recuerdo un filme de Corman, la imagen de dos
leprosos que persiguen jubilosos una niña. Me deforman los temores si conforman
un flack back que ya fenece. Estoy
allí y parece la nave hacia el mar dantesco, que si yo desaparezco, lo demás
desaparece.
Apollinaire almorzaba con Bergson y con Virgilio. La
frase es de Paul Virilio: una neblina cerraba el élan vital. Dudaba yo si exprimir mi contrario del misticismo
diario, o temer cuando termine esta aventura y yo incline mi rey al rey
adversario.
Descubro de Gottfried Benn “El poema de los cerdos”.
Son más espurios los cuerdos, el traidor viaja al Edén. No es tan difícil que
estén las zozobras desterradas, las alquimias develadas. Dios vive en un
porquerizo, Judas cuida el Paraíso. Las cartas fueron echadas.
TÚNELES DE CLAUDIO
¿La poesía de Claudio Rodríguez es tan
parecida a la de Dylan Thomas como creen muchos? No pienso igual. Lo cierto es
que las diferencias más notorias él las establece con su propio idioma, con los
poetas españoles, sobre todo. Es raramente intenso (Dylan lo fue, pero eso no
es motivo suficiente para emparentarlos). Alianza y condena y El vuelo de la celebración, son libros que desmitifican el
beneficio del fundamento lírico. Elliot y hasta Blake Morrison sí avanzan en el
mismo carro de Claudio Rodríguez. Descapotable, y a todo claxon.
El dolor verdadero no hace
ruido,
se acerca silencioso y nos
obliga
a un golpe que no escucha la
cantiga
del filo doloroso, ya escogido.
Como una contraseña en ese
olvido,
sutil, que deja el cuerpo y lo
traspasa,
el dolor verdadero no rebasa
el latido del cuerpo, su
ficción,
aunque viva el dolor como una
casa.
Aunque llamen silencio esta
explosión.
FE DE ERRATAS
Una carta de
Osip Mandelshtam: Me han salido tan mal
las cosas que ni siquiera me arrepiento. No he calculado, aún, la resolución de
mi suplicio, la condena de mi fatalidad.
Donde dice: necesito
salvarme como
cualquiera.
Debe decir: allá afuera
sopla un viento
nunca escrito.
Donde dice: no hay un grito
de sumisión sin
alarde.
Debe decir: es muy tarde
para encontrar
otro puente.
Y donde dice: el valiente.
Debe decir: el cobarde.
Donde dice: mi cabeza
tiembla por la
guillotina.
Debe decir: hay neblina
siempre sobre la
tristeza.
Donde dice: ahora empieza
el dolor del
inocente.
Debe decir: sólo miente,
y mentir a veces
arde.
Y donde dice: el cobarde.
Debe decir: el valiente.
LA PIEL DEL SIERVO
Lo que escribía
el pintor August Banielle a su hijo, desde el destierro, era parecido a lo que
vendrá. Bellas ideas. A lo mejor, porque suponen un extrañamiento, una opresiva
inconformidad. La distancia entre un padre y un hijo es una de las más crueles
epopeyas. Si es epopeya. Una metáfora. Si es metáfora.
Que nunca hables del sabor
estéril
de las victorias periódicas,
ilusorias
como el triunfo del amor sobre
un
imposible error.
Que enfunden sus viejos sables
tus consignas.
Que no hables, hijo mío, en
oraciones tan simples.
Y no perdones los verdaderos
culpables.
LOS QUE SE VAN / LOS QUE SE
QUEDAN
Para
el inmigrante, es el destino el que marca el punto de destino: ser es estar.
Para el exiliado, el punto de destino no está marcado por el destino, sino por
el desatino, por una especia de accidente topográfico del que él —o ella— no
logra recobrarse. El inmigrante vive y reside en el mismo lugar. El exiliado
reside en un lugar y vive en otro
(…) Ya llevamos bastante tiempo en el
exilio, las cañerías empiezan a crujir, ya va siendo hora de mudarse.
Gustavo Pérez
Firmat
El que se va sólo escapa
de sí mismo. Sin bandera
ni patria, sin el afuera
y sin el amo que atrapa.
El que fuga, su solapa
esconde: el odio contrae.
Sólo el miedo le distrae,
sólo una fórmula vende:
el que se escapa no aprende
cuánto lleva, cuánto trae.
de sí mismo. Sin bandera
ni patria, sin el afuera
y sin el amo que atrapa.
El que fuga, su solapa
esconde: el odio contrae.
Sólo el miedo le distrae,
sólo una fórmula vende:
el que se escapa no aprende
cuánto lleva, cuánto trae.
El que se queda ventila
su jaula, una rabia oscura
(el oxígeno que apura
es otra llama intranquila).
El que se queda vigila
con el ojo que no entiende.
Muerto, su fórmula vende
con invariable torpeza:
sólo quien se va atraviesa;
el que se queda desprende.
su jaula, una rabia oscura
(el oxígeno que apura
es otra llama intranquila).
El que se queda vigila
con el ojo que no entiende.
Muerto, su fórmula vende
con invariable torpeza:
sólo quien se va atraviesa;
el que se queda desprende.
EL ARCA
Las elecciones
son un resguardo de las máscaras. Prescindir de lo innecesario en un
apocalíptico naufragar en una isla desierta. Neruda o Vallejo. Bergman o
Fellini. Picasso o Dalí. A veces, como creía Sartre, no elegir es una
inteligente forma de elección. La idea de este poema entronca con varias ideas
parecidas: Robert Silverberg en una rara novela de ciencia ficción, otra novela
de Douglas Coupland, el canon de miedo de Baudrillard, un poema tenebroso de
Roberto Bolaño, y Noé, Noé fosilizado en un transatlántico inglés.
El satánico
el tramposo
el frívolo
el embustero
el espurio
el carroñero
el tétrico
el veleidoso
el espía
el alevoso
el soplón
el incendiario
el apóstata
el sicario
el sórdido
el tremebundo
el infecto
el gemebundo
el paranoico
el falsario
el inmundo
el arrogante
el renegado
el suicida
el capcioso
el parricida
el mezquino
el inconstante
el inmundo
el infamante
el hereje
el delator
el importuno
el traidor
el servil
el receloso
el sumiso
el mentiroso
el ladino
el impostor
el inepto
el vengativo
el morboso
el altanero
el rufián
el usurero
el frenético
el altivo
el tiránico
el lascivo…
Es la lista, Dios, si hubiese
algún otro que pudiese salvar el Reino (y lo anhelas) será tarde. Arread las
velas antes que el diluvio empiece.
2
MATAR (O
SALVAR) A LA ISLA
MIENTRAS DUERME
MIENTRAS DUERME
Sépanlo,
esa lámina es demasiado borrosa. Esa imposible, tan imposible vivienda –¿su
morada?–, llena de sombras. ¿Como si fuera noche? Como si fuera noche, paso a
paso cada vez más lejana.
Lorenzo García
Vega
Cargo
esta marginalidad inmune
a todos los retornos,
demasiado habanera para ser
neoyorkina,
demasiado neoyorkina para ser
–aun volver a ser–
cualquier otra cosa.
a todos los retornos,
demasiado habanera para ser
neoyorkina,
demasiado neoyorkina para ser
–aun volver a ser–
cualquier otra cosa.
Lourdes Casal
Ni
tampoco esas cuatro letras que podría
pronunciar
aquí como un conjuro o un bálsamo
serán más
nunca mi patria,
aunque
consten en toda acta oficial y nacer
fuera
allí
alguna
vez, para alguien,
una
fiesta innombrable.
Jesús J. Barquet
Citas, palabras, ecos y, sobre todo,
vivencias. El exilio es lo que es. Ellos lo saben. Yo no. Prefiero no saberlo.
Prefiero que miles de noches fuera de mi única noche no traten de explicármelo.
Si acaso, lo explico por otros, o ellos lo explican por mí. Sé que el riesgo no
deja de ser artificial, si es que llega a ser riesgo.
JOSÉ MARÍA HEREDIA
El miedo del desterrado,
lo sufro como un fantasma,
el vacío no entusiasma
la neblina de mi lado.
Si fingí, o si he llorado
es otra forma de viaje.
Huir o quedarme: el traje
es el mismo y me soporta.
Huir, quedarme: no importa:
la patria es sólo un paisaje.
EUGENIO FLORIT
Más parecido al olvido,
más lejano: casi incierto,
atravesando algún puerto
intraducible y fingido.
Esa es la patria: algún ruido,
el archipiélago donde
seducida en mí se esconde,
y me perdona y me olvida.
Una patria arrepentida
desde el sueño me responde.
JOSÉ MARTÍ
No podrán reconocerme,
los que murieron por mí.
En la distancia perdí
el cuerpo que ahora duerme,
y ya nadie podrá verme
en el cuerpo que esperé.
Se fueron y los usé
en la cifra del poema,
y sin furia en una flema
que bajo Dios vigilé.
ANDRÉS REYNALDO
No hay nada más invisible
que el mandamiento o la sombra
de ese destino que nombra
los hechos de lo posible:
detrás el incontenible
rayo, el que nunca se espera
sobre un arco de madera
que cae hacia la corriente.
Y delante yo, quien miente
para no arder en la hoguera.
LOURDES CASAL
Buscar en fotos distantes
algún país invisible,
una pradera creíble,
unos poetas bergantes
en las esquinas danzantes
y habaneras. Yo soñaba
el perdón que me esperaba,
y descubrí que no inspira
buscar en mí, si es mentira
todo lo que ya buscaba.
JOSÉ KOZER
Arder como un vagabundo
que se pierde tras la sombra
del Soberano: me asombra
sobre las aguas del mundo
la congoja del ser: me hundo,
me salvo: la diferencia
apuesta con su inclemencia
lo que duele al escoger:
quedar, partir, o volver,
con el peso de la ausencia.
GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA
La pared desconocida
alumbra como un gusano
que ha preferido la mano
al corazón del suicida.
Desciendo por la estampida
de la bandera que fluye
sin oxígeno y recluye
como una voz bajo el hielo
otra bandera en el cielo
que la distancia destruye.
LORENZO GARCÍA VEGA
Siempre acorrala la bruma
del soldado que antes fui,
si en el destierro perdí
una muchacha y su espuma.
Ya la frontera no suma
con fantasmas las raíces
de la cólera. Aprendices
de muertos regresarán.
Los otros reencarnarán
en incoloros países.
ÁNGEL GAZTELU
Mi dolor como emigrado
lo apuesto contra la araña
inservible. Si me extraña
o no lo dejo al cuidado
de quien nunca se ha marchado.
El que se quedó lo sabe.
El otro es sólo una llave,
esa forma de rubor
que intenta abrir el dolor
donde la araña no cabe.
GASTÓN BAQUERO
Nací en Banes, de manera
extraña, sobre la cuna
de cervezas y
de hambruna
permanente. Mi madre era
una mujer extranjera
y fiel: si acaso es probable.
Desangré lo perdonable,
fui a la luz, a su reencuentro,
y muero despacio, adentro
(como un pez interminable).
JUSTO RODRÍGUEZ SANTOS
No soy el que escapará
como mártir o cobarde.
Yo soy el que llega tarde
o el que nunca llegará.
Mi madre lo apostará
como destino archivado.
Tal vez lo he apostado
con un testimonio incierto:
soy desterrado, soy muerto.
Soy muerto, soy desterrado.
MIREYA ROBLES
Yo tuve miedo a ser libre,
tuve miedo, tuve y tengo.
Me rodea un abolengo
irreal como el calibre
de los desnudos. Que vibre
el más valiente y merezca
un fiel resquicio, una pesca
de mares sin ningún mar:
que se ponga a perdonar,
que no huya y permanezca.
ORLANDO GONZÁLEZ ESTEVA
Ser el mismo que se va,
ser el mismo que se queda:
el destino en la vereda
transitoria. Llegará
una luz y manchará
esa cicatriz temprana.
Ser el mismo en la ventana
de Kendall Lakes. Ser el mismo
que finge su cataclismo
en los huesos de La Habana.
3
FLOTANTES
Deportado
al campo
de
la huella infalible
Paul Celan
FLOTANTE ALREDEDOR DEL ICEBERG
Ronel González
abrigado por las tempestades de Proust. Mireya Robles y Eliana Rivero mirando
las fotos.
Estar en Cuba al comienzo
de las mareas confunde.
Porque todo en mí se hunde
como la Isla en su intenso
discurrir. Solo, propenso
a un naufragio desigual:
tintinea la señal
y el eco se pierde, escapa,
como buscando algún mapa
invisible, hacia el final.
¿Pero quién, cobarde, escribe
tan obcecada elegía?
Patria, turbión, herejía:
¿con qué lengua sobrevive,
con qué muertos ya no vive?
¿Cómo algún río de sal
convierte lo inmemorial
en una terrible apuesta,
si escribir es otra fiesta
bajo el cielo nacional?
Porque apenas comprendimos
la estrategia de salir
por la exclusa y no fingir
los muertos que nunca fuimos.
Y contra el mar nos rendimos,
y contra el mar otra prueba
de que el abandono lleva
al huracán, a la noche.
Y estoy en Cuba
(de noche
regreso siempre a mi cueva).
FRANÇOIS VILLON EN NANTES
Junto a Li Po y
a Byron encabeza la lista de los ilustres poetas bandoleros. Desterrado por sus
sobreabundantes robos y peleas callejeras. Un malandrín, un bar fly (como Bukowski). Estudiante de
Honor en La Sorbona y Primer Gran
Poeta Maldito, su testamento literario enriquece el estuario de la evocación
lírica marginal.
Aunque me hayan desterrado
cien veces, en la pared
sangro a morirme y mi sed
vigila como un soldado.
En una boca a mi lado
recojo un alcohol posible.
No celebro la terrible
herida que muerto luzco.
Preparo a mi muerte y busco
un enemigo invisible.
El que llaman desterrado,
¿quién es? ¿El que me alimenta?
¿El que me extraña? ¿Quien
tienta
con la pistola el candado
inmortal? ¿El desechado?
¿El que muere como un ciego
más? ¿El rugoso? ¿El labriego?
¿El ya sin nombre? ¿El que uso
al fingir? ¿O el que Dios puso
bajo los rostros del fuego?
TRENO CASI DEL DESTERRADO
El que vive lejos de su casa es como un leproso. Unas palabras terribles de Hug
Rössner. Un verso inigualable por esa misma crueldad.
Quién tuviera
como un trueno
tierra y seno,
pan, bandera,
y no fuera
en el yugo
del mendrugo
casi humano,
un gusano:
el verdugo.
SEÑORAS Y SEÑORES, EL ÚNICO,
EL EXCLUSIVO, EL MAJESTUOSO
GASTÓN BAQUERO PARA USTEDES
EL EXCLUSIVO, EL MAJESTUOSO
GASTÓN BAQUERO PARA USTEDES
Con Roberto
Manzano en un bar de Madrid
Yo sé, también, el dilema:
aquí, la luz todavía
permanece y desvía
al dios en su nívea flema.
El cielo y la pobre yema
arden, en la misma rosa:
sombra vegetal que goza
su crecimiento ya nunca,
y duele –en el aire, trunca–
al ascender,
espaciosa.
Sombra en el vuelo tendida,
temblor que la noche nombra:
es aquel susto mi sombra,
como una bestia dormida.
Mas la inefable embestida
que teje el tiempo, me apura:
y, entonces, me doy altura,
pues mi corazón comparte
con el águila que parte,
chispa de
desplegadura.
Patria de todos los días:
ciega, omnívora criatura;
aprende la arquitectura
de cuyo fin desconfías.
¿No mueve tus energías
una razón mineral?
La brújula original
advierte, cada minuto,
entre la estrella y el fruto
cuál es tu espacio
total.
NAZIM
HIKMET: ÁNGEL Y
DESAMPARO
Ya no está, pero estuviese
durmiendo la última hora
en su rincón. Se demora:
convicto, desaparece.
Ya no es ¿o quizá fuese
como lo supe ayer mismo,
culpable igual, de un abismo
a otro mayor escapando?
Quién sabe adónde, ni cuándo
cruzó su breve espejismo.
EL AÑO DE LOS CAMPESTRES
Arístides Moll
Boscana es, para la mayoría, un eco de voz, algo parecido a un eco. Pero fue, y
me importa reconocer que lo sigue siendo, uno de los poetas caribeños más
auténticos y desgarrados: Yo entonces
pregunto: '¿Do váis amigos míos?'/ Y en una voz-sollozo que el monte hace
temblar/ Aquel tropel responde sin detener la marcha: / 'No vamos, nos arrastra
la horrible tempestad. El poema se llama “Éxodo”, y lo escribió luego de
ser desterrado de su San Juan. Conoció en los Estados Unidos a Martí y a Sidney
Lanier y a Emily Dickinson, entre otros.
La resistencia no es cosa
de que el destierro repugne
o no. Quizá el dolor pugne
por entrar aparatosa-
mente. El desterrado es losa
fría. La rabia del mito
consiste en un infinito
a toutes jambes. Si así
vives, seguirás así:
muerto desde el infinito.
ELEFANTES EN UN BAR
APACIBLE DEL SUR
APACIBLE DEL SUR
No me duelen
más cosas que los dolores que no tuve. El dolor de temer a las imágenes de esa
lluvia parecida a la lluvia habanera, las montañas cercadas por unas máscaras
de frío, mi dolor de muerte: prohibido por el aire efímero de los recuerdos que
regresan una y otra vez. Así he puesto nombre a esas sombras. Así he puesto mi
olvido en ellas.
Una carta de
Heberto Padilla, un fragmento de una carta, que escribió a su amigo Carlos
Ojanes. Y este me lo resume años después: Le
obsesionaban pocas cosas, no era un hombre del exilio, y sí lo era, porque
presiento que no pertenecía a sitio alguno, en todos era un extranjero, un ser
desterrado.
1
Dios bebía en la taberna de
Quinta y 44. Dios estaba en un teatro judío viendo la pierna de Bob Kaufman
(una eterna obra del hombre judío). Dios limpia un auto en el frío (un Ford del
´53). Hay una foto después: un ojo blanco y vacío.
2
Dios era morir por mí que no
moría por nada. Dios también era la espada y el elefante, un rubí, aquel griego
que yo vi, tatuado por un recluso. Dios era un verde inconcluso. Dios era el
pulpo en Manhattan, y era la oveja que matan en un Sócrates confuso.
3
Dios es el perro remoto que se
acerca aunque peligre. Dios es la forma del tigre en Borges. Dios es la oreja de Van
Gogh, la mano vieja que sostiene aquella foto: el fuego inútil y roto por un
aro de cristal. Dios era el Whitman de nieve que vigila con su leve máscara
todo el final.
4
Se abre el telón y aparece Dios
en su caverna, el buey a su lado no es la ley de Jonás, pero padece. Dios como
un árbol fenece el final de su obituario. Revisen en su diario: una florecita
quema al relámpago (un poema siempre dirá lo contrario).
(El hombre camina
y piensa, cuando ve llegar a Dios, quiere hablar pero no hay voz, y mira la
calle extensa donde huir no recompensa esa herida que sutura: ¿escapo o no? La
locura no me salva, estoy despierto, o escribo que soy un muerto ante Dios, una
basura).
—Perdón. Soy un miserable.
—No tienes alma mejor.
—Es mi metal del dolor: él me
convierte en culpable.
—La culpa es sólo probable, y
vive a tu alrededor.
—¿Moriré?
—Nunca.
—¿Señor?
—¿Sí?
—¿Por qué no desmorona mis
huesos y me perdona?
—También Yo entiendo el dolor.
JOSÉ KOZER ESCUCHA
LAS CANCIONES DE ROY ORBISON
LAS CANCIONES DE ROY ORBISON
Mucha de la
música country es triste. La herencia irlandesa, presume Randoll Pearce. Y la
del blues y las tabernas, y el honky-tonk, y las mandolinas, banjos, y el sur
(la deportación al sur), presumo yo. Bellamy Brothers tiene una letra que habla
de un granjero atormentado que prefiere el suicidio a una vida estéril. Tony Joe White y Patsy Cline hablan de lo
doloroso de abandonar los parajes natales. Jim Reeves, Tammy Wynette, Ricky Nelson, Jerry Jeff Walker, son tristes.
Incluso Roy Orbison. Detrás, alrededor,
en el trasfondo de sus acordes vivarachos, de su montaje operático, de sus
trucos de rockero tardío, se trasfunde una energía cuya solemnidad es
equiparable a algunos poemas de Kozer.
Yo vivo como Pound en las
fronteras
del triste Port Spirit, sin
escudo,
sin una mansedumbre, sin un nudo
de mísera zozobra o escaleras.
Lo malo es que no llevo las
banderas
donde importe tan poco el de mi
lado.
Yo vivo como Pound, y he marcado
las formas de vivir un episodio
donde el odio se finja tras el
odio,
y el condenado tras el
condenado.
DESTERRADO EN EL HOTEL
CALIFORNIA
You can check out any time you like/ But you can never leave. The Eagles
El hotel no se
llamaba California, era uno, cualquier hotel, o peor, se llamaba Majestic, y a
mí me sucedió como en la canción de Don Henley y Glenn Frey.
La salida está en
el cielo,
decía un cartel. Compases
de Portishead, los disfraces
de Halloween por el suelo.
Mi yo se enfrentaba en duelo
a un yo casi posterior.
Yo andaba triste, o peor,
y con mi culpa arrasada
descubría alguna entrada
invisible hacia el temblor.
Pero yo desconocía
el miedo que se prohíbe
sucedáneo, que subvive
en la borrasca del día.
Escuché una algarabía,
y ella, a mi lado, gritó:
un ser horrible llegó
anunciando que era el dueño.
Yo pedí que fuera un sueño,
ella en mis brazos durmió.
Escuché un tortuoso piano,
una flauta quejumbrosa.
La luz era dolorosa
como la luz de su mano.
Ella reclama un cercano
destino, y desaparece.
No la busco, permanece
en el aire algún sollozo.
Un eco de paz medroso
entra a mi aire y fenece.
Pero antes huí de todo:
del destierro y la clemencia
de inocentes (una ciencia
inservible: la del modo
de exiliarme contra todo).
Como un aprendiz de cuerdo
firmé un rutilante acuerdo.
Fui suicida y fui feliz,
y olvidé esa cicatriz
un día que no recuerdo.
Entre muertos yo estoy vivo,
no pertenezco a mi nombre.
¿Soy un mineral? ¿Un hombre?
¿Un olvidado cautivo?
¿El carcelero furtivo?
Pocas serán mis coartadas,
pocas las encrucijadas.
No pertenezco a mí mismo,
la vida es un espejismo.
Las puertas están cerradas.
DÍPTICO DE LEZAMA LIMA
Lezama citaba a
Gide (falsificándose a sí mismo): Cada
viaje es una premonición de muerte. Temía al viaje, pero mucho peor: temía
a estar allá, en el otro lado.
¿Y si al viajar me arrebatan
el cielo y no sé inventarme
la voz para despertarme
temprano? ¿Y si nunca tratan
de hacerme volver o matan
al que me escucha? ¿Y si rueda
mi palabra en la moneda
prohibida? ¿Y si nunca miente
la distancia, y si presiente
el infierno que me queda?
¿Y si al viajar ya no cruza
la nevada? ¿Y si el paisaje
me ofrece al hombre que traje
en mi interior? ¿Y si abusa
y se escapa? ¿Y si me acusa
el temor? ¿Y si las malas
muertes nunca llevan balas?
¿Y si me esconden el cielo
al morirme, y si no vuelo
porque no me
acuden alas?
POSTALES DEL FORASTERO
Países que no conozco:
El Convento,
La Cantina,
El Burdel,
la pura ruina del ferrocarril,
el tosco grito de un adiós,
un hosco traspatio
(al ojo extranjero, nada
deseable).
Pero
me miro así:
sin un puente,
sin túneles.
De repente,
soy un pobre forastero.
REINALDO ARENAS PRESENTA
A LOS MUERTOS
A LOS MUERTOS
Antes que
anochezca tendrás que conocerlo. Luego, en tu poca memoria recortarás una
figura gay contra las blancas nubecillas y el azul nervioso del mar, dispuesto
a quebrarse al estallido de todos los cañones.
Si me detengo en esta mano fija
de gesto inútil, dulce, casi gesto.
Si poso en un reflejo soñoliento
a reparar la sed que me convidan.
Si salto —pues la sombra del auriga
viene detrás de ti, de mí, del mundo.
O si despierto (el sueño es un abuso
perpetuo que las manos fijas saben).
Mi mano ajena, que no supo nadie
detener, sólo el tiempo mío supo.
de gesto inútil, dulce, casi gesto.
Si poso en un reflejo soñoliento
a reparar la sed que me convidan.
Si salto —pues la sombra del auriga
viene detrás de ti, de mí, del mundo.
O si despierto (el sueño es un abuso
perpetuo que las manos fijas saben).
Mi mano ajena, que no supo nadie
detener, sólo el tiempo mío supo.
Abajo, siempre abajo, tan abajo
escondiéndose, hurgando los cerrojos,
cerrar la boca y entornar los ojos
(nadie detenga ni adelante el tajo).
Áspera libertad y no trabajo:
descabezados girasoles viejos
firmen su rabia, castren los espejos
con íntimo placer. Un tiempo fijo
levante por el sur y nazca el hijo.
Al sur, arriba siempre, pero lejos.
escondiéndose, hurgando los cerrojos,
cerrar la boca y entornar los ojos
(nadie detenga ni adelante el tajo).
Áspera libertad y no trabajo:
descabezados girasoles viejos
firmen su rabia, castren los espejos
con íntimo placer. Un tiempo fijo
levante por el sur y nazca el hijo.
Al sur, arriba siempre, pero lejos.
PARÍS-MATANZAS. POEMA CIFRADO
Domingo del
Monte, 1844.
A toda voz o persona
sobre el lindero:
se anuncia
el fin. La patria renuncia,
la patria nos abandona.
Ningún verdugo perdona
si transfunde su respuesta
en un descender la cuesta
sobre el filo. Ya se sabe
que todo peligro cabe
en el borde de la apuesta.
¿Quién va a protestar? ¿Quién
habla
y establece una denuncia?
¿Cuál discurso se pronuncia?
¿Qué negociación se entabla,
si vamos hacia la tabla
final? Si nos obsesiona
la suerte de la corona,
¿cómo dejar el tablero
en medio del desespero
cuando el Rey nos abandona?
Si llegamos a la nada,
si perdemos, si mentimos,
y a tientas sobrevivimos
el azar, su encrucijada.
Si cambiamos la estocada,
cambiamos los vencedores,
finis gloriae. Los traidores
al fin de esta pesadilla
inclinarán la rodilla.
Todos al juego, señores.
TRADUCIR A JOSÉ MARTÍ
EN RUMOR DE VUELO
EN RUMOR DE VUELO
El novelista guatemalteco-norteamericano
Francisco Goldman en El esposo
divino (Anagrama, 2008), abriga a Martí en
cientos de páginas entrañables: un héroe afligido y voraz, un ser del destierro
torrentoso. No creo en las novelas que resucitan, o lo intentan, el paralelo
epopéyico licencioso de cierta figura real. Más si esa figura es alguien tan
trascendente como José Martí, pero creo en esta novela y en el beneficio de una
irreconocible sensación de paz y alborozo, un descendimiento alucinante (y
desperanzado también, aunque por ello más vívido, más poético). Guatemala,
México, Nueva York, son más que itinerarios de una vida, mucho más que una
novela disputando el acto de reducir lo perfecto en lo interminable. Enmascaro
distorsiones martianas, estatuas vivas, fluyendo hacia ese arroyo que se
confunde con el mar.
Dos patrias tengo yo, rotas
navegan, escapan, fluyen
de mis destinos: no huyen
ni permanecen: remotas,
parecen las mismas notas
de invencibles perdedores.
Dos espejos. Dos rencores.
Dos equipajes. Dos dudas
entre la espada. Dos Judas.
Dos Cristos. Dos resplandores.
Dos patrias. Dos resplandores.
Dos circunstancias de exilio.
Dos madres y el utensilio
para guardar sus dolores.
Dos abismos interiores.
Dos culpas. Dos viejos puentes
sin cruzar. Dos impacientes
mentiras, y dos verdades.
Dos olvidos. Dos ciudades.
Dos suicidas inocentes.
Dos enemigos salvados.
Dos silencios inseguros.
Dos naufragios por oscuros
reflejos. Dos desterrados.
Dos heroísmos manchados.
Dos paisajes sin colores.
Dos heridas: dos amores.
Dos soledades me aguardan.
Dos fulgores que se tardan.
Dos patrias. Dos resplandores.
Dos patrias en la ruleta.
Dos vestigios transparentes.
Dos fantasmas en simientes
azotando mi veleta.
Dos distancias: la secreta
neblina que en Dios se incuba.
Dos cuerdas para que suba
a ti. Dos muertos leales.
Dos principios. Dos finales.
Un único tiempo: Cuba.
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